La apuesta por el individuo
Pensamientos libres y cr¨ªticos como el de Jes¨²s Moster¨ªn son absolutamente necesarios en una sociedad de verdad democr¨¢tica. Su nuevo libro, 'La naturaleza humana', nos vuelve a inocular una dosis de reflexi¨®n contra prejuicios, fundamentalismos, inercias, sectarismos, blanduras y cobard¨ªas.
?Qu¨¦ puedo saber? ?Qu¨¦ debo hacer? ?Qu¨¦ me cabe esperar? ?Qu¨¦ es el ser humano? Kant dijo que toda la filosof¨ªa cabe en esas cuatro preguntas, y tambi¨¦n dijo que las tres primeras se reducen a la cuarta. Jes¨²s Moster¨ªn es uno de los primeros colegas de Kant que se han propuesto responder la cuarta pregunta "de la ¨²nica manera intelectualmente honesta", como ¨¦l dice, que es considerar al ser humano como un miembro de la especie Homo sapiens, un producto de los impredecibles meandros de la evoluci¨®n biol¨®gica, con todos los desperfectos predecibles y lastres inevitables que ello suele implicar.
Un viejo chascarrillo de cient¨ªficos dice: ?cu¨¢l es la diferencia entre un fil¨®sofo y un f¨ªsico te¨®rico? Pues que el primero trabaja con un l¨¢piz y un papel, y el segundo, con un l¨¢piz, un papel y una papelera. Moster¨ªn, de 64 a?os, es un fil¨®sofo con papelera: un pensador muy atento al desarrollo de la ciencia, y convencido de que las cuestiones que ocupan nuestra reflexi¨®n diaria -los modelos educativos, las tensiones territoriales, la relaci¨®n Iglesia-Estado, la pol¨ªtica ling¨¹¨ªstica, la discriminaci¨®n sexual, la eugenesia y la eutanasia- s¨®lo tendr¨¢n una respuesta clara y sensata cuando incorporemos al debate el conocimiento cient¨ªfico de nuestro cerebro y de sus turbios or¨ªgenes evolutivos. Acaba de exponer sus ideas en La naturaleza humana (Espasa), y est¨¢ dispuesto a dar la cara "sin tapujos y sin refugios pol¨ªticamente correctos". Profesor de investigaci¨®n en el Instituto de Filosof¨ªa del CSIC y catedr¨¢tico de L¨®gica y Filosof¨ªa de la Ciencia en la Universidad de Barcelona, divide su a?o en tres tercios de similar dimensi¨®n: un tercio entre Madrid y Barcelona, un tercio "viajando", y el resto refugiado en el monte, inaccesible al mundo mientras hace la parte m¨¢s dura de su trabajo, la de pensar.
"Las ideolog¨ªas se aprovechan de que el ser humano es muy pl¨¢stico, y someten a la gente a aut¨¦nticos lavados de cerebro"
"Debemos convertir la normalidad en un concepto as¨¦ptico, estad¨ªstico, sin ninguna connotaci¨®n moral"
"Las personas que rechazan la eutanasia y el suicidio asistido por el tab¨² de la muerte suelen apoyar la guerra"
Moster¨ªn tiene alergia a los grupos, sean naciones, confesiones o empresas, y el hilo que vertebra su pensamiento moral podr¨ªa definirse como una ¨¦tica estad¨ªstica, donde los valores colectivos se reducen a meras resultantes de los valores de cada individuo. Le pido que lo explique con el ejemplo de Francis Fukuyama, el ide¨®logo de los neoconservadores norteamericanos que, despu¨¦s de declarar el final de la historia en 1992, descubri¨® en 2002 una fisura en su propia teor¨ªa. El fin de la historia, seg¨²n Fukuyama, se deb¨ªa a que el capitalismo hab¨ªa demostrado ser el sistema pol¨ªtico mejor adaptado a la naturaleza humana. Pero esa teor¨ªa dejar¨ªa de valer si la tecnolog¨ªa gen¨¦tica lograba cambiar la naturaleza humana, de modo que Fukuyama concluy¨®: "No tenemos por qu¨¦ aceptar ninguno de esos mundos futuros que nos ofrecen bajo el estandarte de la libertad. No tenemos que considerarnos esclavos del progreso tecnol¨®gico inevitable cuando el progreso no sirve a fines humanos. La verdadera libertad es la de la comunidad pol¨ªtica para proteger sus valores predilectos, y ¨¦sa es la libertad que tenemos que ejercer en relaci¨®n con la revoluci¨®n tecnol¨®gica actual".
