Democracia en Ir¨¢n
Roma no se construy¨® en un d¨ªa y Persia no cambiar¨¢ en un d¨ªa tampoco. Al reflexionar sobre nuestras escasas opciones para influir en ese pa¨ªs tan antiguo, autosuficiente y, ahora, desafiante, debemos tener claro que el camino ser¨¢ largo. No podemos hacer que Ir¨¢n sea pac¨ªfico y democr¨¢tico; s¨®lo podemos ayudar a crear las condiciones para que los propios iran¨ªes acaben consigui¨¦ndolo.
En Ir¨¢n existen dos relojes: el reloj nuclear y el reloj de la democracia. El objetivo estrat¨¦gico de la pol¨ªtica occidental debe ser retrasar el reloj nuclear y acelerar el de la democracia. Lo malo es que algunas de las cosas que podemos hacer para retrasar el reloj nuclear retrasan tambi¨¦n el reloj democr¨¢tico.
No podemos hacer que Ir¨¢n sea democr¨¢tico y pac¨ªfico, s¨®lo podemos ayudar a que sean los propios iran¨ªes los que acaben consigui¨¦ndolo
En lugar de criticar los esfuerzos (a veces, torpes) de EE UU para promover la democracia, los europeos deber¨ªamos llevar a cabo los nuestros
Desde luego, no hablamos de meses, sino de a?os. Ir¨¢n no es Polonia, y cuando llegue el cambio nacer¨¢ de los iran¨ªes y de su forma de trabajar
Millones de iran¨ªes que critican en¨¦rgicamente el r¨¦gimen teocr¨¢tico del pa¨ªs y los discursos enloquecidos del presidente Ahmadineyad creen, al mismo tiempo, que Ir¨¢n tiene derecho a poseer energ¨ªa nuclear para usos civiles. Si Occidente impone sanciones s¨®lo por la cuesti¨®n nuclear, sin relacionarlas con el respeto a los derechos humanos en Ir¨¢n, se producir¨¢ una reacci¨®n anti-Occidente en sectores de la poblaci¨®n que, de no ser as¨ª, podr¨ªan ser una fuerza impulsora del cambio. Es posible que Ahmadineyad cuente con eso. No est¨¢ tan loco como parece.
El informe publicado esta semana por el casi impronunciable OIEA deja claramente el asunto del programa nuclear de Ir¨¢n en manos del Consejo de Seguridad de la ONU, pero, a pesar de las presiones de Estados Unidos y Europa, Rusia y China se resisten enormemente a tomar una decisi¨®n. El siguiente paso diplom¨¢tico ser¨¢ probablemente una "declaraci¨®n presidencial" del Consejo de Seguridad, que no es, ni mucho menos, una resoluci¨®n condenatoria con las correspondientes sanciones. E incluso para eso tendr¨¢n que pasar muchas semanas.
Consecuencias significativas
Si el Consejo de Seguridad, efectivamente, "impone consecuencias significativas", como dijo el martes el vicepresidente de Estados Unidos, Dick Cheney, la Rep¨²blica Isl¨¢mica de Ir¨¢n puede contraatacar de dos formas. Primero, podr¨ªa hacer lo que ya ha prometido, es decir, ir a por todas con su programa de enriquecimiento nuclear y fomentar la mentalidad de asedio en el pa¨ªs, con una propaganda de resistencia patri¨®tica frente a los nefastos dictados imperiales de Gran Breta?a y Estados Unidos. Tambi¨¦n podr¨ªa crear muchos m¨¢s problemas a Occidente y sus aliados en Oriente Pr¨®ximo a base de apoyar a los elementos m¨¢s extremistas entre los chi¨ªes del sur de Irak, Ham¨¢s y Hezbol¨¢. Los guardias revolucionarios de Ir¨¢n ya est¨¢n dedic¨¢ndose a reclutar candidatos para lo que denominan "operaciones para alcanzar el martirio", todo ello bajo el estandarte de dirigir la resistencia isl¨¢mica contra el imperialismo occidental.
De modo que, al mismo tiempo que act¨²a la diplomacia nuclear, tenemos que reflexionar con urgencia sobre la otra v¨ªa, la de acelerar el reloj de la democracia. A primera vista, parece que estamos ante el espect¨¢culo de siempre: una posici¨®n dura en Washington y una posici¨®n blanda en Europa. En realidad, la postura de Washington sobre la promoci¨®n de la democracia es m¨¢s complicada, y la de Europa es inexistente.
Es verdad que los mismos neoconservadores estadounidenses que hablan de bombardear Ir¨¢n dicen, al mismo tiempo, que lo que prefieren es fomentar una revoluci¨®n para derrocar a los mul¨¢s. Demuestran ser muy valientes, arriesgando otras vidas. Mientras tanto, el Gobierno de Bush ha anunciado un presupuesto de 85 millones de d¨®lares para financiar emisiones de televisi¨®n por sat¨¦lite dirigidas a Ir¨¢n y otras formas de apoyo a la sociedad civil y los elementos de la oposici¨®n en el pa¨ªs. La alta funcionaria encargada de dirigir este proyecto en el Departamento de Estado es Elizabeth Cheney, hija de Dick Cheney, una circunstancia que basta, por s¨ª sola, para condenarla a ojos de muchos europeos. En un discurso reciente ante la Asociaci¨®n de Pol¨ªtica Exterior afirm¨® que existen "muchas semejanzas y bastantes diferencias" entre la Europa central de los a?os ochenta y la regi¨®n de Oriente Pr¨®ximo en la actualidad. El "paralelismo m¨¢s directo" que encuentra con Solidaridad es el papel de las mujeres como punta de lanza de la transformaci¨®n en Oriente Pr¨®ximo.
