Espa?a rinde homenaje al 'doctor sangre'
Que la sangre busque a los heridos. Con esta simple premisa, el m¨¦dico canadiense Norman Bethune introdujo una innovaci¨®n m¨¦dica extraordinaria: cre¨® la primera unidad m¨®vil de transfusi¨®n sangu¨ªnea durante la Guerra Civil (1936-1939).
El Ayuntamiento de M¨¢laga, gracias al impulso del escritor Jes¨²s Majada, rendir¨¢ el martes un homenaje a Bethune y a sus compatriotas que lucharon en las Brigadas Internacionales. El paseo de los Canadienses ser¨¢ un camino a la orilla del mar, en donde el municipio plantar¨¢ un arce y descubrir¨¢ una placa el pr¨®ximo martes. El n¨²mero de milicianos canadienses fue, en proporci¨®n a su poblaci¨®n, de los m¨¢s altos -s¨®lo detr¨¢s de Francia-, seg¨²n el historiador Michael Petrou. Mil setecientos canadienses se ofrecieron como voluntarios, de los cuales fallecieron 721.
El 23 de diciembre de 1936, Bethune realiz¨® la primera transfusi¨®n sangu¨ªnea en la Ciudad Universitaria. Despu¨¦s se movieron por todos los frentes de batalla
Uno de los canadienses que m¨¢s destac¨® fue Norman Bethune, quien lleg¨® a Madrid el 3 de noviembre de 1936. Se percat¨® de que la tasa de defunciones era muy alta por la p¨¦rdida de sangre: muchos soldados perec¨ªan en el trayecto al hospital, y Bethune pens¨® que, si les hac¨ªa una transfusi¨®n en el frente, incrementar¨ªa sus posibilidades de supervivencia. Viaj¨® a Londres para obtener el material necesario y un mes despu¨¦s puso en marcha el Servicio Canadiense de Transfusi¨®n de Sangre, seg¨²n narra William Beeching, historiador canadiense y veterano de la Guerra Civil, en su libro Canadian volunteers.
Bethune destac¨® como uno de los cirujanos m¨¢s prestigiosos de su pa¨ªs durante la d¨¦cada de los a?os veinte. Adem¨¢s de ser pionero en operaciones tor¨¢cicas -para curar la tuberculosis, enfermedad que ¨¦l mismo padeci¨®-, dise?¨® aparatos quir¨²rgicos que a¨²n se siguen usando.
La Gran Depresi¨®n (1929) y el consiguiente empeoramiento en la salud de los canadienses, hicieron que Bethune se interesara por la pol¨ªtica. En el verano de 1935 viaj¨® a la Uni¨®n Sovi¨¦tica con la excusa de asistir a un congreso de fisiolog¨ªa, que le interesaba muy poco: s¨®lo asisti¨® a la jornada inaugural. Dedic¨® su estancia a pasear por Mosc¨² y a ver c¨®mo funcionaba la sociedad sovi¨¦tica. De esa forma, se entusiasm¨® con la sanidad p¨²blica y al volver a Canad¨¢ se afili¨® al Partido Comunista, donde abog¨® por "socializar" la salud. La propuesta no fue bien recibida por la comunidad m¨¦dica.
En 1936, un delegado del Comit¨¦ para la Ayuda de Espa?a le invit¨® a Madrid para hacerse cargo de los servicios m¨¦dicos republicanos. Bethune accedi¨® y dej¨® su puesto como director del hospital Sacr¨¦-Coeur de Montreal. Cuando lleg¨®, sin embargo, se le ocurri¨® que ser¨ªa m¨¢s ¨²til llevando sangre a los heridos.
El Servicio Canadiense de Transfusi¨®n de Sangre se instal¨® en una mansi¨®n de 15 habitaciones en el n¨²mero 36 de la calle Pr¨ªncipe de Vergara, una pr¨®spera zona residencial: "Aqu¨ª no le molestar¨¢n las bombas. Franco es muy cuidadoso con la propiedad de los ricos", le dijo un oficial a Bethune, cuentan Ted Allan y Sydney Gordon, autores de su biograf¨ªa m¨¢s c¨¦lebre: El bistur¨ª, la espada. La historia del Dr. Norman Bethune.
