Nuevas fracturas en Iberoam¨¦rica
En una coyuntura de crecimiento generalizado en Iberoam¨¦rica se est¨¢n produciendo cambios pol¨ªticos de significaci¨®n y dimensi¨®n desconocidos. Fuerzas pol¨ªticas no tradicionales, algunas de nuevo cu?o, sustituyen a los partidos conocidos o tradicionales en la alternancia en el poder.
Los analistas, sobre todo en los ¨²ltimos movimientos, ven contradictorias las tendencias considerando la bonanza relativa de la econom¨ªa. Sin embargo, nada hay m¨¢s l¨®gico en las reacciones de los ciudadanos que expresan el hartazgo ante las pol¨ªticas practicadas en los a?os posteriores a la recuperaci¨®n de los sistemas democr¨¢ticos, justo ahora que ven c¨®mo un periodo de crecimiento deber¨ªa darles oportunidades de participar en la distribuci¨®n del excedente.
Las pol¨ªticas posteriores a la crisis de la deuda de los ochenta estuvieron inspiradas en el llamado Consenso de Washington, dec¨¢logo de filosof¨ªa neoliberal con algunos contenidos sensatos, que tend¨ªa a garantizar la estabilidad macroecon¨®mica, impulsar la liberalizaci¨®n mediante privatizaciones generalizadas y garantizar la solvencia de los deudores.
Realizadas sobre instituciones relativamente fr¨¢giles e ineficientes, las medidas neoliberales disminuyeron la capacidad de generaci¨®n de capital f¨ªsico y de creaci¨®n de capital humano, adem¨¢s de congelar o hacer regresiva la distribuci¨®n del producto por habitante. El resultado no pod¨ªa ser otro que el rechazo generalizado de las poblaciones afectadas, incluyendo el riesgo de la vuelta a pol¨ªticas populistas de cualquier signo ideol¨®gico.
A pesar de que se considera la situaci¨®n actual como una oleada de cambios hacia la izquierda, que se puede prolongar en las confrontaciones electorales del a?o en curso, no creo que la calificaci¨®n del fen¨®meno pueda o deba simplificarse. A riesgo de ser nuevamente mal entendido, insistir¨¦ en que los impulsos progresistas de gobiernos como el brasile?o, el chileno o el uruguayo, por citar algunos ejemplos, no son homologables con otros del continente, m¨¢s confusos en la pr¨¢ctica, independientemente de los discursos que se oyen.
S¨ª es cierto que los grados de incertidumbre ante los resultados electorales han aumentado, constituyendo una de las fracturas a las que me refiero. A la incertidumbre sobre qui¨¦n resultar¨¢ vencedor en los comicios, propia de todo sistema democr¨¢tico, se a?aden en muchos casos incertidumbres sobre el rumbo de la econom¨ªa -no s¨®lo de la macroeconom¨ªa- o sobre la orientaci¨®n global del pa¨ªs.
El fen¨®meno no es extra?o si se tiene en cuenta esa situaci¨®n de hartazgo social acumulado en las dos d¨¦cadas precedentes. Pero s¨ª es delicado, porque el contenido de las reformas necesarias, incluso imprescindibles, para la mayor parte de los pa¨ªses de la regi¨®n, no es previsible, generando problemas de falta de confianza en esa regi¨®n emergente que necesita de todo el ahorro p¨²blico y privado capaz de producir inversiones para el desarrollo.
En el fondo, Am¨¦rica Latina dispone de todos los ingredientes para su definitivo despegue, para su tr¨¢nsito de regi¨®n emergente a regi¨®n central. Nada de lo observado en los pa¨ªses exitosos de las ¨²ltimas d¨¦cadas falta en la regi¨®n. Aun m¨¢s, dispone de todo -recursos naturales y capacidad humana- en mayor abundancia que otros que han despegado con fuerza en la nueva era de la revoluci¨®n tecnol¨®gica.