Les parecer¨¢ tal vez discutible -a m¨ª me lo parecer¨ªa- la comparaci¨®n hist¨®rica con Solidaridad. Pero h¨¢ganse un par de preguntas: ?creen que los movimientos para la emancipaci¨®n de la mujer en el mundo musulm¨¢n son algo positivo? ?Creen que debemos apoyarlos? Si la respuesta es s¨ª, ?por qu¨¦ no est¨¢n de acuerdo con ella? ?S¨®lo porque es estadounidense y se apellida Cheney?
En lugar de permanecer sentados y criticar todo lo que hace Washington, los europeos deber¨ªamos tratar de hacer algo mejor. En vez de limitarnos a expresar nuestro escepticismo (justificado) a prop¨®sito del posible canal estadounidense de televisi¨®n por sat¨¦lite para Ir¨¢n, que all¨ª se recibir¨¢, en general, como propaganda del Gobierno de Bush, deber¨ªamos instar al Parlamento brit¨¢nico a que asigne dinero para crear un servicio de televisi¨®n por sat¨¦lite de la BBC que emita las 24 horas del d¨ªa a Ir¨¢n en farsi. Porque la BBC s¨ª tiene aut¨¦ntica credibilidad en Ir¨¢n. En lugar de criticar los esfuerzos -a veces, torpes- de Washington para promover la democracia, deber¨ªamos estar llevando a cabo los nuestros.
Cuando hablo de nosotros, me refiero a los Estados miembros de la Uni¨®n Europea, con todos sus recursos y sus conocimientos unidos. Al fin y al cabo, somos nosotros -y no los estadounidenses- los que tenemos diplom¨¢ticos, empresarios y periodistas en Ir¨¢n, sobre el terreno. Entre nuestros 25 pa¨ªses, tenemos una experiencia incomparable de c¨®mo los Estados democr¨¢ticos pueden estimular un cambio pac¨ªfico en sus vecinos menos democr¨¢ticos. En las ¨²ltimas d¨¦cadas de la guerra fr¨ªa, Alemania Occidental intent¨® hacerlo con su ostpolitik, y Polonia, que fue su objetivo, puede ayudarnos a aprender de los errores de aquella pol¨ªtica. Por supuesto, no todos los precedentes europeos encajan en Ir¨¢n, pero algunos s¨ª. Por ejemplo, deber¨ªamos tejer una densa red de contactos humanos entre los iran¨ªes y otros pa¨ªses m¨¢s libres, como hicimos entre las mitades occidental y oriental de una Europa dividida.
Invitaciones a iran¨ªes
Nuestras universidades deber¨ªan invitar a profesores y alumnos de all¨ª, a los que con tanta frecuencia han estado en vanguardia de la defensa de la libertad de expresi¨®n y los derechos humanos en Ir¨¢n. Nuestros peri¨®dicos y nuestras escuelas de periodismo deber¨ªan traer a los suyos. Nuestros sindicatos deber¨ªan entrar en contacto con sus sindicalistas, algunos de los cuales han organizado huelgas importantes. Nuestros Parlamentos deber¨ªan relacionarse con el suyo, que, aunque no es totalmente democr¨¢tico, le est¨¢ haciendo la vida dif¨ªcil a Ahmadineyad. Habr¨ªa que animar a sus escritores, artistas y cineastas a viajar y transmitir ideas en ambos sentidos. Los movimientos de mujeres de Europa deber¨ªan apoyar a los de Ir¨¢n, que representan a la mitad de la poblaci¨®n que sufre discriminaci¨®n sistem¨¢tica. Los pensadores y juristas isl¨¢micos de Ir¨¢n, tanto los modernizadores reformistas como los conservadores, deber¨ªan entablar di¨¢logo con te¨®logos y estudiosos de otras confesiones. Y todo ello deber¨ªan hacerlo no nuestros Gobiernos, sino nuestras sociedades, y no s¨®lo Estados Unidos y Gran Breta?a -que tradicionalmente despiertan desconfianza entre los iran¨ªes-, sino todos los pa¨ªses europeos, por separado y en colaboraci¨®n. Necesitamos una Iranpolitik europea.
No podemos saber por adelantado qu¨¦ elementos de esa acci¨®n catalizadora tendr¨¢n efecto, cu¨¢l ser¨¢ ese efecto ni durante cu¨¢nto tiempo. Desde luego, no hablamos de meses, sino de a?os. Ir¨¢n no es Polonia, y, cuando llegue el cambio, nacer¨¢ de los iran¨ªes y de su propia forma de trabajar. Es posible que el reloj nuclear vaya demasiado deprisa y el democr¨¢tico demasiado lento. Pero actuar s¨®lo en virtud del reloj nuclear, sin hacer ning¨²n intento sistem¨¢tico de acelerar el otro, es condenarnos de antemano a un fracaso casi seguro.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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