"La mayor¨ªa de editores se inmuniza con los libros"
El editor Jaime Salinas hablar¨¢ ma?ana en la Biblioteca Nacional sobre los libros de su vida, en un di¨¢logo con Rosa Reg¨¤s, amiga suya, que tambi¨¦n fue editora, y que ahora dirige la citada Biblioteca. Salinas fue una pieza fundamental en la historia de Carlos Barral en Seix Barral, luego estuvo al frente de Alianza Editorial (con Jos¨¦ Ortega Spottorno, con Javier Pradera), dirigi¨® Alfaguara y fue director general del Libro. En 2003 public¨® en Tusquets Traves¨ªas, su libro de memorias infantiles y juveniles, con el que obtuvo el Premio Comillas. Naci¨® en Argelia hace 80 a?os, vivi¨® el exilio con su padre, el poeta Pedro Salinas, y con su hermana Solita, casada luego con el historiador Juan Marichal. Aqu¨ª habla de su relaci¨®n con los libros.
"A mi edad te acostumbras a que no est¨¦n los amigos porque te das cuenta de que est¨¢s solo"
"Le¨ªa en ingl¨¦s y en franc¨¦s. El espa?ol me parec¨ªa una lengua acartonada, no me gustaba"
"El primer libro que le¨ª fue 'Les malheurs de Sophie', de la condesa de Segur. Me entusiasm¨®"
"Cuando te haces editor te invaden los libros, as¨ª que hace unos a?os me deshice de muchos"
Pregunta. ?Hay un momento en que el editor pierde el gusto por los libros?
Respuesta. Depende del editor, pero s¨ª, creo que la mayor¨ªa en cierto sentido se inmuniza con respecto a los libros. Cuando uno est¨¢ muy vinculado al proyecto se manifiesta esa especie de pasi¨®n que luego va desapareciendo. Como en tantas otras cosas...
P. ?Y c¨®mo ha sido su propia relaci¨®n con los libros?
R. Nunca fui un gran lector, ni creo que tenga una lectura suficientemente formada. Mientras trabaj¨¦ con Barral comprend¨ª que no se trataba de publicar los libros que me gustaran, as¨ª que mi relaci¨®n con los libros era a trav¨¦s de terceras personas, los que me suger¨ªan que se publicaran. Yo raramente le¨ªa los libros que iba a publicar...
P. O sea, que eso no es leyenda...
R. Lo aprend¨ª de Einaudi, en Italia. Giulio Einaudi me invit¨® a estar en su comit¨¦ de lectura, que era impresionante. S¨®lo interven¨ªa cuando se atascaba el di¨¢logo. Luego me explic¨® que ¨¦l no le¨ªa los libros, se dejaba llevar por lo que iba escuchando. Y yo, que no era un gran lector de libros, adopt¨¦ esa actitud.
P. Que llev¨® a Alfaguara.
R. En Alfaguara, m¨¢s que un editor fui lo que los anglosajones llaman un publisher. Yo no he desempe?ado, como editor, una labor de tipo intelectual; me encargaba de la organizaci¨®n, de la estructuraci¨®n de los programas, de las relaciones p¨²blicas...
P. ?Y c¨®mo era su comit¨¦ de lectura?
R. Era variopinto. Yo ten¨ªa dos comit¨¦s, uno para literatura en castellano y otro para las otras literaturas del planeta. Les escuchaba, pero no tomaba las decisiones delante de ellos... All¨ª estaban Juan Benet, Juan Garc¨ªa Hortelano, Carmen Mart¨ªn Gaite, Javier Mar¨ªas, Rafael Conte...
P. ?Y esa gente iba a hablar de libros o a charlar de pol¨ªtica?
R. Los gamberros eran Benet y Hortelano, a los que yo ten¨ªa que estar abroncando porque se escapaban, llevaban revistas pornogr¨¢ficas... Lo hac¨ªan amistosamente, para irritarme, pero s¨ª se hablaba de libros, c¨®mo no... Las discusiones me orientaban, pero las decisiones eran m¨ªas.
P. ?Y c¨®mo eran esos dos Juanes como lectores?
R. Eran grandes lectores. Juan Benet era mucho m¨¢s consciente de la literatura anglosajona, mientras que a Hortelano se le daba mejor la literatura francesa.
P. Dice usted que no ha sido un gran lector. ?Pero estaba rodeado de libros, de escritores, de poetas!
R. A lo mejor por eso. Mi hermana Solita le¨ªa como una loca, algo que me produc¨ªa una indignaci¨®n enorme, porque era obvio que quien lo hac¨ªa bien era ella y quien lo hac¨ªa mal era yo. Influy¨® tambi¨¦n en mi disposici¨®n a la lectura el hecho de que estuviera cambiando de lengua: con mi madre hablaba en franc¨¦s, con mi padre en espa?ol, y despu¨¦s ya se complic¨® la cosa con la aparici¨®n del ingl¨¦s... El primer libro que le¨ª fue Les malheurs de Sophie, de la condesa de Segur, me entusiasm¨®. Es el primero de la lista de los que quiero hablar con Rosa en la Biblioteca Nacional.
