"Ya apenas tenemos fe en nuestro laicismo"
Ensayista fascinado por la poes¨ªa, la literatura, la filosof¨ªa, el arte y la pol¨ªtica, Eduardo Louren?o sigue siendo a los 82 a?os uno de los intelectuales europeos m¨¢s heterodoxos. Nacido en 1923 en S?o Pedro de R¨ªo Seco, una aldea del distrito de Guarda muy cercana a Espa?a, sali¨® de su pa¨ªs con una ayuda del Gobierno salazarista cuando era ayudante de Filosof¨ªa en la Universidad de Coimbra (1954); ense?¨® primero en Hamburgo y Heidelberg, luego en Montpellier, despu¨¦s en Bah¨ªa, m¨¢s tarde en las universidades de Grenoble y Niza: "Nunca me las di de resistente, pero me qued¨¦ all¨ª y all¨ª sigo".
Siempre expatriado y alerta, lleno de intuiciones fulgurantes, derrochando escepticismo y paradojas, el premio Cam?es (el m¨¢s prestigioso de la lengua portuguesa) 1996, que fue etiquetado al principio como un existencialista de izquierdas, fue despoj¨¢ndose de escuelas y apellidos a medida que sus lecturas favoritas (Husserl, Kierkegaard, Nietzsche, Heidegger, Sartre, Dostoievski, Kafka, Camus, Pessoa, Montaigne, Torga...) iban perfilando su visi¨®n siempre cr¨ªtica de la realidad.
"Francia ha sido la ¨²nica naci¨®n que se tom¨® en serio la acci¨®n cultural de la laicidad"
"?sta es la primera vez que la Pen¨ªnsula no constituye un problema para nadie"
Ha escrito una treintena de ensayos, algunos cruciales para entender mejor la obra de Pessoa, acercarse al esplendor y la muerte de la pintura, anticipar la agon¨ªa del comunismo europeo, diseccionar la improbable esencia europe¨ªsta (La Europa desencantada, para una mitolog¨ªa europea, 1994) o analizar la depresiva identidad portuguesa (Laberinto de saudade: psicoan¨¢lisis m¨ªtico del destino portugu¨¦s, de 1978, o Portugal como destino, de 1999).
En esta entrevista, realizada en el Instituto Cervantes de Lisboa, poco antes de que dialogara con su admirado Claudio Guill¨¦n sobre transterrados y literatura, Louren?o habla sobre varias cuestiones actuales: la crisis europea y el islam, el ocaso del paradigma laico, las divergencias entre Latinoam¨¦rica y Europa... De todo hay rastros en su ensayo m¨¢s reciente, La muerte de Col¨®n. Metamorfosis y fin de Occidente como mito.
Pregunta. ?Se parece algo la Francia de ahora mismo a la que conoci¨® al llegar?
Respuesta. No, es diferente de todas las Francias de este medio siglo. El pa¨ªs es consciente de que est¨¢ atravesando una grave crisis culturalmente muy profunda. Cosa que, por cierto, nos parece incomprensible a los peninsulares, que siempre vimos en ella el paradigma de Occidente y conocimos a sus autores mejor que a los nuestros. Pero es as¨ª: de repente, Francia no sabe qu¨¦ votar, hacia d¨®nde ir.
P. ?Pero sabe al menos lo que piensa y lo que escribe?
R. Bueno, ahora sucede una cosa radicalmente nueva. Mayo del 68 formaba parte de ese paradigma tradicional que viene de una l¨ªnea de la izquierda francesa que se puede resumir en la palabra "excepci¨®n". Ahora es distinto: esa excepci¨®n no es cultural, es ideol¨®gica. Francia ha sido la ¨²nica naci¨®n que se ha tomado realmente en serio la acci¨®n pedag¨®gica y cultural de la laicidad, y gracias a ello esa laicidad es el agua cultural en la que se ba?a hoy la inteligencia europea. Pero, de pronto, en el interior de esa laicidad hay nuevos actores, que adem¨¢s ya son franceses y que, si no luchan contra ese paradigma (porque eso supondr¨ªa una guerra civil), al menos s¨ª irradian una cultura y una ra¨ªz distintas por completo de ese paradigma laico que procede, en definitiva, de la Revoluci¨®n Francesa. Es el islam, que antes nos parec¨ªa un folclor, una minor¨ªa ex¨®tica, y que ahora representa a un continente vast¨ªsimo que llega hasta Indonesia.
P. Y que de repente condiciona nuestra visi¨®n de los viejos valores europeos, como en el caso de las vi?etas de Mahoma.
R. Lo que est¨¢ en juego ahora sobre todo es la universalizaci¨®n de esa laicidad hist¨®rica que cre¨ªamos segura, infalible. Occidente siempre ha cre¨ªdo que hay otros mundos, y ahora el m¨¢s pr¨®ximo es el del islam. Nuestra tradici¨®n laica ha encontrado sus l¨ªmites en esa religi¨®n que no tiene una gran cultura de la otredad, pero s¨ª una gran unidad de sentimiento; el islam no es una gran construcci¨®n teol¨®gica, sino una fe pr¨¢ctica que se identifica con una cultura hist¨®rica y ¨¦tnica y que es capaz de una coherencia interna que lo condiciona todo, c¨®mo vestir, cu¨¢ndo rezar, qu¨¦ comer... Una coherencia similar a la que viv¨ªa Europa en la Edad Media... Huntington y su choque de civilizaciones se han materializado aqu¨ª mismo, en los mismos suburbios de Par¨ªs. Y ese golpe ha afectado a todo el sistema europeo de creencias.
