La vida vale bien poco en Mosc¨²
El espa?ol Fernando Bernaldo de Quir¨®s es uno m¨¢s de los cientos de personas que fallecen por excesos policiales
El ingeniero jubilado a sus 58 a?os Fernando Bernaldo de Quir¨®s, hijo de una ni?a de la guerra (refugiados espa?oles en la antigua URSS durante la Guerra Civil), es la ¨²ltima v¨ªctima mortal de las pr¨¢cticas ilegales de la polic¨ªa rusa. Pero diariamente los agentes propinan palizas a los detenidos para obtener de ellos confesiones de delitos que no han cometido o simplemente golpean sin motivo aparente a los transe¨²ntes que tuvieron la mala suerte de toparse con los que debieran ser defensores del orden p¨²blico.
En Rusia hay numerosas fundaciones y organizaciones de derechos humanos que se dedican a defender a las v¨ªctimas de las arbitrariedades policiacas. La envergadura del problema es tal que la organizaci¨®n moscovita Veredicto P¨²blico sola tiene entre manos m¨¢s de 200 casos de personas que han fallecido o quedado inv¨¢lidas a causa de las torturas y palizas que sufrieron a manos de la polic¨ªa.
Le golpearon en el vientre con sus porras y sus botas y se le revent¨® el h¨ªgado
La fat¨ªdica noche del 13 de enero pasado Fernando sali¨® de casa, cuenta Julia, su esposa. Era algo que hac¨ªa con frecuencia, pues sufr¨ªa de insomnio. Bernaldo estaba jubilado debido a sus achaques de diabetes, hipertensi¨®n y aterosclerosis. Por lo general se limitaba a pasear cerca de la casa, pero esa noche decidi¨® ir a explorar la parte nueva del barrio.
"Y se perdi¨® entre los edificios desconocidos", rememora su viuda, Julia. "Cuando vio a unos polic¨ªas, se les acerc¨® y les pidi¨® que le llevaran a casa, ya que, adem¨¢s de tener diabetes e hipertensi¨®n, tambi¨¦n sufr¨ªa de artritis y le era dif¨ªcil caminar mucho. Pero le dijeron que estaban muy ocupados y llamaron a la patrulla del barrio, "como si ¨¦l hubiera estado haciendo algo malo", a?ade Julia.
Ella, preocupada por la tardanza de su marido, lo esperaba mirando por la ventana. De pronto, a eso de las dos de la madrugada, se detuvo un coche patrulla. "Vi que dos polic¨ªas sacaban del auto a Fernando. Me ech¨¦ el abrigo y baj¨¦ apresuradamente. Abajo me encontr¨¦ a Fernando tirado en el piso, retorci¨¦ndose de dolor junto al ascensor. Creo que lo golpearon ya despu¨¦s de entrar al edificio, puesto que vi c¨®mo Fernando caminaba cuando baj¨® del coche patrulla; es decir, todav¨ªa pod¨ªa andar. Probablemente, le golpearon en el vientre con sus porras y sus botas, y eso fue suficiente para reventarle el h¨ªgado. No lo pod¨ªa levantar y los mismos polic¨ªas que lo hab¨ªan apaleado me ayudaron a subirlo al ascensor. En cuanto abr¨ª la puerta de casa, Fernando se desplom¨®", cuenta Julia. Fue entonces cuando su marido le dijo: "Creo que estos polic¨ªas me han matado, llama a la ambulancia y al consulado".
"Claro, deber¨ªa haber llamado a la embajada, pero no lo hice, fue un error; s¨®lo llam¨¦ a la ambulancia. Y despu¨¦s de su muerte, llamamos al programa Vr¨¦mechko, de la televisi¨®n moscovita, y ellos fueron al entierro el 28 de enero y lo filmaron. ?Por qu¨¦ le golpearon? ?Qu¨¦ habr¨¢ dicho que no les gust¨®? No lo s¨¦; si me hubiera imaginado que se pod¨ªa morir, le habr¨ªa preguntado toda clase de detalles, pero no pens¨¦ que se morir¨ªa", dice Julia mientras la voz se le quiebra.
Contrariamente a lo que se inform¨® en un primer momento, el asunto dista de estar aclarado, al menos para la fiscal¨ªa. "El caso se encuentra en fase de investigaci¨®n y a¨²n no se ha determinado qui¨¦nes son los sospechosos", dijeron en la secretar¨ªa de la Fiscal¨ªa del Distrito Suroeste de Mosc¨².
