De h¨¦roes y piratas
El autor critica, a prop¨®sito del ataque a la Fiscal¨ªa General del Estado por parte de una asociaci¨®n, el comportamiento de algunos sectores conservadores del colectivo de fiscales.
Resulta meridianamente claro para cualquier actor de la vida p¨²blica, en cualquiera de sus facetas, que el silencio -o peor, la complacencia- se convierte, en determinadas circunstancias, en c¨®mplice de actitudes ajenas que pueden acabar por deslegitimarnos a todos, degradando y diluyendo de ese modo la calidad esencial de las reglas b¨¢sicas del juego democr¨¢tico. Aunque acaso ¨¦se y no otro sea el fin pretendido por algunos: crear el caos, aplicar una pol¨ªtica de tierra quemada incendiando hasta l¨ªmites insoportables el normal funcionamiento de las instituciones para conseguir alg¨²n r¨¦dito, por insignificante e incluso rid¨ªculo que pueda ser, en el corto o medio plazo: siempre les cabe la esperanza de que un cambio de signo en el poder pol¨ªtico les recompense de tanto sacrificio a¨²n a costa de convertir el patio de juego en un barrizal impracticable.
La Asociaci¨®n de Fiscales us¨® el 'caso Fungairi?o' como una estrategia de acoso y derribo
Es en ese contexto, y no en ning¨²n otro, en el que debe enmarcarse la posici¨®n adoptada el pasado martes d¨ªa siete de febrero por la Asociaci¨®n de Fiscales en la reuni¨®n del Consejo Fiscal, asociaci¨®n de car¨¢cter conservador conforme a las etiquetas period¨ªsticas de uso com¨²n (el nombre, aclaro para los no iniciados, es equ¨ªvoco y proviene de aquellos tiempos en donde s¨®lo exist¨ªa una asociaci¨®n de fiscales: afortunadamente y desde hace 20 a?os el pluralismo hizo confluir otras siglas). En el seno del Consejo Fiscal, dicha asociaci¨®n solicit¨®, por primera vez en dicho ¨®rgano desde que tenemos memoria de ello, la dimisi¨®n de un Fiscal General del Estado, pretextando su actuaci¨®n en el caso Fungairi?o, dimitido de su puesto hace pocas fechas. No sorprende la petici¨®n de dimisi¨®n, articulada ya por dicha asociaci¨®n desde la tan sonada renuncia, asumiendo por cierto la defensa exacerbada del ya ex fiscal jefe de la Audiencia Nacional, con un empe?o digno de mejor causa, y con olvido de sus propios posicionamientos expresados en los ¨²ltimos a?os tanto respecto de este mismo caso en particular como respecto de otros, en los que convirti¨® su silencio y hasta su apoyo expl¨ªcito en arietes imprescindibles para la voladura de significados fiscales jefes, cuya no idoneidad para los puestos a cuya renovaci¨®n optaban dieron por tan supuesta que a¨²n hoy desconocemos las razones, pese a haber emplazado reiteradamente a sus portavoces a explicarlo.
No sorprende pues un posicionamiento asociativo postulando la dimisi¨®n o cese del fiscal general del Estado -posicionamientos que todos hemos efectuado en los ¨²ltimos a?os-; lo que causa perplejidad es el momento y la forma elegidos: ?en un ¨®rgano consultivo! Y no s¨®lo eso, sino la finalidad, los intereses, la sospechosa coincidencia -sin duda puramente aleatoria, claro- con la conocid¨ªsima estrategia de alguno de los partidos pol¨ªticos de nuestro pa¨ªs.
Alguna vez habr¨¢ que decirlo alto y claro: la Asociaci¨®n de Fiscales compareci¨® el martes en el Consejo Fiscal utilizando el caso Fungairi?o como mero bander¨ªn de enganche para practicar una estrategia de acoso y derribo que excede de lo meramente asociativo. Ni siquiera les cabe la disculpa de una defensa corporativa del antiguo fiscal jefe, a quien ahora sorprendentemente tratan de mitificar en el contexto de una cr¨ªtica generalizada a la pol¨ªtica de nombramientos -respecto de la cual, todos, por cierto, alguna vez hemos discrepado- porque dicha disculpa no es cre¨ªble... y porque tambi¨¦n hicieron uso de cuestiones con menos trascendencia para la opini¨®n p¨²blica, como los borradores que regulan los traslados asociados a los ascensos de categor¨ªas de los fiscales, con ese mismo fin, habi¨¦ndose asegurado antes de alarmar lo suficiente a un amplio n¨²mero de fiscales como para garantizarse que gozar¨ªan luego de la suficiente atenci¨®n esc¨¦nica y medi¨¢tica. Se trata de quemar el patio, como dijimos, o sembrar el caos para conseguir apoderarse, por fin, del barco. Con ese mismo prop¨®sito suman sus esfuerzos profesionales y colectivos muy diversos sobre los que no nos corresponde opinar..., pero hay que decir que no todo vale.
Produce un cierto hast¨ªo tener que repetir lo m¨¢s obvio: cada instituci¨®n del Estado tiene un rol perfectamente asignado en la arquitectura constitucional y legal de nuestro pa¨ªs, y tanto la elaboraci¨®n de informes no solicitados a ¨®rganos de car¨¢cter consultivos, por ejemplo, como el sobredimensionamiento del Consejo Fiscal para convertirlo en centro de la batalla pol¨ªtica, cuestionando permanentemente el normal funcionamiento de las instituciones, acabar¨¢ por perjudicarnos a todos.
Resulta obvio, por lo dem¨¢s, desde una perspectiva progresista, el problema de fondo, expuesto sin rodeos en otras ocasiones por otros compa?eros fiscales: algunos sectores conservadores se creen en su derecho a ostentar el monopolio del poder, bien por creer que les ha sido concedido por ley natural o sencillamente por herencia o derecho de conquista, de forma que asisten at¨®nitos a estos ciclos en donde el poder pol¨ªtico e institucional cambian -incluso sorpresivamente- de manos, y se rasgan las vestiduras pensando que el orden natural de las cosas ha sido subvertido. Y claro, desde esa rancia posici¨®n deslegitimadora de no aceptaci¨®n que los mecanismos de participaci¨®n y selecci¨®n propios de un sistema democr¨¢tico son otros, se entiende esta llamada a rebato en donde todos pugnan por parecer m¨¢s voluntariosos que los dem¨¢s, incluso sin mediar previa provocaci¨®n: les sale as¨ª de natural y no dejar¨¢n de clamar hasta que finalmente se haga el caos y de ese modo, hasta invocando a la Providencia si es necesario, vuelvan a ostentar el poder, reiterando un pesad¨ªsimo antecedente de al menos 500 a?os de historia.
Frente a ello y frente a ellos, el colectivo profesional progresista al que pertenezco debe asumir su papel de resistir este abordaje pirata a la naturaleza de las cosas, a¨²n a riesgo -ya descontado- de ser inmediatamente descalificados por eficaces portavoces de todo tipo que tienen asegurado que... no contar¨¢n con nuestro silencio.
Miguel A. Arias Senso es vicepresidente de la Uni¨®n Progresista de Fiscales.
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