Las contradicciones de Benedicto XVI
El autor analiza la primera enc¨ªclica del Papa, presentada oficialmente como 'documento program¨¢tico', subrayando sus numerosas contradicciones. Tambi¨¦n denuncia que muchas veces la actuaci¨®n del Vaticano desmiente lo escrito por su pont¨ªfice.
Desde su elecci¨®n papal, Benedicto XVI no ha dejado de transmitir mensajes que van mostrando gradualmente algunas de las grandes l¨ªneas de su pontificado y que est¨¢n siendo interpretados en claves distintas. Hay quienes ven en esos mensajes se?ales de apertura y cambio, e incluso cierto distanciamiento del pontificado anterior. Apelan para ello a su solidez teol¨®gica y recuerdan su etapa de perito del concilio Vaticano II. Otros consideran que las actuaciones de Benedicto XVI revelan una continuidad con la etapa anterior, cuyo gui¨®n escribi¨® ¨¦l mismo durante los casi cinco lustros que estuvo al frente de la Congregaci¨®n de la Doctrina de la Fe.
?C¨®mo valorar, en este clima de opiniones cruzadas, la primera enc¨ªclica de Benedicto XVI Dios es amor, que ha sido presentada oficialmente como documento "fuerte y program¨¢tico" del actual pontificado?
La mujer es excluida, la ¨²nica referencia alude al relato de su creaci¨®n de una costilla de Ad¨¢n
El eros vuelve a ser demonizado, igual que la compatibilidad entre el amor humano y Dios
1. Empecemos por el planteamiento de las relaciones Iglesia y Estado. Benedicto XVI defiende la autonom¨ªa de las realidades temporales, la justicia como referente de la acci¨®n del Estado y el sentido ¨¦tico de la pol¨ªtica (n. 28). Un Estado no guiado por la justicia se reduce a una gran banda de ladrones, dice citando a Agust¨ªn de Hipona. A la estructura del cristianismo pertenece la distinci¨®n entre Iglesia y Estado como dos esferas distintas, "pero siempre en relaci¨®n mutua", afirma en la l¨ªnea del Vaticano II. La Iglesia no tiene un poder sobre el Estado ni pretende imponer su cosmovisi¨®n moral a quienes no comparten su fe. La justicia constituye el objeto y la medida intr¨ªnseca, al tiempo que el origen y la meta, de la pol¨ªtica, que no puede reducirse a una simple t¨¦cnica para determinar los ordenamientos p¨²blicos. La Iglesia no debe sustituir al Estado en la tarea de construir la sociedad m¨¢s justa posible, pero tampoco quedarse al margen en la lucha por la justicia. Hasta aqu¨ª de acuerdo.
La duda que me asalta es si la Iglesia cat¨®lica lleva a la pr¨¢ctica este planteamiento. En Espa?a ciertamente no, como demuestran las constantes injerencias de la jerarqu¨ªa, que se comporta como si fuera el cuarto poder. En el Vaticano, tampoco. En un discurso dirigido a los obispos espa?oles de visita ad limina en Roma, el Papa atac¨® al gobierno socialista por paralizar el Plan Hidrol¨®gico Nacional. Hay cardenales de la Curia que intervienen constantemente en la pol¨ªtica espa?ola con descalificaciones contra el Ejecutivo y el Legislativo. ?Mayor incoherencia con la enc¨ªclica, imposible!
2. La enc¨ªclica defiende la compatibilidad entre el amor er¨®tico y el amor a Dios, tras siglos de demonizaci¨®n del primero. Para ello cita el Cantar de los Cantares, que entiende como cantos de amor para una fiesta nupcial con exaltaci¨®n del amor conyugal, y al Pseudo Dionisio Areopagita, que llama a Dios eros y ¨¢gape, y critica a Nietzsche por decir que el cristianismo convierte el eros en vicio. Sin embargo, a medida que avanza la argumentaci¨®n, la compatibilidad primera se torna en su contraria y las respuestas a quienes consideran el cristianismo como adversario de la corporeidad vienen a dar la raz¨®n a los cr¨ªticos como Nietzsche. Para muestra sirva este bot¨®n: "El eros necesita disciplina y purificaci¨®n, para dar al hombre, no el placer del instante, sino un modo de hacerle pregustar en cierta manera lo m¨¢s alto de su existencia, esa felicidad a la que tiende todo ser... El eros quiere remontarnos en ¨¦xtasis a lo divino, llevarnos m¨¢s all¨¢ de nosotros mismos, pero precisamente por eso necesita seguir un camino de ascesis, renuncia, purificaci¨®n y recuperaci¨®n" (nn. 4 y 5).
?D¨®nde queda entonces el eros? Vuelve a ser demonizado. A su vez, la compatibilidad entre amor humano y Dios viene desmentida en la pr¨¢ctica por el propio papa, quien sigue prohibiendo a los sacerdotes cat¨®licos vivir en pareja y considera pecado las relaciones homosexuales.
