?Qu¨¦ se sabe de ETA?
Dentro de ocho d¨ªas se cumplen mil desde el ¨²ltimo atentado mortal de ETA. Estos 33 meses sin muertes son el primer argumento de Zapatero para justificar su optimismo sobre la proximidad del fin de ETA, a despecho de la continuidad de atentados mafiosos como el de hace dos d¨ªas. En su comparecencia del viernes pasado tambi¨¦n se refiri¨® a informes de los servicios secretos que avalar¨ªan su posici¨®n. Se ignora su contenido, pero parece probable que guarden relaci¨®n con lo que, citando fuentes del CNI, publicaba la revista Tiempo el 26 de septiembre: que la banda ya hab¨ªa tomado la decisi¨®n de abandonar las armas, pero se reservaba el derecho de administrar los ritmos del proceso. Esto encaja con el mensaje que desde hace meses difunden algunos dirigentes de Batasuna: que aunque ETA siga realizando, por razones internas, atentados -sin v¨ªctimas-, no volver¨¢ a matar. Un tercer elemento, conocido por diversas filtraciones, ser¨ªa la recepci¨®n por el presidente, poco despu¨¦s de llegar a La Moncloa, de un mensaje en el que ETA mostraba su disponibilidad para un acuerdo en t¨¦rminos de paz por presos.
Incluso si ese mensaje hubiera sido mal interpretado, lo que cuenta es que la receptividad demostrada al mismo ha creado unas expectativas que han llevado a ETA a interrumpir los asesinatos, y a la poblaci¨®n vasca, incluyendo las bases sociales de Batasuna, a dar por hecho que el tiempo de la lucha armada ha concluido. En esas condiciones, cada d¨ªa que pasa sin muertos hace m¨¢s improbable la vuelta atr¨¢s. Entre otras cosas porque la gente de Otegi sabe que su futuro pol¨ªtico -que pasa por su vuelta a la legalidad- depende de que ETA no mate. Frente a esto se objeta que si ETA renuncia a las armas ser¨¢ porque piensa que puede alcanzar sus objetivos sin matar. Pero una ETA que no mata ya no es ETA. Podr¨¢ seguir siendo por alg¨²n tiempo una mafia, como el IRA tras el acuerdo de Viernes Santo, pero ya no ser¨¢ ETA. Y una Batasuna sin la sombra de ETA dando credibilidad a sus amenazas, tampoco ser¨¢ ya Batasuna.
En eso consiste la derrota de las armas: en conseguir que la eficacia policial y judicial y la firmeza pol¨ªtica -la negativa a hacer concesiones a los terroristas- les convenza de que la violencia ya no es ¨²til para acercar sus objetivos. No se trata de que renuncie a ellos, sino a imponerlos por la fuerza. Hasta es posible que la desaparici¨®n de ETA refuerce electoralmente al nacionalismo radical a costa del PNV, como ha ocurrido en Irlanda. Ello plantear¨ªa un problema pol¨ªtico, pero ya sin el condicionante del terrorismo. Ning¨²n problema se resuelve nunca del todo; m¨¢s bien se transforma en otro diferente.
Se desconoce si las expectativas de tregua sembradas por el Gobierno derivan de alg¨²n contacto indirecto con la banda o s¨®lo de la palabra de Batasuna. ?Qu¨¦ pasa si, con la intenci¨®n de dividir a los partidos o de tantear la resistencia del Estado, hay tregua pero no compromiso de disoluci¨®n? La resoluci¨®n del Congreso establece que ser¨¢ condici¨®n para cualquier iniciativa ulterior la existencia de garant¨ªas de que el abandono de la violencia es definitivo. Esa ser¨¢ la respuesta, pero su eficacia pol¨ªtica (su credibilidad para ETA) depende en gran medida de la actitud de los partidos nacionalistas. El PNV de Imaz se atiene al compromiso que suscribi¨®, pero otros partidos y dirigentes nacionalistas lo rompen al exigir al Gobierno concesiones por adelantado en relaci¨®n a los presos.
El margen es estrecho. La resoluci¨®n del congreso excluye cualquier precio pol¨ªtico y las asociaciones de v¨ªctimas acaban de manifestar su rechazo a cualquier iniciativa que implique medidas de gracia para los etarras. Esto remite a la necesidad de recomponer algo parecido al Pacto Antiterrorista. No s¨®lo para compartir los riesgos en caso de fracaso, sino para que el PP haga pesar su influencia sobre esas asociaciones, y sobre los millones de ciudadanos que reclaman el cumplimiento ¨ªntegro de las condenas. Del mismo modo que el PSOE hizo pesar su influencia para legitimar la norma que ilegaliz¨® a Batasuna. Una pol¨ªtica de recuperaci¨®n del consenso no consiste s¨®lo en reclamarlo, sino en tomar iniciativas que lo favorezcan (como una entrevista Zapatero-Rajoy, discreta si hace falta); y en evitar tomar otras que la dificulten (?era imprescindible cesar ahora a Fungairi?o?). A favor del acuerdo est¨¢ el dato de que esta vez no se trata de un intercambio de paz por presos como condici¨®n previa al alto el fuego; sino de legalizaci¨®n de Batasuna por compromiso verificable de retirada de ETA. Lo otro ser¨ªa la consecuencia de un periodo de comprobaci¨®n de que la renuncia a matar es irreversible.
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