Las nuevas izquierdas, Espa?a y Cuba
Durante los dos ¨²ltimos a?os se ha debatido con intensidad la llegada al poder, en Am¨¦rica Latina, de partidos y l¨ªderes de izquierdas. Ese ascenso, previsible desde fines de la d¨¦cada de los noventa, podr¨ªa reconfigurar el mapa pol¨ªtico de la regi¨®n en el transcurso de este a?o. Aunque candidaturas rivales, como las de Lourdes Flores, en Per¨², y Felipe Calder¨®n Hinojosa, en M¨¦xico, son fuertes, si la izquierda gana en el pa¨ªs andino, con Ollanta Humala, y en la gran naci¨®n fronteriza de Estados Unidos, con Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador, entonces estaremos en presencia de una Am¨¦rica Latina mayoritariamente regida por organizaciones nacionalistas, populistas o socialistas.
Los estudiosos m¨¢s serenos de la regi¨®n, empe?ados en calmar los ¨¢nimos, insisten en que la diversidad de esas izquierdas hace virtualmente imposible la conformaci¨®n de un bloque subcontinental contra la hegemon¨ªa de Estados Unidos y, mucho menos, contra la democracia representativa y la econom¨ªa de mercado: dos plataformas institucionales que la mayor¨ªa de esos partidos y l¨ªderes comparte. Piensan que si pol¨ªticos como Lula, en Brasil; Bachelet, en Chile, y L¨®pez Obrador, en M¨¦xico, se alinean a una izquierda moderada, dispuesta a preservar las instituciones de la democracia y el mercado y a negociar respetuosamente la vecindad con Estados Unidos, arrastrar¨ªan hacia esa corriente a otros gobiernos, como los de Kirchner, en Argentina; V¨¢zquez, en Uruguay, o Torrijos, en Panam¨¢, y contendr¨ªan al polo m¨¢s radical y desestabilizador, personificado por Castro, Ch¨¢vez, Morales y, eventualmente, Humala.
En Washington, por candidez o esp¨ªritu de wishful thinking, parece predominar esta visi¨®n optimista. El Gobierno de George W. Bush, tan odiado en las sociedades de la regi¨®n y tan criticado por el descuido de su pol¨ªtica hacia Am¨¦rica Latina, ha profundizado, en los dos ¨²ltimos a?os, el intercambio diplom¨¢tico con Brasil, Chile y M¨¦xico, da?ado por la oposici¨®n de esos pa¨ªses a la guerra de Irak. Adem¨¢s de tolerar las bravuconadas de Ch¨¢vez, Bush puso buena cara en la Cumbre de las Am¨¦ricas de Mar del Plata y el Departamento de Estado, por medio del subsecretario para Am¨¦rica Latina, Thomas Shannon, ha manifestado inter¨¦s en dialogar con el Gobierno de Evo Morales para mantener los programas de lucha contra el narcotr¨¢fico acordados con las anteriores administraciones bolivianas.
Esta disposici¨®n a dejar atr¨¢s la l¨®gica de la Guerra Fr¨ªa en las relaciones interamericanas tiene como trasfondo la certeza de que la diversidad ideol¨®gica de Am¨¦rica Latina puede preservar el equilibrio en la regi¨®n y que las nuevas izquierdas, aunque retomen valores y pr¨¢cticas de los viejos populismos, restablezcan la centralidad del Estado en ¨¢reas estrat¨¦gicas, incrementen el gasto p¨²blico y hasta ejerzan proteccionismos y subsidios, no regresar¨¢n al modelo de sustituci¨®n de importaciones ni degenerar¨¢n hacia la econom¨ªa planificada del comunismo. Como vaticinara Jorge G. Casta?eda en La utop¨ªa desarmada (1993), la izquierda postcomunista, en Am¨¦rica Latina, vuelve al redil de la tradici¨®n del nacionalismo populista de Vargas, C¨¢rdenas y Per¨®n, y se aparta del estatismo bolchevique de Lenin, Mao y Castro.
El diagn¨®stico, a pesar de su benevolencia, puede ser acertado en las pol¨ªticas internas de esa nueva izquierda. Si el antecedente de Ch¨¢vez, quien manipul¨® la Constituci¨®n democr¨¢tica de su pa¨ªs para perpetuarse en el poder, no se difunde demasiado, en unos cinco a?os esos gobiernos ser¨¢n sustituidos por l¨ªderes y partidos de otra orientaci¨®n ideol¨®gica. Sin embargo, en la pol¨ªtica internacional, las nuevas izquierdas latinoamericanas pueden jugar un papel retardatario en la universalizaci¨®n de la democracia y el respeto a los derechos humanos. Especialmente en un punto, el de la persistencia del totalitarismo cubano, esas izquierdas parecen estar negadas a expresar p¨²blicamente, siquiera, sus discordancias con un r¨¦gimen de partido ¨²nico, como el que desde hace 47 a?os subsiste en la isla, que encarcela a opositores pac¨ªficos y penaliza la libertad de asociaci¨®n y expresi¨®n.
