Hay naci¨®n para rato
En memoria de Francesc Ferrer i Giron¨¨s
El pasado s¨¢bado Barcelona vivi¨® una de las mayores movilizaciones del nacionalismo catal¨¢n de todos los tiempos. Probablemente la mayor despu¨¦s de la que se vivi¨® el 14 de marzo de 1982, convocada por la Crida a la Solidaritat, contra la LOAPA. Sin embargo, la diferencia entre aquella manifestaci¨®n y la que se produjo anteayer no es insignificante. Si bien es cierto que en las dos la iniciativa y la convocatoria nac¨ªan de la sociedad civil, es decir, de un tramado de asociaciones y entidades c¨ªvicas muy distintas, hay que recordar que en la de hace 24 a?os todos los partidos pol¨ªticos, a excepci¨®n del PSC, movilizaron a sus bases. Lo hizo el PSUC, lo hizo ERC, lo hizo la izquierda extraparlamentaria y lo hizo, y de qu¨¦ manera, CiU. El s¨¢bado el gui¨®n fue muy distinto. Tan distinto que algunos de los partidos que estuvieron hace 24 a?os ahora no s¨®lo no estaban, sino que hicieron todo lo que estuvo en sus manos para que su gente no estuviera. La manifestaci¨®n incomodaba.
Visto el resultado, es evidente que algunos van a estar muy inc¨®modos. Tienen motivos. Es posible que en su intimidad algunos consideren hasta qu¨¦ punto deber¨ªan haberse evitado sus encuentros al atardecer y hasta bien entrada la noche en las estancias siempre seductoras que ofrece el poder pol¨ªtico espa?ol.
La manifestaci¨®n del s¨¢bado tuvo muchas razones que confluyeron hasta convertirla en hist¨®rica. Los organizadores tuvieron la valent¨ªa de lanzarse de manera desacomplejada a convocarla a inicios de enero y a ellos se debe su ¨¦xito. Pero sin duda han existido otros factores sin los cuales est¨¢ manifestaci¨®n hubiera sido s¨®lo una m¨¢s de entre todas las manifestaciones nacionalistas. La campa?a anticatalana que el PP viene desarrollando ha actuado como detonador de un estado de ¨¢nimo ya fatigado. Por otro lado, hay que constatar la percepci¨®n de enga?o que para muchos representa el giro que el Estatuto est¨¢ tomando, en especial la forma como La Moncloa ha llevado a cabo este acuerdo.
Alguien sugiri¨® que este Estatuto ten¨ªa que permitir que toda una generaci¨®n de catalanes se acomodara en una Espa?a m¨¢s plural y diversa que llegar¨ªa tras el nuevo Estatuto catal¨¢n. Todo indica que esto tendr¨¢ que esperar otra ocasi¨®n.
Zapatero no s¨®lo no cumpli¨® la base de sus promesas. Dando trato preferente a CiU, ningune¨® de manera impropia a una mayoria pol¨ªtica que hoy est¨¢ en el gobierno de la Generalitat y a su presidente en particular. Es dificil saber si sin el pacto entre Zapatero y Mas hoy el nuevo Estatuto podr¨ªa ser mucho mejor. Pero la sensaci¨®n de que Zapatero y Mas traicionaron un acuerdo aprobado solemnemente por el Parlament est¨¢ muy arraigada. Ni uno ni otro ten¨ªan ning¨²n mandato para cerrar un acuerdo que se alejara tanto del contenido aprobado por el Parlament. Era evidente que el proyecto de Estatuto se deb¨ªa negociar y que en muchos aspectos ser¨ªa retocado a la baja. Pero s¨®lo los mismos que aprobaron el texto a finales de septiembre pod¨ªan decidir conjuntamente modificarlo. No es dif¨ªcil comprender este razonamiento. El error de CiU fue ni tan s¨®lo intuirlo. Por este acuerdo y sobre todo por la forma como se alcanz¨® -a espaldas del Parlament-, CiU puede y debe sentirse como una de las principales perdedoras tras la manifestaci¨®n del s¨¢bado. Tan perdedora como el PSC se sinti¨® perdedor en la manifestaci¨®n contra la LOAPA del 14 de marzo del 1982.
Alguien puede intentar convencerse de que la manifestaci¨®n del s¨¢bado no le afecta dado que est¨¢ en posiciones centrales del espacio pol¨ªtico mientras que los manifestantes respiraban radicalidad. Quien piense as¨ª se equivoca. El partido pol¨ªtico que no quiera estar pr¨®ximo a la gente que asisti¨® el pasado s¨¢bado a la manifestaci¨®n, y a los otros muchos centenares de miles que, compartiendo su esp¨ªritu, no asistieron por razones muy distintas, tiene un serio problema de percepci¨®n de la realidad catalana. Es igual si fueron 125.000 o 1.000.000. La guerra de cifras siempre aburre, y m¨¢s cuando el ¨¦xito ya no depende de las cifras. Pero es evidente que los que ah¨ª estaban -aunque s¨®lo fueran 125.000- y los que sin estar compart¨ªan los motivos y las razones de la convocatoria no ten¨ªan nada de radicales. Era gente normal, gente que se siente alejada de cualquier exceso, votantes de CiU -que nadie lo dude- y de la mayor¨ªa de otros partidos excepto del PP. Gente que quer¨ªa decir basta a esta manera de hacer pol¨ªtica. Gente que dijo a los pol¨ªticos que dejen de hacer tanto anuncio sobre el futuro del reconocimiento de Catalu?a como naci¨®n, de la mejora del autogobierno y de nuestra financiaci¨®n, para que a la primera de cambio el autob¨²s del Estatuto se pare y algunos de los elementos m¨¢s simb¨®licos del nuevo proyecto se dejen en la cuneta como si aqu¨ª no ocurriera nada.
En Catalu?a hay naci¨®n para rato. Si alguien so?aba con otro escenario, s¨®lo tiene que contemplar las im¨¢genes de la Gran Via de Barcelona el pasado s¨¢bado al atardecer. Si Catalu?a no es reconocida como naci¨®n, habr¨¢ reivindicaci¨®n nacional para largo. El d¨ªa que Zapatero y Mas decidieron dejar para otra ocasi¨®n la Espa?a plurinacional sellando algo parecido a una pax hispanica, se sentaron las bases para un ciclo pol¨ªtico de las pr¨®ximas d¨¦cadas marcado nuevamente por las demandas nacionalistas. Algunas de las cuales son tan obvias que da hasta pereza recordarlas. Pero para que nadie lo olvide: Som una naci¨® i tenim dret a decidir.
Jordi S¨¢nchez es polit¨®logo
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