?Qu¨¦ tiene que decirle a Fukuyama?
Hay muchas palabras culturales que se refieren a estructuras neurol¨®gicas, pero s¨®lo los individuos tenemos un cerebro. La comunidad, el pueblo, la empresa y otros grupos son entidades ¨²tiles, pero entidades estad¨ªsticas. Son descerebradas, no tienen cerebro, y por tanto no pueden tener libertad, ni lengua ni religi¨®n. El pueblo espa?ol no tiene una lengua, ni puede tenerla. Entre los individuos que lo componen, algunos hablan una lengua; otros, otra; otros hablan dos, y otros hablamos siete. La ¨²nica distinci¨®n importante es la que se da en cada individuo entre la lengua materna y las aprendidas de forma secundaria: incluso est¨¢n archivadas en regiones diferentes del cerebro. Con la libertad pasa lo mismo.
Muchos animales no son libres, es casi una forma de perfecci¨®n. Est¨¢n muy bien adaptados a su entorno, y les resulta mucho m¨¢s c¨®modo aplicar unos comportamientos r¨ªgidos a cada situaci¨®n. A otros animales que hemos evolucionado en un ambiente muy cambiante, esos programas r¨ªgidos no nos sirven. Eso nos da un ¨¢mbito de libertad. Pero esa libertad no tiene sentido atribuirla a ninguna colectividad. La colectividad no quiere nada, porque la voluntad es una propiedad de cada cerebro. La lengua, la religi¨®n, la libertad y la voluntad son individuales. Tambi¨¦n el gusto -no hay dos personas que tomen el caf¨¦ igual- y la moda.
Pero la moda s¨®lo tiene sentido si la adopta alguna colectividad, ?no?
La moda, como todo modelo cultural, se ha comparado con una epidemia. La primera minifalda se la puso Mary Quant, fue una acci¨®n suya, pero despu¨¦s se propag¨® por imitaci¨®n. La preocupaci¨®n de los sectores conservadores por la inminente llegada de la minifalda a sus pa¨ªses era comparable a la que hubieran sentido ante la llegada de la gripe aviar o cualquier otra epidemia.
?Pero no es m¨¢s que imitaci¨®n? ?O los modelos culturales se propagan entre receptores activos, cr¨ªticos?
?sa es una importante distinci¨®n entre la evoluci¨®n biol¨®gica y la cultural. La biol¨®gica siempre ocurre por selecci¨®n natural, y la cultural tiene a veces elementos lamarckistas, por as¨ª llamarlos. La aceptaci¨®n de una moda, o de otro modelo cultural, requiere a veces reflexi¨®n y c¨¢lculo. Una moda en la comida se puede propagar por el mero hecho de que hay gente que come lo que ve comer a otros, pero tambi¨¦n hay gente preocupada por la salud o las calor¨ªas, y esto impone un filtro a la propagaci¨®n de la moda en esos sectores de poblaci¨®n.
?En qu¨¦ se parece la religi¨®n al nacionalismo?
El nacionalismo es m¨¢s parecido a una religi¨®n que a una teor¨ªa cient¨ªfica. Las cosas que m¨¢s excitan a la gente poco reflexiva son las que no existen, como Dios, la naci¨®n y todas estas cosas. Las caricaturas de Mahoma no son nada en comparaci¨®n con las que se publicaron de Darwin desde 1859. Por cierto, que la etiqueta del an¨ªs del Mono sigue siendo una caricatura de Darwin. No creo que ning¨²n cient¨ªfico se sienta ofendido por ello. M¨¢s bien se r¨ªen. Pero hay mucha gente que no perdona por cosas que no tienen la menor importancia.
?Qu¨¦ es una naci¨®n?
Las naciones no existen. Existen los territorios y las poblaciones de distintas especies que viven en ellos, incluida la especie humana, pero los humanos que viven en cualquier territorio son siempre de distinta raza, de distinta lengua y dem¨¢s. Los nacionalistas invierten los t¨¦rminos y piensan que lo que existe es una entidad metaf¨ªsica, la naci¨®n, que es el resultado de la uni¨®n m¨ªstica entre determinado territorio y determinada cultura, y luego, claro, a la poblaci¨®n la tienen que meter con calzador para que encaje en esa naci¨®n inexistente. Pero ni encaja ahora ni encaj¨® hace un siglo, ni en la Edad Media ni en la antig¨¹edad, porque la gente que ha vivido en cualquier territorio siempre ha estado mezclada. El nacionalismo es una postura religiosa.
