La gamba
Que el mejor cine americano se est¨¢ haciendo en la televisi¨®n, al margen de que este a?o hay grandes pel¨ªculas, lo prueban series como Los Soprano o Ley y Orden, que basa sus episodios en este tipo de sucesos dram¨¢ticos que certifican cu¨¢l es la temperatura urbana. En Ley y Orden aparecen casos como los que han sacudido estos d¨ªas los cimientos de la asistencia social neoyorquina: el maltrato de ni?os a manos del novio de su madre. La historia se repite de forma tan exacta que parecer¨ªa que los protagonistas obedecen a un gui¨®n: madre jovenc¨ªsima, hispana, con ni?os de padres diferentes, que se mantiene gracias a las ayudas sociales y que baja la cabeza cuando sus hijos son furiosamente atacados. Dos criaturas han muerto en las ¨²ltimas semanas: una ni?a de siete a?os en Brooklyn, a la que el torturador duch¨® previamente con agua fr¨ªa antes de darle el golpe mortal, y un ni?o de cuatro del Bronx que fue estampado contra la pared. Las series suelen traducir en ficci¨®n aquella realidad que sacude la conciencia del ciudadano, pero adolecen de ese otro tipo de sucedidos de naturaleza tragic¨®mica que completan el retrato de esta sociedad estrafalaria. Meses atr¨¢s, un peletero de New Jersey decide invitar a su familia a comer a un japon¨¦s que se ha hecho popular por a?adir un componente de emoci¨®n al sushi: desde la barra, el cocinero oriental lanza gambas a los clientes. Los clientes abren la boca como si fueran focas para cazarlas al vuelo. El japon¨¦s se emociona y a veces tira a dar, y el cliente, entre risas, en vez de intentar hacerse con la gamba se limita a esquivarla. Nuestro peletero, al ver que el proyectil mar¨ªtimo le viene directamente a un ojo, hace un requiebro raro con el cuello. Dos d¨ªas despu¨¦s, el peletero muere. La familia se querella contra el restaurante, el abogado afirma (sin sonrojarse) que la pr¨¢ctica de lanzamiento de gamba ha sido la causante directa de la muerte y exige indemnizaci¨®n. Los peri¨®dicos, sin poder entregarse por completo al cachondeo, por aquello del muerto, reflejan con iron¨ªa el fallo del juez, que viene a decir: se?ores, lloren al muerto pero, por Dios, no me tengan morro. Una sentencia sensata en una sociedad donde pide el que no debe y aguanta el que nada tiene.
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