Unas murallas imprescindibles
Si se conduce por la carretera que sube desde el Ebro hasta las ¨²ltimas pe?as de la sierra de Francia, desde el peque?o t¨¦rmino de Assa, despu¨¦s de visitar el puente de Mantible, ruinas que ahora dicen que no son romanas, pero como si lo fuesen, el paisaje se transforma casi metro por metro. Se cruza Oy¨®n, localidad entre fabril y agr¨ªcola, como tantas en la Ribera; se alcanza Moreda, al mismo tiempo que la carretera comienza a estrecharse y aumentan las curvas. Y, por fin, a la vuelta del ¨²ltimo recodo, el conductor tiene que detener el coche. Labraza impone.
No es dif¨ªcil comprender desde esta posici¨®n las razones por las que ya en 1196 Labraza recibi¨® el fuero por parte del rey Sancho el Fuerte de Navarra y levant¨® sus murallas pocos lustros m¨¢s tarde. Es un lugar estrat¨¦gico de primera ¨ªndole, que conserva, afortunadamente, buena parte de aquella configuraci¨®n. No pod¨ªa ser de otro modo; es m¨¢s, no es dif¨ªcil imaginar los esfuerzos que han tenido que realizar sus habitantes en tiempos de paz para salir a cultivar los campos, aunque se regresara con los carros a reventar de uva y cereal.
Labraza se amurall¨® a comienzos del siglo XIII en un lugar estrat¨¦gico privilegiado
Cuando se recorren sus calles no hay que olvidar nunca que Labraza se configur¨® como una plaza defensiva, imprescindible en la conservaci¨®n de una frontera tan sensible como era la actual Rioja alavesa para el reino navarro. Sobre una colina, con las sierras de Cantabria y Codes a sus espaldas como defensas naturales, esta plaza controlaba sin problemas cualquier movimiento que llegase desde la castellana Logro?o. Hasta que le lleg¨® su hora, en 1461, cuando las tropas de Pedro Gir¨®n, maestre de Calatrava, la tomaron para Castilla.
Por fortuna, el automovilista que ha retirado el coche a la cuneta, impresionado por la estampa de la actual Labraza, no tiene que subir andando: una buena carretera le permite llegar al pueblo por su entrada norte, la m¨¢s accesible. Antes, ha contemplado con curiosidad c¨®mo las murallas sostienen un pueblo en el que nunca han podido vivir m¨¢s de 60 familias (en 1366, eran 60 vecinos; a mitad del XIX, el ge¨®grafo Pascual Madoz contabiliza 55 casas; en 1970, las viviendas registradas en el casco urbano no superaban las 50). El visitante tiene la impresi¨®n de que, de no ser por esos poderosos muros, las casas se desparramar¨ªan por eras y vi?edos.
Impresiona Labraza, la villa fortificada m¨¢s peque?a del Pa¨ªs Vasco, pero muchos de los que transitaron durante los ¨²ltimos diez siglos por estas tierras vieron en esta plaza un lugar de reposo ineludible, por mucho que en su descripci¨®n de la villa Madoz hablase de que sus habitantes eran propensos a pulmon¨ªas y reumatismos, por lo expuesta que quedaba al viento.
Madoz exageraba sin duda (en toda la Rioja alavesa, los vientos soplan con fuerza). Es m¨¢s, quienes dise?aron Labraza realizaron un urbanismo que seguro envidian muchos de los habitantes de los nuevos barrios de Vitoria. Las murallas protegen el pueblo, pero m¨¢s lo hacen sus calles estrechas, acogedoras, en las que esos vientos poderosos se domestican.
Como en toda plaza fuerte que se precie, la iglesia de San Miguel domina el casco urbano. Las tablas pol¨ªcromas de su retablo son de tal calidad que se guardan en el Museo de Arte Sacro de Vitoria. La fe de sus pobladores deb¨ªa de ser excepcional, pues con sus vecinos de Barriobusto llegaron a mantener hasta 17 ermitas. Por cierto, la visita a esta localidad -enclave todo lo contrario a Labraza, en el fondo de una hondonada- supone una excusa inmejorable para proseguir viaje al coraz¨®n de la Rioja alavesa.
La visita ha concluido. Tras disfrutar de la tranquilidad del pueblo y sentir la historia de sus murallas, propuestas por el Gobierno vasco a la Unesco como Patrimonio de la Humanidad, s¨®lo queda releer El Mayorazgo de Labraz, la novela que P¨ªo Baroja, se especula, escribi¨® con Labraza como referencia.
Entre el pinar y las bodegas
C¨®mo llegar: Labraza se encuentra en el extremo suroriental de Euskadi, en las ¨²ltimas estribaciones de la Sierra de Cantabria. Desde Vitoria, el mejor acceso se presenta a trav¨¦s de la Monta?a alavesa, por el puerto de Bernedo: se toma primero la A-2124, que en Ventas de Armentia se desv¨ªa a Bernedo. Desde esta localidad, tras cruzar la navarra Lapoblaci¨®n, se vuelve a territorio alav¨¦s y se llega a Labraza. Desde Logro?o, hay que ir a Oion por la A-2126, y, tras pasar Moreda, se llega al pueblo fortificado.
Qu¨¦ ver: Sin duda, las murallas, pero no hay que olvidarse de esa peque?a joya que es la fuente del Moro, en el exterior de la villa, cuya reciente restauraci¨®n ha permitido descubrir un t¨²nel que comunicaba el interior de Labraza con el manantial, lo que servido para comprobar la veracidad de una leyenda local.
Alojamiento: El hotel m¨¢s cercano, y ¨²nico alojamiento en kil¨®metros a la redonda, es el Felipe IV (tel. 945 601056; 902 154690). Ya en Lanciego, se puede acudir al hotel Larrain (945 628 226, www.hotellarrain.com). Y, por supuesto, hay hoteles en la cercana Viana (Casa Armendari (948 645078) y en Logro?o.
Comer: En Oion, destaca el mes¨®n La Cueva (945 601022). En Viana son una buena referencia Borgia (948 645781) y La Solana (948 645913).
Actividades: Si el viajero es amante de la Naturaleza, es imprescindible visitar el cercano pinar de Due?as, 50 hect¨¢reas de pino carrasco, el bosque de esta especie m¨¢s noroccidental de la Pen¨ªnsula Ib¨¦rica. L¨¢stima que un parque e¨®lico ubicado justo al lado amargue el paseo. Menos mal que en las cercanas localidades de Moreda y Barriobusto existen buenas bodegas, como Fern¨¢ndez de Pi¨¦rola (945 622480) o Torre San Mill¨¢n (945 622904), respectivamente.
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