Los verdaderos costes de la guerra de Irak
Las cosas m¨¢s importantes de la vida -como la vida misma- son inestimables. Pero eso no significa que las cuestiones relacionadas con la conservaci¨®n de la vida (o de un modo de vida), como la defensa, no puedan someterse a un an¨¢lisis econ¨®mico fr¨ªo y minucioso. Poco antes de la actual guerra de Irak, cuando Larry Lindsey, economista de la Administraci¨®n de Bush, insinu¨® que los costes podr¨ªan variar entre los 100.000 y los 200.000 millones de d¨®lares, otros funcionarios pusieron enseguida objeciones. Por ejemplo, Mitch Daniel, director de la Oficina de Gesti¨®n y Presupuesto, cifr¨® el c¨¢lculo en 60.000 millones. Ahora parece que las previsiones de Lindsey se quedaron excesivamente cortas. Preocupado por el hecho de que el Gobierno de Bush pudiera habernos enga?ado a todos respecto a los costes de la guerra de Irak igual que hab¨ªa hecho con las armas de destrucci¨®n masiva de Irak y el v¨ªnculo con Al Qaeda, me un¨ª a Linda Bilmes, una experta en temas presupuestarios de Harvard, para analizar la cuesti¨®n. Incluso nosotros, que nos opusimos a la guerra, nos quedamos at¨®nitos ante lo que hallamos, ya que los c¨¢lculos entre prudentes y moderados variaban desde algo menos de un bill¨®n de d¨®lares a m¨¢s de dos billones.
Nuestro an¨¢lisis empieza con los 500.000 millones de d¨®lares de los que habla abiertamente la Oficina Presupuestaria del Congreso, cifra que de por s¨ª es diez veces m¨¢s alta de lo que el Gobierno dijo que costar¨ªa la guerra. Su c¨¢lculo se queda tan corto porque las cifras publicadas ni siquiera incluyen todos los costes presupuestarios de la Administraci¨®n. Y los costes presupuestarios son s¨®lo una fracci¨®n de los costes soportados por la econom¨ªa en su conjunto. Por ejemplo, el
Gobierno de Bush ha estado haciendo todo lo posible por ocultar el enorme n¨²mero de excombatientes que regresa con heridas graves: 16.000 por el momento, de los cuales un 20% aproximadamente padece graves lesiones cerebrales y en la cabeza. Por consiguiente, no es de extra?ar que su cifra de 500.000 millones de d¨®lares pase por alto los costes sanitarios y por discapacidad de por vida que la Administraci¨®n p¨²blica tendr¨¢ que desembolsar en los pr¨®ximos a?os. Y el
Gobierno tampoco quiere afrontar los problemas de reclutamiento y retenci¨®n de los militares. La consecuencia son grandes primas de reenganche, mejora de prestaciones y aumento de los gastos de reclutamiento (hasta un 20% s¨®lo entre 2003 y 2005). Adem¨¢s, la guerra desgasta enormemente los equipamientos, algunos de los cuales deber¨¢n ser sustituidos.
Estos gastos presupuestarios (sin tener en cuenta los intereses) ascienden a 652.000 millones de d¨®lares en nuestro c¨¢lculo prudente y a 799.000 millones en nuestro c¨¢lculo moderado. Se podr¨ªa decir que, dado que la Administraci¨®n p¨²blica no ha controlado otros gastos ni aumentado los impuestos, los gastos se han financiado mediante deuda, y los costes de los intereses sobre esta deuda a?aden entre 98.000 millones de d¨®lares (c¨¢lculo prudente) y 385.000 millones (c¨¢lculo moderado) a los costes presupuestarios. Por supuesto, la principal carga de los costes por lesiones y muerte la soportan los soldados y sus familias. Pero el Ej¨¦rcito paga pensiones de discapacidad marcadamente inferiores al valor de los beneficios perdidos. De manera similar, las indemnizaciones por muerte s¨®lo ascienden a 500.000 d¨®lares, mucho menos que los c¨¢lculos habituales del coste econ¨®mico vitalicio de una muerte, a los que en ocasiones se hace referencia como el valor estad¨ªstico de una vida (de 6,1 a 6,5 millones de d¨®lares).