P. ?En ese sentido, Houellebecq y sus provocaciones literarias simbolizan una Francia, o una Europa, nueva, quiz¨¢ menos convencida de s¨ª misma?
R. Houellebecq es la excepci¨®n dentro de la excepci¨®n. Los nuevos reaccionarios est¨¢n teniendo mucho ¨¦xito, aunque quiz¨¢ ¨¦l es m¨¢s un posmoderno nuevo que un reaccionario nuevo... Quiz¨¢ el reaccionario forma tambi¨¦n parte del paradigma. Pero es que ya no estamos en ese paradigma. Su final se ha acelerado por dos causas: la dificultad de hacer Europa seg¨²n el mandato de las Luces, es decir, la democracia cl¨¢sica, porque el l¨ªder de esa corriente, Francia, est¨¢ en crisis y aunque busque sus referentes, en la Comuna ya no le alcanzan para entender lo que pasa; y dos, la destrucci¨®n de la URSS: el muro cay¨® m¨¢s de este lado que de aqu¨¦l. Pens¨¢bamos que ¨ªbamos a vivir sin conflictos, y resulta que Europa, que por cierto no existe porque es una pluralidad de Europas, no consigue encontrar su perspectiva: porque est¨¢ despojada de potencias y de puntos de apoyo.
P. ?Tampoco nuestra cultura com¨²n sirve ya?
R. La cultura europea ha dejado de ser una referencia obligatoria, en parte gracias al cumplimiento de su propio paradigma. Eso ha tenido consecuencias admirables en Am¨¦rica Latina, por ejemplo, que se convirti¨® en continente con las luces europeas y ya se ha emancipado de nosotros, igual que hizo Norteam¨¦rica en los a?os treinta o cuarenta, cuando se independiz¨® con los cineastas, escritores o directores de orquesta europeos que el nazismo empuj¨® hasta all¨ª; ellos revolucionaron desde dentro aquella Am¨¦rica tan provinciana, que hoy ya no se siente provinciana sino imperial. Todav¨ªa estamos viviendo las consecuencias: Europa acompa?a ese imperialismo s¨®lo en la medida en que no existe, porque no es un actor econ¨®mico global y competitivo. Airbus compite con Boeing porque tenemos una potencia cient¨ªfica y cultural al menos igual que la de Estados Unidos. Lo que no tenemos es su capacidad de actuar. Somos un continente m¨¢s democr¨¢tico que nunca, pero no tenemos petr¨®leo. El Concorde es el mejor s¨ªntoma de ese drama: no vuela por su exceso de perfecci¨®n, porque somos pobres para mantenerlo, porque no tenemos m¨¢s sinergias reales que la OTAN.
P. Y en medio de ese panorama, ?la Pen¨ªnsula, qu¨¦?
R. ?sta es la primera vez que la Pen¨ªnsula no constituye un problema para nadie, ni de dentro ni de fuera. Por fin hablamos de frente por primera vez. Espa?a es el caso m¨¢s extraordinario del continente, el ¨²nico pa¨ªs que tuvo responsabilidad hist¨®rica en otro tiempo y que mantiene un sentimiento real de confianza en s¨ª mismo. Tiene la consciencia de que ha superado h¨¢ndicaps antiguos y una habilidad maravillosa para cambiar cosas que antes provocaban que se levantara Troya, aunque alg¨²n militar ladre de vez en cuando. Espa?a se est¨¢ comportando como una gran potencia. Y Portugal, que tiene gran capacidad de adaptaci¨®n para cambiar una y otra vez hacia lo mismo y que siempre mira atentamente lo que pasa fuera, est¨¢ ahora m¨¢s pendiente de Espa?a que nunca. Quiz¨¢ porque esa coherencia ya no se ve en otros modelos, salvo quiz¨¢ en Inglaterra, que tiene una pol¨ªtica planetaria, desde Waterloo, de la que el imperialismo estadounidense es s¨®lo una p¨¢lida copia.
P. No se refiere a la brutalidad, supongo.
R. Sin querer caer en el apocalipsis, Estados Unidos ya no es el ¨²nico pa¨ªs que tiene el arma absoluta. Y eso significa que ya no se puede comportar como Cort¨¦s o Lawrence. Hay un problema m¨¢s: la ausencia casi total de un nexo que nos una al islam. No hay m¨¢s que ir a El Cairo para ver c¨®mo era Europa en la Edad Media. El gigante tecnol¨®gico sin alma y el racionalismo europeo no son una religi¨®n, sino lo contrario, una cr¨ªtica a la pr¨¢ctica religiosa tradicional. Pero ya apenas tenemos fe en nuestro laicismo.
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