Pero cuando ten¨ªan todo para poner en marcha la unidad m¨®vil se dieron cuenta de que faltaba un detalle fundamental para que fuera operativa: la sangre. Durante tres d¨ªas, la prensa y la radio hicieron llamamientos a los madile?os para que acudieran a donarla. La v¨ªspera del cuarto d¨ªa, Bethune segu¨ªa nervioso ante sus dudas sobre el ¨¦xito de la convocatoria, pues, desde Canad¨¢, el Comit¨¦ de Ayuda a Espa?a hab¨ªa reunido 10.000 d¨®lares para costear el proyecto. Los temores de Bethune eran infundados, y la ma?ana del 13 de diciembre de 1936, 2.000 personas se reunieron a las puertas del Servicio Canadiense de Transfusi¨®n de Sangre, desbordando sus posibilidades. Aunque tardaron varios d¨ªas en atender a todos los que acudieron, 10 d¨ªas despu¨¦s realizaron la primera transfusi¨®n en la Ciudad Universitaria de Madrid. El equipo canadiense comenz¨® a moverse por todos los frentes de batalla.
Cinco d¨ªas a pie
"Los aviones ven¨ªan a por nosotros, nos bombardeaban y nos ametrallaban. Supongo que se sentir¨ªan muy orgullosos de su valent¨ªa. Atacaban a un enemigo muy peligroso, un enemigo de mujeres y ni?os en su mayor¨ªa", recuerda ?ngeles V¨¢zquez, quien camin¨® los 220 kil¨®metros que separan M¨¢laga de Almer¨ªa cuando ten¨ªa 14 a?os.
V¨¢zquez no estaba sola. El 7 de febrero de 1937, las tropas nacionales atacaron M¨¢laga y 100.000 personas huyeron a pie por la ¨²nica v¨ªa que no hab¨ªa sido tomada por los rebeldes: la carretera hacia Almer¨ªa. Bethune se traslad¨® con su equipo, pero les sorprendi¨® la cantidad de refugiados que encontraron en el camino. En una carta al Comit¨¦ de Ayuda a Espa?a afirma que cont¨® "al menos 5.000 ni?os menores de 10 a?os". Vaci¨® el material de su ambulancia y durante tres d¨ªas ayudaron a transportar a los desplazados.
"Bethune era un hombre muy exuberante, muy extravertido", recuerda Mois¨¦s Broggi, quien coincidi¨® con Bethune en Madrid mientras trabajaba con Dur¨¢n Jord¨¢ -quien puso el primer banco de sangre en Barcelona-. "Bethune se quejaba constantemente de las jerarqu¨ªas en el Ej¨¦rcito Republicano, dec¨ªa que eran unos incompetentes que no le dejaban hacer nada, as¨ª que se march¨® a China", recuerda Broggi.
Bethune se hizo cargo del servicio m¨¦dico del ej¨¦rcito rojo de Mao Zedong desde 1938. Tras cortarse mientras realizaba una operaci¨®n sin guantes, muri¨® de septicemia -envenenamiento de la sangre- en 1939.
El Batall¨®n Mackenzie-Papineau
"CUANDO EST?S EN EL PARED?N de fusilamiento acompa?ado de buenos camaradas, todo es mucho m¨¢s f¨¢cil. Est¨¢s preparado para morir con el orgullo de haber sido antifascista hasta el final", relata Jules Paivio, un veterano canadiense de la Guerra Civil que hoy tiene 90 a?os y una memoria envidiable.
Paivio, junto a 30 miembros del Batall¨®n Mackenzie-Papineau (donde se agrupaban los milicianos canadienses), fue capturado en marzo de 1938. Cuando estaban en el pared¨®n, un oficial italiano detuvo al escuadr¨®n de fusilamiento para "intercambiarnos por presos italianos; fue un poco peliagudo", relata Paivio con humor, "pero no pas¨® nada".
Paivio regres¨® a Canad¨¢ en 1939, donde era considerado un criminal. Hasta el final de la II Guerra Mundial, recuerda, un polic¨ªa le segu¨ªa a todas partes para asegurarse de que no se involucrara en "actividades subversivas".
La inauguraci¨®n del paseo de los Canadienses, el pr¨®ximo martes, habr¨ªa sido imposible sin la labor del escritor Jes¨²s Majada. En el a?o 2004 organiz¨® la exposici¨®n El crimen de la carretera M¨¢laga-Almer¨ªa, que atrajo a 10.000 visitantes en 25 d¨ªas.
Majada reuni¨® casi 3.000 firmas pidiendo la creaci¨®n de un paseo en homenaje a Bethune. La Diputaci¨®n y la Junta de Andaluc¨ªa no se dieron por enterados, pero el Ayuntamiento fue receptivo desde el primer momento. "Cuando me propusieron el sitio", narra, "pens¨¦ que era mejor llamarlo paseo de los Canadienses, pues englobar¨ªa a todos los que
intervinieron en el conflicto: Bethune, por su iniciativa; sus ayudantes, por su colaboraci¨®n, y Canad¨¢, que sufrag¨® los gastos", recuerda.
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