Fantas¨ªa en la torre
La Torre Agbar preside Barcelona. El nuevo s¨ªmbolo de la ciudad ha creado una nueva ¨¢rea urbana y ha abierto paso a una nueva generaci¨®n de rascacielos. Menos conocido es su interior, un aut¨¦ntico paso adelante en color y dise?o.
Hace unos a?os, a nadie se le hubiera pasado por la cabeza viajar a Barcelona y, entre los monumentos, visitar la sede de la compa?¨ªa de aguas. Lo habitual era que s¨®lo unos pocos arquitectos atravesaran la ciudad para contemplar un edificio ins¨®lito. Pero, hoy, la arquitectura de vanguardia protagoniza renaceres urbanos y reorganiza recorridos tur¨ªsticos. Los nuevos monumentos saltan desde el extrarradio para competir con el centro. La Torre Agbar de Barcelona, dise?ada por el franc¨¦s Jean Nouvel (asociado al equipo espa?ol b720) es lo primero que se ve ahora al sobrevolar la capital catalana. Luego es raro encontrar un punto del Ensanche desde el que no se adivine la presencia esquiva de una torre construida con reflejos centelleantes.
El edificio de Nouvel es un rascacielos de nuestro tiempo: escurridizo y misterioso
A pesar de que el mar la abraza por un lado, y la monta?a la empuja por el opuesto, Barcelona sigue siendo una urbe en expansi¨®n. O en transformaci¨®n: no le queda espacio para crecer. Se queda sin suelo, y algunas empresas optan por trasladarse a Madrid. Por eso, parece evidente que el futuro urbanismo barcelon¨¦s ser¨¢ vertical. As¨ª lo corroboran los planes del presente. Junto a la Torre Agbar est¨¢ previsto que crezca un edificio de 130 metros de fachada ondulada. El madrile?o Federico Soriano es el autor de este vecino al que Jean Nouvel no da la bienvenida: "Nadie me avis¨® del edificio de Soriano". La Torre de las Glorias albergar¨¢ oficinas del Ayuntamiento de la ciudad. No lejos, en la Barceloneta, Ricardo Bofill proyect¨® el edificio Vela, un rascacielos de 170 metros de altura en forma de velero que el consistorio ha obligado a reducir a 100. Otro franc¨¦s ilustre, Dominique Perrault, est¨¢ dise?ando para el Grupo Habitat un rascacielos con una piel de cemento perforada como un queso emmental que alcanzar¨¢ los 120 metros de altura. En La Sagrera, Frank Gehry est¨¢ dise?ando una de las seis torres de oficinas que rodear¨¢n la estaci¨®n del AVE. Y para este a?o est¨¢ prevista la conclusi¨®n del rascacielos de Gas Natural, un edificio de 100 metros de altura obra p¨®stuma de Enric Miralles. Se cuentan por docenas los rascacielos con vocaci¨®n de sede singular que se levantan en la ciudad. En ese contexto, ?qu¨¦ hace especial a la Torre de la compa?¨ªa de Aguas de Barcelona?
La sorpresa puede ser la respuesta. Un contexto en el que nada parece sorprender y algo lo consigue es la primera clave del ¨¦xito. La falta de competencia viene despu¨¦s, es una consecuencia de ese ¨¦xito. Obviamente, es m¨¢s f¨¢cil destacar donde nada lo hace. Hablamos de lugares inesperados: un barrio industrial, una zona sin urbanizar, una autopista. Son esos espacios, a¨²n sin definir, los que permiten las mayores osad¨ªas. As¨ª, con 142 metros de altura, 32 plantas y 132.000 euros de presupuesto, la Torre Agbar es el nuevo icono barcelon¨¦s porque no tiene competencia. A su lado, hasta la Sagrada Familia se queda peque?a. Como suele ocurrir, la altura de los nuevos edificios es un reclamo importante, pero esta torre no bate un r¨¦cord de altura. Es el tercer edificio de la ciudad, por detr¨¢s de la Torre de Telecomunicaciones, de Norman Foster, en Collserola, que mide 285 metros y las Mapfre y del Hotel Arts con 157 y 158 metros. Sin embargo, parece el m¨¢s alto. ?Por qu¨¦? Porque est¨¢ aislado. Lo rodea un vac¨ªo urbano que la hace emerger, casi despegar visualmente del suelo. Y, adem¨¢s, y sobre todo, el edificio de Nouvel es un rascacielos de su tiempo: ambiguo, escurridizo y misterioso. Concita los adjetivos que hoy valoramos por encima de la precisi¨®n y la certeza. Sus calificativos se le podr¨ªan aplicar a la ¨¦poca que vivimos. La torre habla distintos idiomas y tiene mensajes para todos. ?El secreto? Su autor asegura que la torre es como un g¨¦iser y que representa las formas redondeadas de la monta?a de Montserrat. Est¨¢ en todo: abarca lo inexplicable