?Hay que respetar ciertas cosas porque pertenecen a otra cultura?
He estado en Ir¨¢n invitado por los ayatol¨¢s. Ellos respetan la forma de vestir de las mujeres en Occidente y piden, por reciprocidad, que los occidentales respeten el chador. Ya antes de despegar de Par¨ªs, en el avi¨®n de Air Iran, ped¨ªan a las mujeres ponerse el chador, aunque por supuesto respetaban su libertad de bajarse del avi¨®n en caso contrario. Para ellos no era m¨¢s que una cuesti¨®n de respeto mutuo y reciprocidad entre dos culturas. La falacia es evidente, porque muchas mujeres iran¨ªes no tienen ninguna gana de ponerse eso, pero todas lo llevan para evitar que les tiren ¨¢cido a la cara o las encarcelen.
?Y qu¨¦ hay de los casos en que es la propia v¨ªctima la que parece aceptar esa situaci¨®n?
Las ideolog¨ªas se aprovechan de que el ser humano es muy pl¨¢stico, sobre todo en la infancia, y someten a la gente a aut¨¦nticos lavados de cerebro. Una religi¨®n puede llegar a anular instintos tan b¨¢sicos como el de conservaci¨®n, como vimos de forma espectacular con los pilotos suicidas de Nueva York.
?Cu¨¢nto hay de religi¨®n y cu¨¢nto de desesperaci¨®n en la motivaci¨®n de un terrorista suicida? Se ha argumentado que algunos de esos j¨®venes que se inmolan lo hacen para que su familia reciba dinero de la organizaci¨®n.
Habr¨ªa formas m¨¢s simples de conseguirlo, como suscribir un seguro de vida y suicidarse tranquilamente en casa. Y hay organizaciones terroristas montadas con su bolsillo por j¨®venes saud¨ªes millonarios, como Bin Laden. Todos los ej¨¦rcitos lavan el cerebro a sus reclutas, y les dicen que "es dulce y decoroso morir por la patria". Yo hice la mili de alf¨¦rez en Bilbao, y en la cantina hab¨ªa un cartel que dec¨ªa: "A quien muere por la patria lo recoge la inmortalidad". Yo le dije al comandante que all¨ª deb¨ªa de haber una errata. "Mi comandante, ?no deber¨ªa poner que lo recoge la mortalidad?". Acab¨¦ dos d¨ªas en el calabozo, claro.
Claro.
Hay unas escuelas, las madrazas, donde los ni?os musulmanes se aprenden de memoria el Cor¨¢n, y no estudian nada m¨¢s. Mientras lo memorizan, mueven la cabeza atr¨¢s y adelante, de forma repetitiva, sin parar nunca. Los hijos de los jud¨ªos ultraortodoxos tambi¨¦n se tienen que aprender de memoria la Biblia en hebreo, y es curioso que hagan los mismos movimientos de cabeza repetitivos. La infancia es el mejor momento para lavar el cerebro, hasta el extremo de suprimir un instinto tan b¨¢sico como el de supervivencia, y esto no es ninguna peculiaridad del islam. Los m¨¢rtires cristianos, tan admirados por la Iglesia, no eran otra cosa que locos fan¨¢ticos. Lo de "ama a los dem¨¢s como a ti mismo" s¨®lo tiene sentido si uno est¨¢ cuerdo. Yo no admiro a los m¨¢rtires. Admiro otros comportamientos m¨¢s sensatos, serenos e inteligentes.
En su '¨¦tica estad¨ªstica', ?de d¨®nde se deriva el bien com¨²n?
La ¨¦tica es individual, pero el derecho no: lo hacemos entre todos, al menos en las sociedades democr¨¢ticas, y luego lo imponemos a cada individuo. T¨² no puedes robar el coche del vecino, con independencia de lo que pienses o de cu¨¢les sean tus valores. Tal vez en el futuro, cuando sea posible seleccionar todas las caracter¨ªsticas gen¨¦ticas de los hijos, llegue a no nacer ning¨²n individuo peligroso o malvado, y tal vez el anarquismo llegue a ser posible entonces. Mientras tanto, tenemos que aceptar el hecho de que hay malas personas -gente con mala leche, o muy agresiva- y que viven en el mismo planeta que nosotros, en el mismo pa¨ªs y en el mismo barrio. La mayor¨ªa de las personas estamos de acuerdo en renunciar a una porci¨®n de libertad para defendernos de estos cong¨¦neres. Pero este argumento s¨®lo sirve para lo imprescindible, no se puede llevar ni un mil¨ªmetro m¨¢s all¨¢.