Hay al menos dos testigos. Uno es el vecino que en la calle confirm¨® a los polic¨ªas que llevaron a Bernaldo de Quir¨®s que la v¨ªctima viv¨ªa en esa casa, pero Julia no est¨¢ segura de que pueda reconocer a los agentes. "La calle estaba bastante oscura a esa hora", explica. El otro testigo es una vecina que hab¨ªa llamado a la comisar¨ªa para protestar por el ruido que hac¨ªan otros habitantes de la casa: en un apartamento festejaban a lo grande la Nochevieja de acuerdo con el calendario juliano que usa la Iglesia ortodoxa. Cuando la irritada mujer sali¨® al encuentro de los agentes, se top¨® con los polic¨ªas que tra¨ªan a Bernaldo de Quir¨®s.
Adem¨¢s, est¨¢ el testimonio del cirujano del Hospital N¨²mero Siete, donde Fernando fue operado. El m¨¦dico confirm¨® que ten¨ªa el h¨ªgado reventado a causa de los golpes que le hab¨ªan dado. Julia no quiere dar el nombre -ni siquiera el de pila- de ninguno de los testigos. Teme que se asusten y no se atrevan a declarar. ?sta es la reacci¨®n m¨¢s com¨²n de quienes se enfrentan a la arbitrariedad policial.
Los defensores de derechos humanos son pesimistas sobre las posibilidades de poner fin a las tundas de la polic¨ªa. "Baste decir que m¨¢s del 60% de los mismos polic¨ªas considera aceptable el uso de la violencia contra los detenidos", dice Natalia T¨¢ubina, directora de Veredicto P¨²blico. T¨¢ubina explica que en Rusia ni siquiera existe en el C¨®digo Penal la figura jur¨ªdica de "tortura" en relaci¨®n con la polic¨ªa o los militares. "La sensaci¨®n de impunidad se ve reforzada por el hecho de que la inmensa mayor¨ªa de las sentencias condenatorias dejan a los culpables en libertad condicional y a menudo ¨¦stos contin¨²an trabajando en los ¨®rganos de orden p¨²blico", se?ala.
![Fernando Bernaldo de Queir¨®s y su esposa, Julia.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/YKY4UVAGFP72EQTTMWKEWMUKAU.jpg?auth=e728ce3b1b3d7ba170b2810b024313fe6f9bc5d867e0491d9fc92fd0e3f16362&width=414)
Tres historias que acabaron en tragedia
Uno de los casos que lleva la organizaci¨®n moscovita Veredicto P¨²blico es el del empresario Nikol¨¢i Karat¨¢yev, que lleg¨® desde Bielorrusia a la siberiana K¨¦merovo a comprar un cami¨®n. Una tarde se encontraba Karat¨¢yev en un bar cuando se le acercaron unos desconocidos y le pidieron que les invitara a un trago. Como se neg¨®, le comenzaron a pegar; a la paliza se sum¨® un polic¨ªa, mientras otro miraba tranquilamente sin intervenir. Despu¨¦s de golpearle, le robaron el dinero que llevaba consigo. Karat¨¢yev muri¨® en la calle, donde lo dejaron tras la paliza. Unos ni?os encontraron el cad¨¢ver y avisaron a la polic¨ªa. El padre de Karat¨¢yev ha tratado in¨²tilmente de que se haga justicia.
En diciembre pasado, el juzgado del distrito Lenin de K¨¦merovo excul-p¨® a los acusados y ahora Veredicto P¨²blico ha apelado la sentencia. Durante la investigaci¨®n, la polic¨ªa ejerci¨® presiones de diversa ¨ªndole sobre el padre de la v¨ªctima. Le acus¨® de soborno por haber dado a una testigo y a su marido menos de dos euros para pagarse el transporte desde su casa hasta el tribunal que inco¨® una causa en contra del padre.
Otra historia tr¨¢gica es la de Sergu¨¦i Step¨¢nov, de Chit¨¢, la provincia donde cumple condena el multimillonario Mija¨ªl Jodorkovski. En una aldea comenzaron a desaparecer las vacas. La polic¨ªa local recibi¨® la orden de encontrar al culpable -o designar a uno como tal- costara lo que costara. Step¨¢nov fue detenido, pero ¨¦ste negaba ser el ladr¨®n; al final, muri¨® a causa de las palizas policiales.
Pero el caso m¨¢s conocido seguramente es el de Alex¨¦i Mij¨¦yev, quien, sin soportar ya las tundas que le daban, confes¨® haber violado y matado a una muchacha desaparecida. Desesperado, Mij¨¦yev se tir¨® por la ventana de la comisar¨ªa y qued¨® inv¨¢lido. Poco despu¨¦s, la muchacha desaparecida regres¨® a casa sana y salva. Ante la imposibilidad de conseguir que se hiciera justicia en Rusia, Mij¨¦yev llev¨® su caso a Estrasburgo, donde por primera vez un tribunal reconoci¨® el uso de la tortura por parte de la polic¨ªa rusa y conden¨® al Estado a compensarle con 250.000 euros.
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