Arte moderno y contempor¨¢neo en el MNAC
El Museo de Arte de Catalu?a fue creado por la Generalitat en 1934 -ante las circunstancias favorables de la Rep¨²blica y la autonom¨ªa-, como una s¨ªntesis de la historia del arte catal¨¢n, hasta entonces dispersa y mal explicada. No hab¨ªa ni tiempo ni dinero ni tradici¨®n coleccionista de suficiente envergadura para fundar un museo comparable a los de los grandes estados y a los procedentes de las colecciones cortesanas. Pero s¨ª se pod¨ªa hacer un museo nacional de Catalu?a dedicado al panorama general de la historia art¨ªstica del pa¨ªs, desde los murales rom¨¢nicos hasta las vanguardias de aquellos a?os, completada con peque?as muestras internacionales, que permitiesen establecer paralelos y coincidencias. Es, pues, acertado, que estos ¨²ltimos a?os se le haya a?adido el adjetivo nacional. Es indispensable para comprender las intenciones de su contenido.
Las colecciones de arte antiguo, antes y despu¨¦s de la creaci¨®n definitiva del museo, crecieron considerablemente, seg¨²n los criterios de un grupo benem¨¦rito de pol¨ªticos, intelectuales y expertos que, de cerca o de lejos, pilotaban la operaci¨®n. Pero ese grupo no se demostr¨® muy interesado en la adquisici¨®n de arte contempor¨¢neo en sus l¨ªneas menos conservadoras, seguramente porque pertenec¨ªan a una generaci¨®n con una sensibilidad muy alejada de las vanguardias del primer tercio del siglo XX. ?ste ha sido un problema permanente en el MNAC: la escasez o la poca calidad del arte del primer ciclo de la modernidad catalana y universal.
A este problema hay que a?adir el de la disgregaci¨®n franquista. Con una visi¨®n pol¨ªtica anticatalana muy certera, los nuevos pol¨ªticos -y sus asesores culturales- dividieron el museo, interrumpiendo la continuidad de su discurso. El arte antiguo se reinstal¨® en Montju?c y el arte moderno en la Ciutadella, con lo cual, por a?adidura, se borraba el recuerdo del Parlament auton¨®mico de la Rep¨²blica. Durante este periodo, el arte contempor¨¢neo fue tambi¨¦n olvidado, no tanto por ignorancia como por malevolencia. Con la reciente reunificaci¨®n el problema ha quedado m¨¢s evidente: faltan los testimonios m¨¢s comprometidos y m¨¢s internacionales del arte catal¨¢n del siglo XX, porque -con algunas excepciones casuales y casi milagrosas- se reducen a un anodino repertorio conservador, que da una visi¨®n sesgada de los modestos pero reales avances de nuestra cultura.
En un momento se pens¨® que el nuevo Museo de Arte Contempor¨¢neo de Barcelona llenar¨ªa parte de ese vac¨ªo y ser¨ªa la exposici¨®n, fomento y expansi¨®n cr¨ªtica del arte catal¨¢n que ahora se produce. Eso no ha sido as¨ª porque el museo ha tomado otros derroteros, cumpliendo otra funci¨®n tambi¨¦n indispensable. El Macba es hoy uno de los centros art¨ªsticos m¨¢s prestigiosos de Europa, precisamente porque se dedica a una labor de investigaci¨®n y divulgaci¨®n de acontecimientos art¨ªsticos internacionales de evidente trascendencia cultural que no tienen por qu¨¦ coincidir con la historia local ni abarcarla totalmente. El aumento y la mejora de la colecci¨®n de fondo del Macba tampoco va a llenar esos vac¨ªos porque se orienta seg¨²n criterios cr¨ªticos de alcance internacional. Como consecuencia, el discurso nacional de nuestros museos ha quedado interrumpido y hasta ahora no se ha iniciado ninguna operaci¨®n potente y sistem¨¢tica para completar los contenidos, a pesar de las excepciones concretas de los museos Picasso y Dal¨ª y las fundaciones Mir¨® y T¨¤pies.
La ampliaci¨®n de ese itinerario hist¨®rico deber¨ªa corresponder al MNAC, que es precisamente el Museo Nacional. Ahora que se ha terminado con tanto acierto la instalaci¨®n definitiva de las colecciones, hay que empezar a a?adirles lo que falta del siglo XX y lo que va a venir del XXI. No hay que ver el Palau Nacional s¨®lo como el estuche de arte antiguo, sino como el escaparate de todo el arte catal¨¢n. Hay que completar el noucentisme y sus derivaciones; hay que eliminar las muestras insustanciales de la mala pintura franquista con sus paisajes edulcorados; hay que recuperar las vanguardias catalanas y sus incorporaciones internacionales; hay que incluir a los grandes maestros, aunque tengan ya sus fundaciones y sus museos; hay que poner en valor la recuperaci¨®n a partir de la d¨¦cada de 1950 y, con ella, el arranque de toda una generaci¨®n; hay que abrir los ojos al arte que se est¨¢ haciendo hoy en Catalu?a y que no tiene un buen lugar de selecci¨®n permanente. Y, sobre todo, hay que intentar descubrir nuevos valores -sean recientes o no- que expliquen nuestra historia y nuestra actualidad. Es decir, hay que hacer del MNAC un aut¨¦ntico museo nacional y no s¨®lo un testimonio de magn¨ªficas antig¨¹edades.
En la d¨¦cada de 1990 yo defend¨ªa exactamente lo contrario: el fraccionamiento de la historia del arte catal¨¢n en dos museos. Entonces todav¨ªa no se sab¨ªa qu¨¦ tendencia iba a tomar el Macba y no ten¨ªamos grandes esperanzas en la vitalidad del MNAC. Ahora lo sabemos y, por eso, he cambiado de opini¨®n. Me hubiera equivocado insistiendo en la bipolaridad. Debe ser el MNAC el responsable de esa continuidad.
Oriol Bohigas es arquitecto.
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