Rojo, un militar de cuerpo entero
En febrero de 1938, cuando la ofensiva franquista sobre Teruel puso a la Rep¨²blica al borde de la derrota, el doctor Negr¨ªn, jefe del Gobierno republicano, remiti¨® una carta privada a su abatido jefe del Estado Mayor Central, general Vicente Rojo Lluch: "No vislumbro ning¨²n valor que pueda aproximarse a usted por su pericia profesional, serenidad, clara visi¨®n -exenta de optimismos f¨¢ciles y de pesimismos m¨¢s f¨¢ciles a¨²n-".
El testimonio, que no fue el
VICENTE ROJO. RETRATO DE UN GENERAL REPUBLICANO
Jos¨¦ Andr¨¦s Rojo
Tusquets. Madrid, 2006
464 p¨¢ginas. 22 euros
¨²nico tributo de admiraci¨®n cosechado por el general, se recoge en la densa semblanza escrita por uno de sus nietos, el periodista Jos¨¦ Andr¨¦s Rojo, que ha recibido por su obra el XVIII Premio Comillas de Biograf¨ªa en el a?o 2005. Es un galard¨®n merecido porque el retrato cumple con creces las exigencias historiogr¨¢ficas de exhaustiva apoyatura documental, distancia cr¨ªtica en la interpretaci¨®n y carencia de encono partidista en la exposici¨®n. Y cumplir esas exigencias no era tarea f¨¢cil. Primero, porque abordar la vida de Rojo significa tratar del antagonista principal del general Francisco Franco en el campo de batalla durante la Guerra Civil, con todas las implicaciones inherentes a ese duelo. Y, segundo, porque la documentaci¨®n disponible es ingente: desde las numerosas obras publicadas por Rojo hasta la oce¨¢nica literatura secundaria sobre el conflicto pasando por el crucial archivo particular del general, depositado en el Archivo Hist¨®rico Nacional.
Dec¨ªa Jos¨¦ Ortega y Gasset que una biograf¨ªa debe atender a tres dimensiones de una vida: vocaci¨®n, circunstancia y azar. Es una gran virtud de esta obra haber conseguido un retrato del general Rojo que articula con acierto la atenci¨®n a los azares que afectaron tanto a su vocaci¨®n permanente, la de ser un buen militar, como a sus circunstancias hist¨®ricas, desde la orfandad inicial al drama de la contienda b¨¦lica, la amargura del exilio y el dolor del retorno a la patria como vencido.
Porque Rojo, nacido en el pe
que?o pueblo valenciano de Fuente La Higuera en 1894, dos a?os despu¨¦s que Franco, fue ante todo un militar. No s¨®lo por ser hijo hu¨¦rfano de militar, sino porque, fallecida su madre cuando contaba trece a?os, su vida transcurri¨® en un internado para hu¨¦rfanos de la Infanter¨ªa y, posteriormente, en la Academia de Infanter¨ªa de Toledo. De all¨ª sali¨® en 1914 como n¨²mero 2 de una promoci¨®n de 390 alumnos, para prestar servicio durante casi cinco a?os en la guerra colonial en Marruecos, donde encontrar¨ªa al gran amor de su vida, su esposa, una ferviente cat¨®lica, hija y hermana de militares africanistas.
Como la aventura colonial no colmaba las inquietudes de un oficial serio, cat¨®lico y estudioso, Rojo opt¨® por seguir la "v¨ªa del conocimiento" y en 1922 se convirti¨® en profesor de la Academia de Infanter¨ªa. All¨ª permanecer¨ªa diez a?os, hasta su traslado a Madrid, durante la Rep¨²blica, para cursar estudios de Estado Mayor. En 1936, ya comandante, fue destinado al Estado Mayor Central.
El azar y la circunstancia se combinaron en julio de 1936 para dar un vuelco total a la vida del joven militar y de su extensa familia. Iniciada la insurrecci¨®n militar contra el Gobierno republicano, Rojo permaneci¨® en su puesto sin asomo de duda. Lo hizo por respeto al principio de obediencia y disciplina, al margen de simpat¨ªas pol¨ªticas o ideol¨®gicas. Esa decisi¨®n de un militar cat¨®lico y dem¨®crata, imitada por algo menos de la cuarta parte de la oficialidad, fue el factor clave que posibilit¨® el fracaso del golpe en la mitad de Espa?a. La resultante guerra civil alinear¨ªa a esos militares leales con unas milicias sindicales en una combinaci¨®n forzada e inestable.
Rojo destacar¨ªa desde muy pronto en las filas militares republicanas por su lealtad, energ¨ªa y eficacia. Por eso, en noviembre de 1936, el Gobierno le encomend¨® una tarea herc¨²lea: la Jefatura de Estado Mayor que hab¨ªa de defender Madrid del asalto franquista. El inesperado ¨¦xito cosechado le catapult¨® a la Jefatura del Estado Mayor Central en mayo de 1937, tras la formaci¨®n del Gobierno presidido por Negr¨ªn. Y desde ese cargo, Rojo se convirti¨® en el m¨¢ximo art¨ªfice de la estrategia defensiva practicada por la Rep¨²blica durante la contienda.
Asumiendo la evidente supe
rioridad material del enemigo y las dificultades de aprovisionamiento propio, Rojo trat¨® de conjurar la inminencia de la derrota mediante una serie de inesperadas ofensivas de distracci¨®n en frentes secundarios (Brunete, Belchite, Teruel, Ebro), siempre encaminadas a aliviar la continua presi¨®n del avance franquista en el frente principal de sus ataques. Su brillantez estrat¨¦gica acab¨® tropezando con la cruda realidad de la inferioridad material de sus tropas, del agotamiento moral de la poblaci¨®n civil y de la desesperanza causada por la falta de apoyo de las grandes democracias. El colapso militar, en febrero de 1939, convirti¨® a Rojo en uno m¨¢s del medio mill¨®n de exiliados llegados a Francia desde Catalu?a. No terminar¨ªa all¨ª su amargo periplo. Tras partir de inmediato a Argentina, el general se traslad¨® a Bolivia en 1942 para convertirse en profesor de la Escuela de Guerra del Ej¨¦rcito boliviano.
Permaneci¨® en Bolivia durante quince a?os, hasta que la enfermedad, un enfisema pulmonar que afectaba el coraz¨®n, y la nostalgia le inclinaron a regresar a Espa?a para morir en su patria. Franco acept¨® su retorno pero insisti¨® en que penara por sus faltas. Fue sometido a juicio militar en diciembre de 1957 y condenado a "reclusi¨®n perpetua" por delito de "auxilio a la rebeli¨®n". Indultada la condena, qued¨® reducido a la condici¨®n de "muerto civil", vigilado en todos sus actos sociales. Y aunque hab¨ªa vuelto a Espa?a para morir, todav¨ªa vivi¨® en Madrid hasta el 15 de junio de 1966. Fue enterrado, como buen cat¨®lico, en el cementerio de San Justo. Unas trescientas personas acudieron a decirle el ¨²ltimo adi¨®s bajo un discreto control policial.
No en vano, como recuerda su nieto, se estaba enterrando a "un militar leal a la Rep¨²blica, cat¨®lico y dem¨®crata". Todo un s¨ªmbolo y un modelo que el franquismo y su Caudillo no pod¨ªan tolerar ni perdonar. Es posible que no pueda encontrarse mejor tributo que ¨¦se para su imponente y conmovedora figura hist¨®rica.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.