3. Amor a Dios y amor al pr¨®jimo se funden entre s¨ª y son inseparables; constituyen un ¨²nico mandamiento (nn. 15-19), afirma Benedicto XVI apoy¨¢ndose en la primera carta de Juan (1Jn 4,20). La fusi¨®n de ambos amores constituye un elemento com¨²n al juda¨ªsmo, cristianismo e islam, religiones que se caracterizan por un monote¨ªsmo ¨¦tico: en ellas el conocimiento de Dios tiene su traducci¨®n en la pr¨¢ctica de la justicia y el amor al pr¨®jimo en la opci¨®n por los pobres, como ha subrayado la teolog¨ªa de la liberaci¨®n. La contradicci¨®n radica en que la doctrina social de la Iglesia ha condenado el socialismo como mediaci¨®n social y traducci¨®n eficaz de amor al pr¨®jimo, y la teolog¨ªa de la liberaci¨®n, a la que se ha acusado -lo hizo el cardenal Ratzinger en la Instrucci¨®n sobre algunos aspectos de la teolog¨ªa de la liberaci¨®n en 1984- de asumir el marxismo acr¨ªticamente, identificar la categor¨ªa b¨ªblica de "pobre" con la de "proletariado" y entender la Iglesia popular como "Iglesia de clase".
En esta enc¨ªclica Benedicto XVI vuelve a condenar el marxismo, al que define como "filosof¨ªa inhumana" (n. 31), e indirectamente a la teolog¨ªa de la liberaci¨®n, mientras propone la doctrina social de la Iglesia como una indicaci¨®n fundamental (n. 27). Yo creo, sin embargo, que en enc¨ªclicas sociales como Populorum progressio (1966), de Pablo VI, Laborem exercens (1981) y Sollicitudo rei socialis (1987), de Juan Pablo II, hay m¨¢s convergencias con el socialismo y con la teolog¨ªa de la liberaci¨®n que las que deja entrever la condena eclesi¨¢stica. Como mostraron los di¨¢logos cristiano-marxistas del siglo pasado, marxismo y cristianismo coinciden en el horizonte ¨¦tico emancipatorio y en su ubicaci¨®n social del lado de los excluidos.
4. La enc¨ªclica se refiere elogiosamente a las organizaciones de voluntariado, pero se olvida de los movimientos sociales, entre ellos los alterglobalizadores, que luchan por "otro mundo posible". Tal opci¨®n parece privilegiar una visi¨®n asistencial, m¨¢s que transformadora, del amor cristiano. Algo similar puede deducirse de las referencias a Teresa de Calcuta como modelo insigne de caridad social y ejemplo de armon¨ªa entre oraci¨®n y dedicaci¨®n eficaz al pr¨®jimo (nn. 36 y 40), mientras silencia otros ejemplos de compromiso liberador y de lucha por la justicia como monse?or Helder C¨¢mara y los m¨¢rtires monse?or Romero e Ignacio Ellacur¨ªa.
Benedicto XVI cita instituciones y personalidades cristianas del pasado como ejemplos de caridad para con el pr¨®jimo, todas ellas bien elegidas, aunque algunas de tendencia ben¨¦fica, y se olvida de iniciativas y personalidades en clave liberadora como las Reducciones del Paraguay y Bartolom¨¦ de Las Casas.
Al final, la enc¨ªclica se refiere a Mar¨ªa, de la que subraya sus gestos caritativos individuales, como atender a su prima Isabel durante su embarazo, y el ser "la sierva del Se?or" (n. 44), pero no habla de lo que la define propiamente: su denuncia de los poderosos y su opci¨®n por los humillados, como aparece en el canto revolucionario del Magnificat (Lucas 1,46-55), inspirado en textos de la Biblia jud¨ªa.
5. Una ¨²ltima contradicci¨®n todav¨ªa. La enc¨ªclica habla de la universalidad y de la concreci¨®n del amor. Sin embargo, su lectura patriarcal de la Biblia y el uso del lenguaje androc¨¦ntrico parecen desmentir dicha universalidad, al menos en la traducci¨®n castellana. La exclusi¨®n en el lenguaje desemboca en invisibilidad en la vida. En ese sentido, las mujeres son excluidas. La ¨²nica referencia a ellas tiene lugar cuando comenta el relato patriarcal de la creaci¨®n de la mujer de una costilla de Ad¨¢n (n. 11), donde ella aparece como ayuda del var¨®n. No se cita, empero, el relato igualitario de la creaci¨®n del hombre y de la mujer a imagen de Dios. La enc¨ªclica utiliza la palabra "hombre" decenas de veces y el t¨¦rmino "Padre" para referirse a Dios. Nada dice, sin embargo, sobre la violencia contra las mujeres, una de las m¨¢s graves perversiones del amor cristiano. ?Ser¨¢ un olvido freudiano?
En conclusi¨®n, si alguna se?al de cambio pudiera transmitir la enc¨ªclica a los te¨®logos y las te¨®logas, se desvanece con el cese del jesuita Juan Masi¨¢ de la C¨¢tedra de Bio¨¦tica de la Universidad Pontificia de Comillas y la prohibici¨®n de su libro Tertulias de bio¨¦tica. ?Vuelve Benedicto XVI a su etapa de gran inquisidor?
Juan Jos¨¦ Tamayo es director de la C¨¢tedra de Teolog¨ªa y Ciencias de las Religiones, de la Universidad Carlos III de Madrid, y autor de Nuevo Diccionario de Teolog¨ªa (Trotta, Madrid, 2005).
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