Normalizaci¨®n
El ¨¦xito es un caos. O por lo menos un desorden organizado. Barcelona estren¨® ayer el congreso 3GSM, complicadas siglas que esconden uno de los grandes triunfos de la Fira de Barcelona, que ¨²ltimamente ten¨ªa poco que celebrar por la competencia de Ifema, la feria de Madrid. El congreso de telefon¨ªa m¨®vil de tercera generaci¨®n, robado a Cannes -que ha albergado las ¨²ltimas ediciones y tendr¨¢ que conformarse, a falta de m¨®viles, con el glamour de su festival de cine-, irrumpi¨® ayer en las faldas de la monta?a de Montju?c. Y en la primera jornada, el congreso se convirti¨® en un l¨ªo enorme. Se cumplieron con creces todas las expectativas de visitantes profesionales -unos 50.000-, con el cartel de completo en todos los hoteles de Barcelona y los taxis desaparecidos como en un d¨ªa de lluvia. Pero aparecieron tambi¨¦n los problemas: largas colas, fallos en los ordenadores -al menos, en los habilitados para la prensa- y una dificultad a?adida, el idioma. En pleno debate sobre la lengua, ni castellano ni catal¨¢n: ingl¨¦s.
En pleno debate sobre la lengua, ni rastro de castellano o catal¨¢n en el congreso de telefon¨ªa m¨®vil Barcelona 3GSM
A las diez de la soleada ma?ana de ayer, la plaza de Espanya se ti?¨® de oscuro. La diversidad de razas, edades y sexos entre los visitantes del congreso ten¨ªa en com¨²n el anodino traje y corbata, preferentemente en tonos grises, negros, marrones o azules oscuros que contrastaban con el espl¨¦ndido cielo y las torres rojizas de la feria. Ya dentro, si algo de lo que se mov¨ªa ten¨ªa un toque de color, era mujer. Y preferentemente azafata. Los ap¨®stoles de la normalizaci¨®n ling¨¹¨ªstica tienen en la feria una buena piedra de toque. Nada de castellano, por supuesto nada de catal¨¢n, ni en los carteles ni en el lenguaje vehicular. El idioma de la feria es el ingl¨¦s, en los shows y en las conferencias, hasta la atenci¨®n al p¨²blico o a la prensa. El 3GSM se podr¨ªa celebrar en Katmand¨² y no habr¨ªa diferencias con el idioma, ni en la organizaci¨®n ni en sus empleados.
Desde las alturas de sus 1,85 metros, Rachel reparte folletos de Nortel en la feria. Viene de Londres. Ya estuvo el a?o pasado en Cannes. "Aqu¨ª hay m¨¢s sitio, pero hace m¨¢s fr¨ªo", afirma, a pesar del tan cacareado clima mediterr¨¢neo, orgullo de la ciudad. Colin acaba de aterrizar. Un Shanghai-Barcelona con escalas. Es chino, trabaja para la empresa china ZTE y cuando acabe el congreso le espera otro largo Barcelona-Shanghai. "La feria no es tan grande", se r¨ªe. Amelia Liu, vestida con impecable traje gris, procede tambi¨¦n del drag¨®n asi¨¢tico. Va a pasar tres d¨ªas en Barcelona, ciudad que visita por primera vez. Espera darse "un buen tour por la ciudad". Rachel, Colin y Amelia no hablan una sola palabra de castellano, por supuesto.
Herr De Bronx, de la alemana Sagem, es un veterano en ferias 3GSM. "He estado en un mont¨®n y aqu¨ª en Barcelona hay m¨¢s espacio que en Cannes, pero las salas de exhibici¨®n est¨¢n lejos de las salas de conferencias", se queja. Tampoco habla espa?ol. Su compa?era, disfrazada de bailarina, s¨ª habla un aceptable castellano. ?De qu¨¦ parte de Alemania procede? "No, soy h¨²ngara". No hay suerte.
En el escalaf¨®n de trabajos de la feria hay que descender hasta los servicios al visitante para encontrar alg¨²n rasgo latino. Concretamente, el vigilante. Llam¨¦mosle Tom¨¢s. "S¨ª, espa?ol, de los pocos que quedamos", dice. ?Qu¨¦ ha visto a lo largo de la primera jornada? "Aqu¨ª viene la gente a comer. Mucho cuento veo". Con estas declaraciones, compr¨¦ndase que el nombre sea ficticio. En el escapulario de un se?or moreno y bajo aparece un nombre castizo: Manuel L¨®pez. Por fin un espa?ol. "No, boliviano. Trabajo para la suiza Comforme desde hace 15 a?os. Ya hab¨ªa estado en Cannes el pasado a?o. Barcelona me parece fabulosa, y sus instalaciones, tambi¨¦n". Nuevo intento, esta vez en la cafeter¨ªa. Adri¨¢n sirve coffee y cookies gratis a todo el que se acerque. "Soy uruguayo y vivo aqu¨ª desde hace tres a?os. Es la primera vez que trabajo en algo as¨ª. Me pagan 8,5 euros la hora. No est¨¢ mal".
Elegantemente vestida, una joven pelirroja ense?a tel¨¦fonos m¨®viles a todo aquel que se le acerca. ?Irlandesa, escocesa? Se admiten apuestas. "Yo de aqu¨ª, Blanca Bargu?¨®". Por fin. Habla varios idiomas y sobre todo ingl¨¦s, sin el cual la organizaci¨®n no contrata ni al tipo que ordena la cola de los taxis. Blanca es una veterana de las ferias. "La ¨²ltima fue la del autom¨®vil. El p¨²blico es muy diferente. Aqu¨¦l es m¨¢s mir¨®n. Aqu¨ª vienen m¨¢s a la faena", resume. A Blanca le pagan 115 euros al d¨ªa, casi como a Mariam, otra espa?ola que presenta tambi¨¦n un curr¨ªculo con un mont¨®n de idiomas. "Hay much¨ªsimos orientales", dice. A ella la ha contratado LG, una firma coreana. En el exterior, la perfecta organizaci¨®n llega hasta la cola de taxis, donde cuatro o cinco chicos con chalecos -con una inscripci¨®n en la que puede leerse "Transportation Team"- embarcan a los congresistas de regreso al hotel. Uno de ellos se rebota cuando se le pregunta si le han exigido conocimientos b¨¢sicos de ingl¨¦s. "De b¨¢sicos nada, conversaci¨®n fluida".
?ltima parada: Opening party, fiesta hasta las nueve de la noche. Cava, vinos de la tierra y una deliciosa fideu¨¤ con alioli, ahora s¨ª. Para amenizarla, los diables de L'Arbo?. El folclor desata una lluvia de fotos -desde los m¨®viles de ¨²ltima generaci¨®n, por supuesto-. En medio de los tambores y los diables, aparecen varios se?ores vestidos con faldas escocesas. La normalizaci¨®n debe de ser esto.
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