Una de las mayores expectativas suscitadas por los nuevos liderazgos latinoamericanos fue su posible contribuci¨®n a un cambio democr¨¢tico en Cuba. Pero, por lo visto, ninguno de esos gobiernos quiere arriesgarse a perder el respaldo de una parte de su electorado, posicion¨¢ndose frente a la dictadura cubana. A lo sumo llegar¨¢n a la neutralidad de un Lula, pero ni siquiera cr¨ªticas a La Habana, como las de un Ricardo Lagos, se escuchar¨¢n con la misma intensidad en el nuevo Gobierno de Michelle Bachelet. En los tres ¨²ltimos a?os, el antiamericanismo ha crecido en la regi¨®n hasta sus puntos m¨¢s altos, despu¨¦s de la ca¨ªda del Muro de Berl¨ªn, y esas izquierdas todav¨ªa son incapaces de desligar el rechazo que sienten, pero no expresan, a la ausencia de libertades en Cuba, y la oposici¨®n a ciertas pol¨ªticas regionales de Estados Unidos.
Lejos de cualquier avance en la democratizaci¨®n de la isla, el efecto perverso de ese ascenso de la izquierda latinoamericana, en Cuba, est¨¢ a la vista de quien quiera ver. Euf¨®rico por el respaldo econ¨®mico y simb¨®lico de Ch¨¢vez, Fidel Castro ha dado marcha atr¨¢s a las t¨ªmidas reformas emprendidas a mediados de los noventa, limitando el "trabajo por cuenta propia", clausurando paladares, combatiendo las remesas de la emigraci¨®n como fuente prioritaria de ingreso, neutralizando la formaci¨®n de una clase media, asociada a las firmas o empresas mixtas, defenestrando a pol¨ªticos aperturistas e ideologizando a la ciudadan¨ªa, en rid¨ªcula versi¨®n de la Revoluci¨®n Cultural china, por medio de la llamada "Batalla de Ideas". As¨ª, mientras la nueva izquierda latinoamericana redescubre sus ra¨ªces populistas, el castrismo se aferra cada vez m¨¢s a su matriz totalitaria y comunista.
Es f¨¢cil predecir que, en los pr¨®ximos a?os, el tema de Cuba provocar¨¢ amplios desencuentros entre Estados Unidos y Am¨¦rica Latina. La discordancia entre esas regiones en cuanto al embargo norteamericano es conocida. Pero lo poco
que se avanz¨®, desde principios de los noventa, en la denuncia de violaciones a los derechos humanos en la isla y en las presiones diplom¨¢ticas a favor de la democracia cubana, puede revertirse a partir de ahora. La contenci¨®n del neopopulismo radical que, en la primera mitad de la d¨¦cada, ejercieron l¨ªderes como Ricardo Lagos, Vicente Fox, ?lvaro Uribe y Alejandro Toledo, seguramente ser¨¢ echada de menos en lo que queda del decenio. En este sentido, el papel de la Uni¨®n Europea, y en especial de Espa?a, puede ser decisivo.
Si el socialismo espa?ol, que es la izquierda m¨¢s moderna y menos proclive al chantaje del antiamericanismo en Iberoam¨¦rica, asume un rol moderador de los nuevos populismos en Am¨¦rica Latina y no oculta sus cr¨ªticas al totalitarismo cubano, tal vez las nuevas izquierdas de la regi¨®n se animen a contribuir a la transici¨®n democr¨¢tica en Cuba, sin miedo a las consabidas vendettas de Castro. Para los socialismos espa?oles se abre la oportunidad de confirmar su arraigo, como referente simb¨®lico, en las nuevas democracias latinoamericanas, evitando convertirse en caja de resonancia del odio a Estados Unidos, que enferma la cultura pol¨ªtica de estos pa¨ªses, y respaldando la negociaci¨®n de estrategias econ¨®micas y sociales que no sacrifiquen la libertad en nombre de la justicia.
Rafael Rojas es escritor y ensayista cubano, codirector de la revista Encuentro.
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