Etnopopulismo
La utilizaci¨®n del t¨¦rmino populismo, aplicado a partidos y personas, ha vuelto a emerger con ocasi¨®n de los intentos de democratizaci¨®n que est¨¢n teniendo lugar en los pa¨ªses de la antigua Uni¨®n Sovi¨¦tica y de las recientes victorias electorales de las coaliciones de izquierda en el continente latinoamericano. Este revival de la designaci¨®n populista no ha venido acompa?ado por una clarificaci¨®n de su contenido, sino tan s¨®lo por una intensificaci¨®n de la voluntad descalificatoria de su uso. En su acepci¨®n dominante, motejar de populista un proceso social o pol¨ªtico es declararlo inadmisible, es querer confinarlo en el gueto del pre- y del parafascismo. En un art¨ªculo sobre este tema que publiqu¨¦ en este diario en julio de 1995, afirmaba la especificidad del populismo en relaci¨®n con el fascismo, aunque ambos puedan compartir la cr¨ªtica del modelo de la democracia representativa. Su diferencia estriba en el minimalismo y la plasticidad program¨¢tica del primero frente a la importancia y la rigidez de los contenidos ideol¨®gicos del segundo. Dicho de manera m¨¢s somera, la caracter¨ªstica diferencial del populismo se reduce a la modalidad de su ejercicio, que se conjuga con las m¨¢s diversas propuestas program¨¢ticas. La apelaci¨®n directa al pueblo, con la supresi¨®n de todo tipo de intermediarios y de intermediaciones -partidos y mecanismos institucionales, en particular parlamentarios- y la plena identificaci¨®n con un l¨ªder a quien la elecci¨®n directa confiere una inapelable legitimaci¨®n democr¨¢tica son los constituyentes del populismo.
Ambos corresponden a las tendencias de base de nuestras sociedades pol¨ªticas. El rechazo de la pol¨ªtica y de sus actores por lo que toca a la primera y la personalizaci¨®n del poder, consecuencia de la extraordinaria vigencia de la sociedad medi¨¢tica de masa, por lo que se refiere a la segunda. Era inevitable en esas condiciones que la implosi¨®n del discurso y la extrema simplificaci¨®n del mensaje condujera al primado del eslogan y de la consigna y a la consagraci¨®n de la imagen personal como ¨²nico horizonte simb¨®lico de toda acci¨®n pol¨ªtica. El populismo se nos aparece pues como un simple contenedor cuya valencia formal dominante es la demagogia y cuyos sentido y efectos dependen de la materia que vehicula. De aqu¨ª que la atribuci¨®n populista para ser realmente inteligible tenga que venir acompa?ada de su referente material. Mi citado art¨ªculo de 1995 se llamaba Nacional-Populismo porque describ¨ªa el hacer pol¨ªtico de Silvio Berlusconi desde el icono de su persona y de su obra -su condici¨®n de empresario triunfador-, pero al mismo tiempo, expresi¨®n de la naci¨®n italiana y garant¨ªa de su renacimiento y ¨¦xitos. Su peligrosidad viene del hecho de que las expectativas nacionalistas disponen del instrumento que representa el Estado y de las derivas posibles que esta fusi¨®n conlleva. Cancelar las demandas sociales propias de la modernidad mediante apelaciones hist¨®ricas, disolver la sociedad en la naci¨®n gracias a los recursos de un poder gubernamental que sigue siendo lo propio de Berlusconi es algo que no puede funcionar aunque un sector del PP siga crey¨¦ndolo.
El etnopopulismo que con frecuencia pretende contraerse al referente racial lo desborda muy ampliamente y debe entenderse como la afirmaci¨®n pol¨ªtica de todo colectivo que revindica su identidad grupal y comunitaria. En la sociedad industrial, la condici¨®n de obrero borraba todas las dem¨¢s y unificaba las otras diferencias culturales y grupales, pero en la realidad posindustrial en que vivimos y con la fragmentaci¨®n cultural que le es propia, los grupos est¨¢n obligados a apoyarse en s¨ª mismos, a vivir de su propia especificidad. La imposibilidad de conciliar econom¨ªa como valor dominante y cultura, dado que la primera opera a escala planetaria y la segunda s¨®lo existe con plenitud en comunidades humanas particulares, deja a ¨¦stas inermes y antagonizadas con un sistema que las rechaza. El etnopopulismo combativo y movilizador que estamos viviendo en Am¨¦rica Latina quiere oponerse a ese rechazo. La b¨²squeda de una articulaci¨®n concreta y pragm¨¢tica entre la homogeneizaci¨®n econ¨®mica de la globalizaci¨®n y la persistencia diferencial de las identidades grupales es el gran tema pendiente.
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