Buenos y malos argumentos
Es mal argumento defenderse de los ataques del PP diciendo que la pol¨ªtica antiterrorista no ha cambiado, y m¨¢s si se relaciona con el de que tambi¨¦n el Gobierno de Aznar negoci¨® con ETA en Suiza. Aquel encuentro convenci¨® al PP, y tambi¨¦n al PSOE, de la imposibilidad de poner fin a la violencia a cambio de concesiones asumibles (sobre presos, etc¨¦tera). Ello se hizo a¨²n m¨¢s evidente cuando la propia ETA dio a conocer los motivos de la ruptura de la tregua: ni siquiera le bastaban las concesiones soberanistas del PNV. Tal ruptura (23 personas asesinadas en 2000, de las que 10 eran concejales o militantes del PSOE o del PP) llev¨® a ambos partidos a concertar el Pacto Antiterrorista. Su objetivo central era, seg¨²n explicaron sus promotores, hacer perder a ETA la esperanza de que podr¨ªan un d¨ªa alcanzar o acercar sus fines mediante la violencia. Se part¨ªa de la convicci¨®n compartida de que la expectativa de negociaci¨®n se hab¨ªa convertido en el ¨²nico factor capaz de dar alg¨²n sentido a la continuidad de la lucha armada. La conclusi¨®n era que hab¨ªa que dejar claro que esa expectativa era irreal, y que el pacto garantizaba que un cambio de mayor¨ªa no modificar¨ªa tal criterio.
Por tanto, s¨ª hay un cambio importante en la pol¨ªtica antiterrorista, sin que sea prueba en contrario que se haya seguido deteniendo terroristas. Ahora bien, ese cambio es consecuencia de la eficacia de la pol¨ªtica de acoso judicial y policial desplegada al amparo del Pacto Antiterrorista, que llev¨® a ETA a la situaci¨®n que constataba la carta de Pakito: "Esta lucha armada que desarrollamos hoy en d¨ªa no sirve. Esto es morir a fuego lento". Dicha eficacia (que explicar¨ªa el supuesto mensaje recibido por Zapatero) abri¨® paso a la hip¨®tesis de que la derrota pol¨ªtica de ETA no s¨®lo era posible, sino que ya se hab¨ªa producido en lo fundamental; que ya no hab¨ªa una estrategia que pudiera hacer avanzar el terrorismo; y que ello hac¨ªa veros¨ªmil un proceso de di¨¢logo que escenificase la renuncia a la violencia.
Se trataba de una hip¨®tesis arriesgada frente a la que era l¨®gico oponer las experiencias anteriores. Sin embargo, el tiempo transcurrido sin v¨ªctimas mortales es un hecho que no se puede ignorar, ni explicar s¨®lo por razones casuales. Tal vez haya una posibilidad, incluso si la propia ETA duda del camino a seguir, como demuestra la campa?a actual de bombas, ensayo de lo que podr¨ªa ser un futuro de pr¨¢cticas mafiosas sin asesinatos. Pero lo seguro es que un sector del conglomerado, los pol¨ªticos profesionales de Batasuna, s¨ª saben que su futuro depende de que ETA se retire. Es incoherente considerar que todo es ETA y prescindir de ese factor.
Luego hab¨ªa razones para modificar ese aspecto de la pol¨ªtica antiterrorista. Ser¨ªa l¨®gico que Zapatero intentase convencer de ello al PP. Es posible que de haber compartido reflexiones en el interior del Pacto no se hubieran cometido algunos errores ni surgido tantas resistencias. Porque s¨ª es un buen argumento recordar que el respaldo del PSOE a quien ten¨ªa la responsabilidad de dirigir la pol¨ªtica antiterrorista fue decisivo para legitimar iniciativas como la ilegalizaci¨®n de Batasuna, sin la que la expectativa actual no existir¨ªa. Incluso es probable que sin el apoyo socialista y las enmiendas que pact¨® con el PP, la Ley de Partidos hubiera sido vista con sospecha por sectores influyentes de la poblaci¨®n antes de rendir frutos, e incluso echada atr¨¢s por el Constitucional. Del mismo modo, el PSOE necesita ahora al PP para legitimar una operaci¨®n tan arriesgada: no s¨®lo ante las v¨ªctimas, sino ante una opini¨®n p¨²blica que est¨¢ m¨¢s dispuesta a admitir concesiones pol¨ªticas inasumibles por cualquier Gobierno democr¨¢tico que a aceptar medidas de gracia para los terroristas.
Otro mal argumento, compartido por el PP y un sector de la opini¨®n, es el expresado mediante la f¨®rmula "ETA s¨®lo cambia de t¨¢ctica, no de objetivos", t¨ªtulo de un reciente editorial de El Mundo. Por supuesto que no dejar¨¢n de reclamar la autodeterminaci¨®n (como ERC o EA), pero si el cambio de t¨¢ctica consiste en el abandono del terrorismo, sin contrapartidas pol¨ªticas, ning¨²n gobernante responsable podr¨ªa dejar de hacer lo posible por facilitar ese tr¨¢nsito. Tal era el fin ¨²ltimo de la Ley de Partidos: no que renunciasen a sus objetivos, sino a imponerlos mediante el terror o la amenaza de utilizarlo.
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