Islamistas: ?mejor dejarles gobernar?
El 26 de diciembre de 1990, el Frente Isl¨¢mico de Salvaci¨®n (FIS) venc¨ªa en la primera vuelta de las elecciones legislativas argelinas. El movimiento islamista, surgido dos a?os antes tras una revuelta juvenil en Argel, acapara el 21% de los votos y amenaza seriamente el r¨¦gimen militarizado y policial que preside Chadli Benyedid. Su baza, una interpretaci¨®n rigorista de las ense?anzas mahometanas para combatir la frustraci¨®n apilada tras a?os de absolutismo militar y crisis econ¨®mica. Manejado por la c¨²pula castrense, Benyedid escenifica un autogolpe de Estado apenas 16 d¨ªas despu¨¦s. Decreta el estado de excepci¨®n, anula el proceso electoral y suspende la segunda vuelta. "El sue?o de miles de ciudadanos se desvanece", me recuerda Hach Ahmad, un cantinero vetusto y burl¨®n considerado un pozo de ciencia popular en El Cairo, "y Argelia vuelve a sumirse en el caos y la violencia" que han caracterizado sus ¨²ltimos 40 a?os de historia. El FIS es ilegalizado; sus l¨ªderes, encarcelados o asesinados, y su brazo armado, el Ej¨¦rcito Isl¨¢mico de Salvaci¨®n, ti?e de sangre el pa¨ªs.
Las razones del auge de los grupos islamistas son dispares y variadas; siempre tienen el denominador com¨²n de la frustraci¨®n popular
Los islamistas se benefician del escaso poder de la oposici¨®n laica, asfixiada por los reg¨ªmenes que bloquean la aparici¨®n de figuras
Los canales de televisi¨®n pan¨¢rabes han llevado a todos los hogares la voz de los opositores, la otra opini¨®n, tradicionalmente acallada por los Gobiernos
Desde entonces, en otros muchos pa¨ªses ¨¢rabes y musulmanes, el ascenso de los grupos islamistas ha sido una constante en los ¨²ltimos a?os. Reg¨ªmenes en L¨ªbano, Egipto, Jordania, Kuwait y m¨¢s recientemente Palestina han sido testigos de c¨®mo grupos revisionistas, radicales o moderados se han filtrado primero en la sociedad y despu¨¦s han iniciado el asalto al poder a trav¨¦s de las urnas. Las razones son dispares y variadas, asidas a la idiosincrasia particular de cada uno de los casos, pero adolecen de un denominador com¨²n: en todos ellos se atisba como factor dinamizador la frustraci¨®n popular. Expertos en la zona, como el investigador egipcio Diaa Radwan, coinciden en subrayar que el desencanto de la poblaci¨®n es el caldo de cultivo en el que germinan los radicalismos.
La frustraci¨®n emana de dos fuentes principales. Una, el desencanto de las sociedades con sus propios dirigentes, incapaces de aportar soluciones a las graves carencias econ¨®micas y sociales, y d¨¦biles a la hora de hacer frente a las presiones ejercidas desde el exterior. Caso paradigm¨¢tico es Egipto, donde el espectacular avance de los Hermanos Musulmanes en las elecciones parlamentarias del pasado a?o no s¨®lo amenaz¨® el autoritario r¨¦gimen de Hosni Mubarak.
Si a ello se une la influencia de los canales de televisi¨®n por sat¨¦lite pan¨¢rabes, tipo Al Yazira, que han llevado a las pantallas de todos los hogares la voz de los opositores, "la otra opini¨®n" tradicionalmente acallada por los medios de comunicaci¨®n controlados por el Gobierno, junto a las presiones de Occidente para que los aut¨®cratas concedan un barniz democr¨¢tico a sus reg¨ªmenes, el combinado est¨¢ servido. Hosni Mubarak, presionado por Estados Unidos, se avino en febrero del pasado a?o a la ¨²nica reforma de peso en sus 25 a?os en el poder. Abri¨® la mano y permiti¨®, por primera vez en la historia del pa¨ªs, que el presidente de la Rep¨²blica fuera elegido de forma directa por el pueblo entre una pluralidad de candidatos. El engranaje del r¨¦gimen le garantizaba una victoria sin paliativos ni riesgos. La caja de Pandora se abri¨®. Espoleados por los t¨ªmidos aires de libertad, los Hermanos Musulmanes salieron a las calles, recuperaran su ancestral consigna "el islam es la soluci¨®n", e hicieron campa?a. El resultado, un avance espectacular de los islamistas en las dos primeras rondas electorales.
Saltan las alarmas
Entonces saltaron las alarmas. El monopolio del partido presidencial se sinti¨® amenazado y se retomaron los m¨¦todos de anta?o. La violencia manch¨® las urnas y los islamistas se quedaron al borde de un cupo que les hubiera permitido influir en la pol¨ªtica nacional y condicionar la acci¨®n del Gobierno. Apenas hubo cr¨ªticas externas. Dispar es la historia de L¨ªbano, donde los radicales islamistas accedieron al Parlamento tambi¨¦n a trav¨¦s del sufragio, pero gracias a la lucha armada. Al igual que los Hermanos Musulmanes, su consistencia procede de la amplia red de prestaciones sociales que han tejido y con la que han paliado las fallas del sistema liban¨¦s.
Islamistas como Mahdi Ahmed Husein, secretario general del Partido del Trabajo en Egipto, admiten que existe un tercer factor que les beneficia: el escaso peso de la oposici¨®n laica, asfixiada por reg¨ªmenes presidencialistas que sistem¨¢ticamente han bloqueado la aparici¨®n de figuras cr¨ªticas.
Todos estos factores se combinan y sirven para explicar la reciente victoria del movimiento palestino Ham¨¢s, pen¨²ltimo caso de ascenso del islamismo en el convulso escenario de Oriente Pr¨®ximo. Desde hace a?os, el grupo radical palestino colabora de distintas formas con Hezbol¨¢, hasta el punto de que ha llegado a copiar e implantar el sistema chi¨ªta de ayuda social. Ha sabido aglutinar el desencanto de la poblaci¨®n respecto a la acci¨®n de la Autoridad Nacional Palestina y en especial con Al Fatah, organizaci¨®n desgastada y desacreditada por la corrupci¨®n que desde hace cuarenta a?os monopoliza la lucha palestina, sin espacio para los opositores moderados. Adem¨¢s han sacado el m¨¢ximo r¨¦dito a una frase que recorre los territorios ocupados como un axioma revelador: basta de concesiones, mientras las concesiones no provengan de la otra parte, del enemigo.
?Existe una soluci¨®n? Hach Ahmad fija la mirada. Desde su astroso sill¨®n en una cafeter¨ªa del centro de El Cairo, en el izquierdista callej¨®n de los espa?oles, afirma: "Quiz¨¢ debemos dejarles gobernar para ver si son capaces de cumplir con sus promesas. Si no lo hacen bien, cuatro a?os despu¨¦s los echamos en las urnas. Eso es la democracia de la que nos hablan". "El problema", apostilla, "es que Occidente tiene miedo a su propia medicina, y aqu¨ª lo saben".
Javier Mart¨ªn es autor de Hizbulah. El brazo armado de Dios (Editorial Catarata).
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