Pero los costes no paran aqu¨ª. El Gobierno de Bush afirm¨® una vez que la guerra de Irak ser¨ªa buena para la econom¨ªa, y un portavoz lleg¨® incluso a insinuar que ser¨ªa el mejor modo de garantizar que el precio del petr¨®leo se mantuviera bajo. Como en otros muchos aspectos, las cosas han salido de otra manera: las empresas petrol¨ªferas son las grandes ganadoras, mientras que la econom¨ªa estadounidense y la mundial son las perdedoras. Siendo extremadamente prudentes, calculamos el efecto total sobre la econom¨ªa si s¨®lo se atribuye a la guerra entre el 5% y el 10% del incremento. Al mismo tiempo, el dinero gastado en la guerra podr¨ªa haberse empleado en otra parte. Calculamos que si una parte de ese dinero se hubiera dedicado a inversi¨®n interna en carreteras, colegios e investigaci¨®n, la econom¨ªa estadounidense se habr¨ªa estimulado m¨¢s a corto plazo, y su crecimiento habr¨ªa mejorado a largo plazo. Y hay otros costes, algunos posiblemente bastante elevados, aunque cuantificarlos es problem¨¢tico. Por ejemplo, los estadounidenses pagan anualmente unos 300.000 millones de d¨®lares por el "valor opcional" de la preparaci¨®n del ej¨¦rcito, que puede luchar all¨ª donde sea necesario. El que los estadounidenses est¨¦n dispuestos a pagar esto supone que el valor opcional supera a los costes. Pero no cabe duda de que el valor opcional se ha visto enormemente deteriorado, y es probable que no se recupere en varios a?os. En resumen, hasta nuestro c¨¢lculo "moderado" puede subestimar significativamente el coste de la intervenci¨®n estadounidense en Irak. Y no incluye ninguno de los costes que suponen las enormes p¨¦rdidas de vidas y propiedades en el propio Irak.
No pretendemos explicar si se enga?¨® deliberadamente al pueblo estadounidense respecto a los costes de la guerra, o si el grave error de c¨¢lculo del Gobierno de Bush deber¨ªa atribuirse a la incompetencia, como vehementemente sostiene ¨¦ste en el caso de las armas de destrucci¨®n masiva. Tampoco tratamos de evaluar si hay formas m¨¢s rentables de hacer una guerra. Pruebas recientes de que el n¨²mero de muertos y heridos podr¨ªa haberse reducido enormemente proporcionando a los soldados chalecos antibalas mejores dan a entender que la frugalidad a corto plazo puede provocar costes a largo plazo. Ciertamente, cuando se puede elegir el momento de iniciar una guerra, como en este caso, la mala preparaci¨®n es todav¨ªa menos justificable. Pero semejantes consideraciones parecen estar m¨¢s all¨¢ de los c¨¢lculos del Gobierno de Bush. Los complejos an¨¢lisis de costes y beneficios para proyectos importantes son pr¨¢ctica habitual en el Departamento de Defensa y en otras partes de la Administraci¨®n p¨²blica desde hace casi medio siglo. La guerra de Irak era un "proyecto" inmenso, pero ahora parece que el an¨¢lisis de beneficios ten¨ªa grandes fallos y el de costes pr¨¢cticamente brilla por su ausencia. Es inevitable preguntarse si hab¨ªa formas alternativas de emplear una fracci¨®n de los entre uno y dos billones de d¨®lares que cuesta la guerra en gastos que habr¨ªan reforzado m¨¢s la seguridad, potenciado la prosperidad y promovido la democracia.
Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de Econom¨ªa, es catedr¨¢tico de Ciencias Econ¨®micas en la Universidad de Columbia y autor de Los felices noventa. Traducci¨®n de News Clips. ? Project Syndicate, 2006.
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