La oportunidad -una vez m¨¢s- es clara, sobre todo si se tiene en cuenta que el precio de la mayor parte de las materias primas, impulsadas por la creciente demanda mundial, va a continuar alto. Si, como es deseable, los pa¨ªses de la regi¨®n transforman ese potencial de recursos -renovables y no renovables- en capital acumulado para las reformas que se necesitan, se ir¨¢n incorporando a la centralidad. Se necesita una masa cr¨ªtica de pensamiento y acci¨®n que se?ale el camino de este proceso. Existe liderazgo pol¨ªtico, intelectual y econ¨®mico para producirla, como actualizaci¨®n para los desaf¨ªos del siglo XXI de aquellos creadores de ideas de la CEPAL.
Pero, junto a las fracturas de car¨¢cter social, producto del hartazgo ante pol¨ªticas que no han llegado a las grandes mayor¨ªas, se pueden observar otras l¨ªneas de fractura, cuya significaci¨®n es compleja.
El discurso pol¨ªtico dominante, en el horizonte del bicentenario de las independencias nacionales, tiende a ser integracionista, pero la pr¨¢ctica revela distorsiones nuevas, o caminos que no indican la consolidaci¨®n de modelos de integraci¨®n regional.
Parece que la costa del Pac¨ªfico, por citar una tendencia, desde Chile a M¨¦xico, pasando por Colombia y otros, se est¨¢ inclinando hacia modelos de econom¨ªa m¨¢s abierta, incluidos los tratados de libre comercio con EE UU, como si pesara m¨¢s el ¨¢rea econ¨®mica de la ASEAN, en tanto que en la costa del Atl¨¢ntico, desde Venezuela hasta Argentina, predomina un discurso de rechazo a los tratados de aquella naturaleza, con modelos econ¨®micos de mayor intervenci¨®n.
En la cordillera andina, el viejo proyecto de integraci¨®n subregional est¨¢ sometido a tensiones, como la salida venezolana hacia el Mercosur, o el acuerdo de Colombia con EE UU, adem¨¢s de los problemas espec¨ªficos de integraci¨®n de las comunidades ind¨ªgenas en el quehacer nacional.
Junto a lo anterior, en los ¨²ltimos a?os cobra fuerza la idea de una regi¨®n suramericana como espacio de integraci¨®n, diferenciable o separable de otra norteamericana que, al decir de los l¨ªderes que lo proponen, incluir¨ªa a M¨¦xico, con Estados Unidos y Canad¨¢, y se proyectar¨ªa hacia el ¨¢rea Centroamericana y del Caribe. Esta teor¨ªa, que he o¨ªdo con frecuencia en boca de l¨ªderes brasile?os, contradice algunas de las tradiciones venezolanas o mexicanas m¨¢s arraigadas, se?alando una fractura semioculta para los observadores.
Estas tendencias no contradicen frontalmente una posible evoluci¨®n ulterior hacia formas de integraci¨®n regional, pero marcan unas diferencias que se interpretan como modelos relativamente antag¨®nicos. Los que creemos en f¨®rmulas supranacionales de integraci¨®n regional, como ingrediente necesario para enfrentar con ¨¦xito los desaf¨ªos de la globalizaci¨®n, lo vemos como una amenaza de retraso hist¨®rico en el entendimiento de los pa¨ªses de Am¨¦rica Latina.
Con estos y otros ingredientes de gran inter¨¦s, vivimos un a?o de procesos electorales decisivos en un buen n¨²mero de pa¨ªses de Iberoam¨¦rica que pueden configurar un mapa nuevo desde el punto de vista pol¨ªtico. Esperar y ver, o trabajar y ver, ser¨ªa la opci¨®n para el n¨²cleo de l¨ªderes que puede crear esa masa cr¨ªtica de pensamiento y acci¨®n que lleve a la regi¨®n a un destino mejor.
Felipe Gonz¨¢lez es ex presidente del Gobierno espa?ol.
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