Peligrosos e irreverentes
El tribunal expulsa al cabecilla y a otro de los 12 reos juzgados por el mot¨ªn de Fontcalent por mofarse de los testigos
Llevan m¨¢s de media vida entre barrotes. Su vasto historial delictivo lo corona una de las m¨¢s sonadas revueltas carcelarias en Espa?a. Son los protagonistas del cruento mot¨ªn de la prisi¨®n de Fontcalent que, entre la ma?ana del 12 de noviembre de 1990 y la tarde del d¨ªa siguiente, tuvieron en vilo al Ministerio del Interior. Se sald¨® con el asesinato de un interno argelino. Por estos hechos, la Audiencia de Alicante los juzga desde el pasado d¨ªa 30 por segunda vez. La repetici¨®n del juicio (el Tribunal Supremo invalid¨® la vista de 2002 por considerar ilegal el sistema de videoconferencia), es tambi¨¦n un calco de la primera entrega en cuanto al perfil vital de los 12 acusados: los incriminados conservan su rango de potencial peligrosidad y mantiene la misma exagerada desinhibici¨®n ante el proceso.
Ayer, la pertinaz irreverencia de dos de los acusados colm¨® la paciencia del presidente del tribunal, el magistrado Jos¨¦ Daniel Mira Perceval, que acord¨® su expulsi¨®n.
El primer expulsado de la sala -el sal¨®n de actos de los Juzgados de Benal¨²a- fue Antonio Cort¨¦s Escobedo, principal acusado junto a Manuel Pinte?o por la muerte con un pincho del interno argelino.
El incidente se produjo sobre las 12.00, cuando uno de los testigos -funcionario de la prisi¨®n- relataba al tribunal c¨®mo se produjo la muerte del preso norteafricano durante el mot¨ªn. El testigo -protegido de la vista de los acusados por una mampara- concluy¨® su exposici¨®n acusando a Cort¨¦s de rematar a la v¨ªctima: "Le dio la vuelta. Le desgarr¨® la cazadora y le clav¨® cuatro veces un pincho en el pecho", dijo. El cabecilla de la revuelta glos¨® as¨ª la declaraci¨®n del funcionario: "Que le hagan la prueba de alcoholemia. Est¨¢ borracho".
La respuesta del presidente del tribunal, que ya hab¨ªa recriminado en anteriores ocasiones la conducta al procesado, fue contundente e inapelable: la expulsi¨®n del acusado de la sala de vistas.
Dos horas m¨¢s tarde, el procesado H¨¦ctor Guill¨¦n, otro de los l¨ªderes de la rebeli¨®n, segu¨ªa los pasos de su colega de banquillo. En este caso, el magistrado Mira Perceval consider¨® "excesiva" la respuesta del acusado -una sonora carcajada- al argumento de otro testigo (tambi¨¦n funcionario) para justificar el cambio de declaraci¨®n respecto a la obrante en el juzgado instructor. "En aquellos momentos, estaba en estado de choque", asever¨® el testigo.
Durante la invalidada vista oral de 2002, los acusados -entonces 19 internos- exhibieron el mismo talante ante el tribunal. En aquella ocasi¨®n no fue necesaria su expulsi¨®n f¨ªsica de la sala, ya que ¨¦stos declararon mediante el sistema de videoconferencia, desde la c¨¢rcel de Fontcalent. El Tribunal acord¨® aquella medida para preservar la seguridad del juicio debido a la peligrosidad de los imputados. Enrique Botella, letrado del primer acusado, consider¨® que el sistema vulner¨® los derechos fundamentales de los acusados y recurri¨® al Supremo. El alto tribunal le dio la raz¨®n y orden¨® repetir el juicio.
El proceso se ha repetido a la vieja usanza, es decir, con todas las partes en el mismo escenario. Pero, dado que los acusados mantienen su car¨¢cter de muy peligrosos, es un juicio blindado: En la sala, con los imputados esposados y con una fila de polic¨ªas a su espalda; y en el exterior, con medio centenar de polic¨ªas desplegados para abortar cualquier sue?o de fuga de los presos durante los traslados desde la c¨¢rcel hasta los juzgados.
Antonio Cort¨¦s Escobedo y H¨¦ctor Guill¨¦n s¨®lo volver¨¢n a la sala para o¨ªr los informes finales de las partes, previstos para el pr¨®ximo mi¨¦rcoles. Ellos y los otros 10 acusados se enfrentan a penas que oscilan entre los 36 y 179 a?os de c¨¢rcel, seg¨²n la calificaci¨®n inicial del fiscal.
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