y la tradici¨®n con un mismo gesto. As¨ª, el arquitecto franc¨¦s habla sin pudor de referentes tan opuestos como la piedra y el agua. Y no le falta raz¨®n. La torre cambia y se desdibuja. Por eso resulta tan actual. Por eso es interpretable y, a pesar de su ingente tama?o, tiene un aire leve, casi evanescente, y no parece real. Aunque est¨¢ claro que es real. Es m¨¢s que real: ha construido a su alrededor una nueva realidad. Ha transformado la zona de extrarradio en la que se alza en un nuevo centro urbano. Ni siquiera hace falta llegar hasta ella para verla, porque se da a conocer. Su omnipresencia es un punto en com¨²n compartido por los nuevos monumentos urbanos, las atracciones de un turismo curiosamente culto que redibuja las ciudades. Al tradicional gran tama?o de los monumentos, sumamos, como siempre, su ubicaci¨®n estrat¨¦gica. Aunque la estrategia sea ahora otra: el monumento conmemora el ¨¦xito econ¨®mico de una empresa que da servicio a 37 millones de clientes en tres continentes. Si por fuera es esquiva y parece flotar, por dentro los colores que recortan los muros, la falta de tabiques y la planta el¨ªptica rompen el patr¨®n sobrio de un edificio de oficinas. En lo alto del piso 31, una c¨²pula cristalina, de 250 toneladas, alberga la direcci¨®n. Y tambi¨¦n la esencia de la torre: un mirador transparente que difumina la barrera entre el edificio y la ciudad y que Agbar est¨¢ estudiando abrir al p¨²blico. De producirse, la apertura tambi¨¦n ser¨ªa un hito. Barcelona crece en vertical y, sin embargo, s¨®lo tiene los miradores naturales de Montju?c, la monta?a del Tibidabo o el parque G¨¹ell, sobre el Carmelo.
Si la torre por fuera representa la renovaci¨®n del mundo urbano, por dentro refleja la renovaci¨®n empresarial. El interior ha querido ser como el exterior. Se hace eco de los 40 tipos de paneles coloreados que abrigan la fachada. El arquitecto Gerardo Garc¨ªa de Ventosa firma el dise?o de las 21 plantas de oficinas que ocupa la compa?¨ªa Agbar. M¨¢s de 20.000 metros cuadrados de despachos at¨ªpicos, vibrantes, realizados con combinaciones sutiles de cristales transl¨²cidos y metacrilatos de 12 tonos. El proyecto est¨¢ hecho a medida. Los muebles son especiales: en lugar de modificar las estancias, parecen iluminarlas. Las sillas de la cafeter¨ªa dise?adas por Roberto Barbieri salpican de rojo, amarillo y azul la planta circular del edificio, y los contenedores de las oficinas tambi¨¦n dejan pasar la luz y funcionan como grandes l¨¢mparas. En los despachos de Agbar no se aprecian jerarqu¨ªas. As¨ª, tambi¨¦n la indefinici¨®n exterior se refleja dentro de la torre sin descuidar el orden. Mejores o peores, los empleados de estas oficinas tienen vistas sobre la ciudad. Algunos, no obstante, se han quejado de falta de intimidad, del mareo que supone trabajar en medio de un c¨ªrculo. Poco importa. Cuando los edificios eligen dibujar una ciudad, las necesidades de sus usuarios pasan a un segundo plano. Que se lo pregunten a los inquilinos del legendario rascacielos Seagram que Mies van der Rohe levant¨® en Manhattan hace 55 a?os. Sus persianas s¨®lo admiten tres posiciones: levantada, bajada o detenida en el centro. La iluminaci¨®n artificial desnuda la Torre Agbar al llegar la noche. 4.500 luminarias instaladas en la fachada transforman el rascacielos en una gigantesca l¨¢mpara. As¨ª, si el interior de la Torre Agbar respira Barcelona cuando la ciudad se cuela por cada una de sus 4.400 ventanas, la ciudad, en justo pago, respira Torre Agbar.
Un edificio de futuro
Un cerebro controla el consumo energ¨¦tico de la Torre Agbar. El sistema VRV divide cada planta de 1.000 metros en 27 zonas de temperaturas distintas. Evita caldear los despachos vac¨ªos o las zonas de almac¨¦n, seg¨²n un orden que puede cambiar cada d¨ªa. La iluminaci¨®n tambi¨¦n se regula autom¨¢ticamente, en funci¨®n del grado de ocupaci¨®n. No es preciso apagar luces, un ordenador las controla. Adem¨¢s, las luminarias en el falso techo sirven para renovar el aire, y algunas de las 60.000 piezas del brie soleil que protege la fachada sujetan placas fotovoltaicas que acumulan energ¨ªa solar.
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