Los estudios con gemelos han revelado componentes gen¨¦ticos en la postura que uno adopta sobre los impuestos, la redistribuci¨®n de la riqueza, la inmigraci¨®n, el aborto y muchas otras cuestiones relacionadas con la pol¨ªtica. Los datos tambi¨¦n demuestran que, en cualquier debate, tendemos a dar la raz¨®n al m¨¢s guapo de los contendientes, o al que tiene unos rasgos faciales asociados a la eficacia. ?Es eso un argumento contra la '¨¦tica estad¨ªstica', o incluso contra la democracia?
Ninguno de esos rasgos es puramente gen¨¦tico. Incluso en los estudios con hermanos gemelos afloran como un sesgo, pese a que todos los genes son id¨¦nticos en este caso. Las tendencias innatas de nuestra psicolog¨ªa suelen tener una raz¨®n evolutiva. Por ejemplo, todos los padres saben que los beb¨¦s suelen ser extremadamente latosos, y raro es el que no ha sentido alguna vez el impulso espont¨¢neo de tirarlos por la ventana. Pero quienes cedieron a ese impulso se quedaron sin descendencia hace miles de a?os: todos nosotros, los humanos actuales, descendemos de padres que controlaron su impulso y no tiraron al beb¨¦ por la ventana. Esto explica que sintamos una ternura espont¨¢nea hacia los beb¨¦s, o incluso hacia cualquier cachorro de otra especie. Del mismo modo, nuestra preferencia inconsciente por la gente guapa tiene su origen evolutivo en que, durante el pasado de la especie, los guapos sol¨ªan ser la gente m¨¢s sana, y la belleza funcion¨® como un indicador de la salud. Pero nada de eso es determinante, son s¨®lo sesgos gen¨¦ticos.
En cualquier caso, ?tenemos que acepar que no somos enteramente libres al tomar decisiones?
Por supuesto, pero esto ya lo ten¨ªamos que aceptar sin saber nada de la evoluci¨®n y la naturaleza humana. La palabra libertad se usa en dos sentidos. Uno es que los dem¨¢s no nos impidan lo que queremos hacer. Si nadie me impide ver la pel¨ªcula que quiero ver, puedo decir que tengo libertad de cine. Este sentido de libertad se entiende bien. El segundo sentido, que no se entiende bien, es el que usan los fil¨®sofos desde la Edad Media en sus discusiones sobre el libre albedr¨ªo y la voluntad. Viene a sostener que no somos verdaderamente libres si estamos influidos por la publicidad, la educaci¨®n, el entorno familiar o las novelas que leemos, y ahora habr¨ªa que a?adir los genes o la estructura innata de nuestro cerebro. Pero esto es manifiestamente absurdo. Yo no dejo de ser libre por haber recibido una educaci¨®n, ni tampoco por el hecho de que mi comportamiento tenga tendencias gen¨¦ticas. Ninguna de esas tendencias es determinista.
?Y la voluntad?
Si un ni?o quiere un pastel, se debe en cierta medida a sus genes, que han programado su cerebro para disfrutar del dulce, pero eso no quiere decir que el ni?o no quiera el pastel: lo quiere de verdad. Si yo tengo sed, quiero beber. Mi libre voluntad es beber, por m¨¢s que haya razones fisiol¨®gicas obvias que afecten a mi decisi¨®n. Si s¨®lo es libre quien no tiene ning¨²n sesgo en absoluto, ninguna influencia de ning¨²n tipo, entonces la libertad no existe. Ni siquiera la libertad de cine, puesto que si mucha gente me ha hablado de una pel¨ªcula, eso afectar¨¢ mi decisi¨®n de ir a verla o no.
Usted aboga por eliminar todo 'grupismo': no se puede valorar a una persona por el grupo al que pertenece. Pero, una vez eliminados los grupismos evidentes -la naci¨®n, la raza, la religi¨®n, la lengua—, ?no quedar¨¢ siempre el 'grupismo' de la normalidad?
