Antifranquismo y fin de la dictadura
En los ¨²ltimos tiempos, algunos publicistas con pretensiones de historiadores revisionistas han pretendido dar nuevamente vida al t¨®pico de la debilidad extrema de la oposici¨®n a la dictadura franquista. La insistencia en tal formulaci¨®n podr¨ªa considerarse parad¨®jica si tenemos en cuenta que ni en la vida pol¨ªtica ni en la sociedad espa?ola est¨¢ asentada la relaci¨®n directa entre la lucha contra la dictadura y la democracia actual. Y no porque no existan s¨®lidos argumentos para fundamentarla. En efecto, si bien resulta evidente que el antifranquismo no logr¨® el derrocamiento del r¨¦gimen encabezado por Franco, tambi¨¦n lo es que existi¨® siempre una oposici¨®n organizada y que, desde el inicio de la d¨¦cada de 1960, la movilizaci¨®n sociopol¨ªtica, impulsada decisivamente por el activismo antifranquista, caus¨® una profunda erosi¨®n a la dictadura y contribuy¨® de manera determinante a su irreversible crisis.
Conviene destacar, en primer lugar, que la dictadura franquista tuvo que hacer frente siempre a una oposici¨®n organizada incluso en los primeros a?os de vida del Nuevo Estado, cuando la represi¨®n contra los vencidos alcanz¨® cotas extraordinarias. M¨¢s tarde, con la finalizaci¨®n de la II Guerra Mundial y la esperanza de que el hundimiento del fascismo en Europa alcanzar¨ªa tambi¨¦n a Espa?a, se produjo una notable reorganizaci¨®n y actividad de la oposici¨®n y un episodio de lucha armada contra la dictadura de notable entidad; s¨®lo hay que recordar lo declarado por Camilo Alonso Vega, director general de la Guardia Civil en la d¨¦cada de 1940 y posteriormente ministro de la Gobernaci¨®n desde 1957 hasta 1969, refiri¨¦ndose al fen¨®meno guerrillero, un problema de gran trascendencia, dijo, porque "perturbaba las comunicaciones, desmoralizaba a las gentes, destrozaba nuestra econom¨ªa, quebrantaba nuestra autoridad y nos desacreditaba en el exterior". Desde luego, la formulaci¨®n es exagerada pero reveladora del impacto del fen¨®meno. En todo caso, la oposici¨®n a la dictadura espa?ola en las d¨¦cadas de 1940 y 1950 fue notoriamente m¨¢s importante que la oposici¨®n a los reg¨ªmenes fascistas o a otras dictaduras europeas en tiempos de paz, a pesar del imponente aparato represivo desplegado por el franquismo.
Desde comienzos de la d¨¦cada de 1960, la progresiva extensi¨®n de una conflictividad social multiforme, que tuvo en el antifranquismo su motor esencial, comport¨® grav¨ªsimas consecuencias para la dictadura, aunque tal conflictividad no tuviera un car¨¢cter general y masivo y no lograra precipitar el fin del r¨¦gimen, como apuntan reiteradamente todos aquellos que quieren minimizar el papel de la oposici¨®n a la dictadura. Y es que ignoran que para evaluar el impacto del antifranquismo sobre el r¨¦gimen hay que tener muy presente la naturaleza del franquismo. El orden franquista se declaraba y era absolutamente incompatible con el conflicto social, que afirmaba haber erradicado definitivamente de la sociedad espa?ola, e identificaba la ausencia de conflictos con la paz de Franco, presentada como uno de sus activos fundamentales y adem¨¢s un rasgo definidor del r¨¦gimen. Por tanto, la quiebra de esa paz en cada conflicto social y la transgresi¨®n de la legalidad que comportaba, independientemente de su origen y dimensi¨®n, constitu¨ªa un desaf¨ªo que cuestionaba directamente al r¨¦gimen y que ¨¦ste consideraba que deb¨ªa combatir frontalmente, aunque ello le ocasionara nuevos y, a veces, graves problemas. Por otra parte, el franquismo era tambi¨¦n incompatible con toda forma de oposici¨®n, con lo que denominada gen¨¦ricamente la subversi¨®n o la anti-Espa?a, y para ello hab¨ªa creado y desplegado un formidable aparato represivo. Por tanto, para la dictadura, la existencia de conflictividad social y de una oposici¨®n pol¨ªtica activa significaba m¨¢s que un desaf¨ªo y una amenaza: constitu¨ªa la manifestaci¨®n del fracaso de un r¨¦gimen pol¨ªtico que hab¨ªa proclamado un Nuevo Orden donde ni el conflicto ni la oposici¨®n ten¨ªan cabida. En consecuencia, la conflictividad social y la acci¨®n opositora fueron muy desestabilizadoras para el r¨¦gimen y contribuyeron decisivamente a la aparici¨®n, ya en la d¨¦cada de 1970, de un problema del todo irresoluble para el franquismo: la falta de legitimidad democr¨¢tica. Ciertamente, el franquismo nunca la hab¨ªa tenido ni la hab¨ªa buscado, y hasta entonces tal carencia no hab¨ªa constituido un problema grave; pero desde finales de la d¨¦cada de 1960 adquiri¨® tal car¨¢cter, justamente porque la dictadura era desafiada y combatida interiormente de forma creciente, y porque al mismo tiempo sectores sociales y pol¨ªticos que le hab¨ªan dado su apoyo hasta entonces consideraban indispensable la aproximaci¨®n a las democracias europeas, algo imposible de alcanzar cuando la continuada acci¨®n represiva para contener el disentimiento demostraba cotidianamente que no se sustentaba en el libre consentimiento de los ciudadanos espa?oles.
Ahora que se ha empezado a reconocer socialmente el impresionante coste humano de la represi¨®n franquista de guerra y posguerra es oportuno recordar que la conflictividad social y la acci¨®n opositora que fueron determinantes para el final de la dictadura no resultaron gratuitas para sus impulsores; al contrario, tuvieron elevad¨ªsimos costes en forma de detenciones, torturas, condenas de prisi¨®n, exilio, p¨¦rdida del trabajo o de los estudios, etc¨¦tera. T¨¦ngase en cuenta que solamente los expedientes abiertos por el Tribunal de Orden P¨²blico desde su creaci¨®n en 1963 hasta su supresi¨®n en 1976 afectaron a m¨¢s de 50.000 personas, y un n¨²mero no insignificante sufrieron la actuaci¨®n de la jurisdicci¨®n militar.
El franquismo no se sustent¨® solamente en la coacci¨®n y la violencia, tuvo importantes apoyos sociales e institucionales y se benefici¨® de la pasividad de muchos, aunque no debe desconocerse que ello fue, al menos en parte, producto del miedo que logr¨® inocular en la sociedad espa?ola. Pero el antifranquismo en sus diversas manifestaciones no fue una exigua minor¨ªa de la sociedad, y s¨®lo desde la banalizaci¨®n fr¨ªvola o desde la manipulaci¨®n interesada puede minimizarse el papel de una inmensa minor¨ªa de trabajadores, estudiantes, profesionales e intelectuales que, ejerciendo derechos prohibidos, reclam¨¢ndolos o solidariz¨¢ndose con las v¨ªctimas de la represi¨®n rompieron el orden franquista y llevaron a la dictadura a un callej¨®n sin salida.
Carme Molinero y Pere Ys¨¤s son miembros del Centro de Estudios sobre las ?pocas Franquista y Democr¨¢tica de la UAB.
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