Cajal retrata a sus lectores
Estar¨¢ usted esperando leer que Los t¨®nicos de la voluntad sigue tan vigente como en 1899, cuando sali¨® de la imprenta. No siga esperando. La ciencia de Cajal se adelant¨® tanto a su tiempo que, en efecto, no s¨®lo sigue vigente, sino que puede considerarse todav¨ªa un programa para la neurobiolog¨ªa de las pr¨®ximas d¨¦cadas. Pero ¨¦ste no es un libro de ciencia, sino de consejos para j¨®venes cient¨ªficos, espa?oles para m¨¢s se?as, y decimon¨®nicos para acabarlo de arreglar. Y ya sabemos que la ciencia espa?ola sigue estando relativamente atrasada en 2006, por supuesto, pero quien pretenda comparar a un joven investigador de hoy con esos oscuros habitantes del paleol¨ªtico, a los que obviamente se dirige Cajal en su obra, estar¨¢ abusando del t¨®pico hasta convertirlo en un insulto. Estos t¨®nicos de la voluntad ya no tienen valor como consejos, sino como retratos: el retrato de los j¨®venes cient¨ªficos de la Espa?a de 1898.
LOS T?NICOS DE LA VOLUNTAD
Santiago Ram¨®n y Cajal
Edici¨®n de Leoncio L¨®pez-Oc¨®n
Gadir. Madrid, 2005
373 p¨¢ginas. 19 euros
Los cinco mandamientos de Cajal al joven investigador lo dicen todo. El primero es la independencia de criterio, porque en la Espa?a de la ¨¦poca, m¨¢s que ense?ar a hacer ciencia, se impart¨ªan unas "gracias generosamente otorgadas por la Providencia a unos cuantos privilegiados, inevitablemente pertenecientes a las naciones m¨¢s laboriosas, es decir, a Francia, Inglaterra, Alemania e Italia, con cuya peregrina teor¨ªa, si sale malparada Espa?a, se injuria gravemente a la Providencia".
Si al lector actual le resulta extra?a esa irritaci¨®n castiza, m¨¢s le chocar¨¢ a¨²n el segundo mandamiento del neur¨®logo: el "patriotismo". Pero hay que ponerse en situaci¨®n. Recuerden que Cajal escrib¨ªa en 1898, y que esa palabra-taconazo quer¨ªa transmitir a los j¨®venes lo que hoy parece una perogrullada, pero que en absoluto lo era en la ¨¦poca: que de un laboratorio espa?ol pod¨ªa surgir una propuesta cient¨ªfica, por m¨¢s que desafiara a la Providencia extranjera.
Otros dos mandamientos, la
curiosidad intelectual y la perseverancia, son triviales y vigentes en todas las ¨¦pocas. Pero Cajal se pone realmente aragon¨¦s al cargar las tintas en el segundo, porque sabe que es ah¨ª donde hay que ganar la guerra: la masa de la producci¨®n cient¨ªfica de un pa¨ªs no la hace un genio suelto, sino cien mil peones. El neur¨®logo se revela aqu¨ª como un brillante sofista. Cuenta que ¨¦l mismo se vio poco menos que arrastrado a cursar Medicina en Zaragoza y que, exceptuada alguna asignatura a la que atendi¨® en vista de "est¨ªmulos paternos harto estimulantes y en¨¦rgicos para ser desatendidos", procur¨® mantenerse alejado de "todo empe?o de lucimiento acad¨¦mico" y concentrarse de lleno en "esas lecturas que inflaman la fantas¨ªa y la muda contemplaci¨®n de las bellezas del Arte y de la Naturaleza". Tras esa brillante descripci¨®n de su propia torpeza, el neur¨®logo procede a demostrar que sus logros cient¨ªficos se debieron exclusivamente a la perseverancia. Y remata el punto con el pobre Courtois, "del cual ha dicho un ingenioso escritor que no se sabe si fue ¨¦l quien descubri¨® el yodo, o si el yodo lo descubri¨® a ¨¦l". El quinto mandamiento es "el amor a la gloria", y no sigue vigente: ya no hace falta ense?ar estas cosas a los j¨®venes.
Cajal cre¨ªa que la vida y la mente humana eran dos misterios inaccesibles para la ciencia y aconsej¨® a los j¨®venes que evitaran distraerse con esas absurdas trampas filos¨®ficas. El primer misterio fue resuelto por dos j¨®venes cient¨ªficos apenas 15 a?os despu¨¦s de su muerte. Y los j¨®venes de ahora no s¨®lo esperan resolver el segundo, sino que esperan hacerlo con la ciencia de Cajal, cuyos trabajos han citado 2.975 veces en la ¨²ltima d¨¦cada. No lean este libro como un consejo. L¨¦anlo para conocer la oscura caverna de la que venimos.
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