La palabra normal tiene dos sentidos: el estad¨ªstico (lo normal es lo m¨¢s frecuente) y el moral. Es muy importante evitar la contaminaci¨®n entre ambos. F¨ªjese en que todas las cosas muy buenas son anormales en el primer sentido. Los genios de la m¨²sica o los grandes matem¨¢ticos son gente poco normal, y en ese sentido la historia est¨¢ llena de anormales inscritos con letras de oro. Lo que ocurre es que hay muchas personas sin autoestima que se sienten acomplejadas, y son ¨¦stas las que tienden a confundir el primer significado con el segundo, a convertir la normalidad -lo frecuente- en un valor. Es un grave error. Debemos convertir la normalidad en un concepto as¨¦ptico, estad¨ªstico, sin ninguna connotaci¨®n moral.
Dice usted que, en ausencia de toda discriminaci¨®n, muchas mujeres seguir¨ªan renunciando a ciertas oportunidades profesionales porque no quieren descuidar los aspectos personales y familiares de su vida. Pero ?no es una discriminaci¨®n el hecho de que los puestos altos del trabajo sean incompatibles con la vida que quieren llevar la mayor¨ªa de las mujeres?
Todo sistema de selecci¨®n profesional que tenga en cuenta el sexo supone una discriminaci¨®n, y nuestras sociedades est¨¢n llenas de discriminaciones contra la mujer por todas partes. Pero no creo que tenga sentido llamar discriminatorio a un sistema de selecci¨®n s¨®lo porque sus resultados no sean proporcionales. Por ejemplo, del mero hecho de que no haya extreme?os en la Orquesta Nacional no podemos concluir que la orquesta discrimine a Extremadura. Si una empresa tiene dos candidatos iguales en todo excepto en el sexo, y elige al hombre, est¨¢ discriminando a la mujer. Pero si la empresa ofrece el puesto a los dos, muchas veces al hombre le sale de las hormonas desentenderse de sus hijos y entregarse a la empresa, mientras que muchas mujeres renuncian voluntariamente al ascenso antes que eso. Son decisiones individuales, y no creo que constituyan una discriminaci¨®n. Yo no estoy convencido de que la decisi¨®n del hombre sea mejor que la de la mujer, pero el caso es que no es una discriminaci¨®n, sino una adaptaci¨®n a los fines que la empresa persigue.
?Hay derechos indiscutibles, como los derechos humanos?
Al igual que las naciones, los derechos no existen, son convenciones, y esto incluye los derechos humanos. El derecho a no ser esclavizado le parece obvio a todo el mundo, pero s¨®lo es un derecho desde el siglo XVIII, y antes no le parec¨ªa obvio a casi nadie. Los ni?os tienen derecho a ir a la escuela, pero s¨®lo desde el siglo XIX. ?Antes s¨®lo iban a la escuela los curas! Tener un ordenador ser¨¢ alg¨²n d¨ªa un derecho obvio, pero ahora mismo no ocurre as¨ª. Si alg¨²n argumento sobre los derechos tiene car¨¢cter universal, es precisamente porque se refiere a la naturaleza humana. Yo no puedo aceptar que "conservar el cl¨ªtoris intacto" sea s¨®lo un derecho de las mujeres europeas, porque tener cl¨ªtoris es lo natural. El pie femenino es como es por naturaleza, no como quer¨ªan hacerlo parecer los chinos a costa de torturar a las ni?as con vendajes. Son derechos con vocaci¨®n universal porque est¨¢n basados en una naturaleza humana que tambi¨¦n lo es.
Cada ¨¦poca tiene su ret¨®rica moral. Los pensadores de la antig¨¹edad no hablaban de derechos, sino de "bienes y males". En la Edad Media, toda la discusi¨®n moral se centraba en la idea de pecado, y Kant s¨®lo hablaba de "deberes", que en efecto es lo mismo que hablar de derechos, puesto que todo derecho que se me reconozca a m¨ª implica unos deberes para los dem¨¢s. En nuestra ¨¦poca hablamos de derechos, pero no hay que dejarse arrastrar por la ret¨®rica. Yo estoy contra la caza y las corridas de toros, pero no pretendo basar ese rechazo en unos supuestos derechos de los animales.
?Hasta qu¨¦ punto la Iglesia cat¨®lica, con su oposici¨®n a las t¨¦cnicas contraceptivas y de planificaci¨®n familiar, es responsable del subdesarrollo del Tercer Mundo?
No es en absoluto una casualidad que los mayores ¨ªndices de natalidad se den precisamente en los pa¨ªses m¨¢s pobres del mundo. El exceso de poblaci¨®n es una de las principales causas del hambre, las plagas y todos los dem¨¢s jinetes del Apocalipsis. En esos pa¨ªses, una familia tiene que elegir entre alimentar y educar bien a un hijo o malcriar a 10, conden¨¢ndolos de nuevo al subdesarrollo, la miseria y la enfermedad.
Los organismos internacionales aconsejan a los Gobiernos de los pa¨ªses en desarrollo establecer pol¨ªticas vigorosas de control de la natalidad, porque son indispensables para romper el c¨ªrculo infernal del hambre y la miseria, y los Gobiernos lo habr¨ªan hecho hace tiempo si no fuera por la presi¨®n del fanatismo religioso, y en especial de la Iglesia cat¨®lica. Pablo VI conden¨® la planificaci¨®n familiar, la anticoncepci¨®n y el aborto en una enc¨ªclica, ya en 1968. Juan Pablo II, el Papa viajero, ha sido un verdadero vendedor ambulante de irracionalidad demogr¨¢fica, y la influencia cat¨®lica es la causa de que el aborto siga prohibido en toda Latinoam¨¦rica. No hace falta hablar del sida y los condones. Adem¨¢s, el Vaticano es incoherente, puesto que, si rechaza los condones porque erosionan el valor supremo de la reproducci¨®n, no habr¨ªa peor pecado que la castidad, y sin embargo, ya ve usted. La Iglesia sigue con la estrategia de la sopa boba. Dad de comer al hambriento, y que se resigne a seguir siendo pobre. Es fundamentalismo.
?Por qu¨¦ sigue prohibida la eutanasia?
Est¨¢ prohibida en la mayor¨ªa de los pa¨ªses, pero siempre que se ha procesado a un m¨¦dico y el caso ha llegado a un tribunal con jurado, el m¨¦dico ha salido absuelto. Casi todo el mundo entiende que el objetivo de la eutanasia es evitar el sufrimiento in¨²til, y el legislador lo tendr¨ªa realmente f¨¢cil si quisiera elaborar una normativa racional. Ni la persona m¨¢s conservadora querr¨ªa para s¨ª el encarnizamiento terap¨¦utico que sufri¨® Franco al final de su vida, ni el que padece ahora Sharon. ?Qu¨¦ sentido tiene? Se suele aducir el miedo a que se abuse de la eutanasia, que se use para asesinar a alguien, pero eso se puede aducir de cualquier cosa, habr¨ªa que prohibir los bistur¨ªes. Las mismas personas que rechazan la eutanasia y el suicidio asistido por el tab¨² de la muerte suelen apoyar la guerra. La muerte de 3.000 personas bajo las bombas no parece ser tab¨² para ellos. Si una persona ha decidido serenamente que su vida ya no vale la pena vivirse, ni el Estado ni la Iglesia pueden obligarla a seguir viviendo. Es s¨®lo su decisi¨®n individual. En Holanda ya se practican miles de eutanasias legales al a?o, y espero que pronto se legalice en los dem¨¢s pa¨ªses.
Usted no s¨®lo defiende la ciencia como sistema de conocimiento, sino tambi¨¦n como sustituto de la religi¨®n, como cosmovisi¨®n, como la ¨²nica fuente de trascendencia que podemos esperar. Sin embargo, hay cient¨ªficos como el premio Nobel Steven Weinberg que rechazan ese punto de vista. Dicen que la ciencia s¨®lo sirve para hacer predicciones sobre los procesos f¨ªsicos, y que no puede aportar ninguna visi¨®n del mundo ni del cosmos.
No hay que fiarse mucho de Weinberg, porque primero dice eso, y se mete mucho con los fil¨®sofos, pero luego es el cient¨ªfico que m¨¢s libros de filosof¨ªa ha escrito. Prefiero la idea de Bertrand Russell, que pensaba que la contemplaci¨®n del cosmos "nos hace ciudadanos del universo, y no s¨®lo de una ciudad amurallada en guerra con las dem¨¢s". Puesto que la creencia en un Dios personal es producto del miedo, la ¨²nica religiosidad que nos queda, y la ¨²nica compatible con la ciencia, es la de Spinoza y Einstein, la que identifica a Dios con la naturaleza. Einstein cre¨ªa que, por medio del entendimiento, el ser humano puede liberarse de las supersticiones y los deseos personales, y conseguir una "actitud mental humilde" ante el cosmos. La posibilidad de sintonizar con el universo tambi¨¦n forma parte de la naturaleza humana.
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