P. As¨ª que empez¨® a leer en franc¨¦s.
R. Le¨ªa muy poco en espa?ol; le¨ªa en ingl¨¦s y en franc¨¦s. El espa?ol me parec¨ªa una lengua acartonada, no me gustaba... Ya me pasa menos, porque he le¨ªdo mucho y me he acostumbrado. Me indignaba con Gald¨®s, porque si bien lo que contaba estaba muy bien, el lenguaje me agred¨ªa...
P. ?C¨®mo lleg¨® a ser editor?
R. Por casualidad. Quer¨ªa estudiar cine, y para eso vine a Europa, desde Estados Unidos, donde mi padre estaba en el exilio. Vine en 1954, fui a Alicante, con mi familia de all¨ª, me encontr¨¦ con un ingeniero que me propuso trabajar con ¨¦l en la organizaci¨®n de imprentas... Y por esos vericuetos llegu¨¦ a Seix Barral... Me pusieron en una especie de barrac¨®n, ni me saludaban. Y un d¨ªa me invit¨® a comer V¨ªctor Seix. En el curso del almuerzo, ¨¦l descubri¨® que yo era hijo de Pedro Salinas. "?Cuando se entere Carlos!", exclam¨®. Y cuando se enter¨® Carlos me hizo todo tipo de fiestas y ya me incorpor¨® a las tareas editoriales...
P. ?C¨®mo era trabajar con Barral?
R. Era entra?able, caprichoso, infantil... Y, por tanto, las relaciones con ¨¦l eran variables... Le ten¨ªa afecto. Era muy desorganizado y yo les garantizaba orden. Su relaci¨®n con los libros era arbitraria, an¨¢rquica. Le asesoraba gente como Jaime Gil de Biedma o Gabriel Ferrater; a nosotros no nos escuchaba mucho, era muy personalista; acaso fue lo que hizo que yo fuera todo lo contrario despu¨¦s... Se dice que Carlos rechaz¨® Cien a?os de soledad; s¨®lo en parte es verdad: Carmen Balcells le mand¨® el manuscrito, Carlos tard¨® en responder, y cuando ella le acuci¨® ¨¦l dijo que no le interesaba. Pero no lo hab¨ªa le¨ªdo.
P. ?Cu¨¢les fueron los m¨¦ritos de Carlos?
R. Empez¨® a publicar literatura extranjera, algo tan dif¨ªcil durante el franquismo. Entre ¨¦l y yo pusimos en marcha el Premio Internacional Formentor, nos relacionamos con editores de todo el mundo, eran reuniones extraordinarias en sitios lejanos. Cuando Fraga se puso burro con nosotros dejamos Formentor y nos reunimos en Corf¨², en Salzburgo, en T¨²nez... Beb¨ªamos como cosacos, hasta la madrugada...
P. ?Era un buen editor, de acuerdo con sus c¨¢nones?
R. No, porque se dejaba guiar por su propio gusto, y eso es sumamente peligroso. Y estaba condicionado por razones pol¨ªticas. Un d¨ªa me llev¨¦ un libro a casa. Me pareci¨® caricaturesco, los ricos iban con chistera, los pobres eran extremadamente pobres. Le dije que me parec¨ªa espantoso. "?No ves que estamos carg¨¢ndonos el r¨¦gimen, Jaime!", me grit¨®.
P. O sea, que los editores no deben usar sus gustos personales...
R. Pueden, pero siempre que los tengan bien desarrollados. Carlos los ten¨ªa, pero de aquella manera. Despreciaba ol¨ªmpicamente la literatura anglosajona sencillamente porque no conoc¨ªa el ingl¨¦s. Y era m¨¢s sensible a la alemana porque hab¨ªa pasado un tiempo en Colonia, estudiando. Al principio mostr¨® un desprecio total a la literatura hispanoamericana, dec¨ªa que era sobre "monos montados en cocoteros", pero luego f¨ªjate todo lo que hizo por la literatura hispanoamericana...
P. Con Ortega y con Pradera ustedes revolucionaron el mundo del libro, con Alianza Editorial.
R. Tuvimos la idea de hacer Alianza, quisimos que el libro entrara por los ojos, encontramos por casualidad a Daniel Gil, que dise?ar¨ªa las portadas... Javier llevaba la no ficci¨®n, yo llevaba la ficci¨®n, claro que eso no se respetaba a rajatabla... Poco a poco, las editoriales empezaron a copiar a Alianza, aunque a¨²n en Espa?a no existe el libro de bolsillo como existe en Estados Unidos o en Inglaterra...
P. Usted fue director general del Libro. ?Qu¨¦ quiso hacer?
R. Mi obsesi¨®n fue la creaci¨®n de bibliotecas. Fracas¨¦. Sigo pensando que es imprescindible que las haya, que la gente tenga acceso normal y general a los libros, pero ah¨ª me top¨¦ con el cuerpo de bibliotecarios, que ten¨ªan una actitud muy cerrada y muy personalista, como si los libros fueran suyos...
P. Ahora va a hablar con Rosa Reg¨¤s de sus libros preferidos...
R. Una lista personal. Hasta los 30 a?os vagu¨¦ por el mundo, no tuve biblioteca, no tuve luego una casa, y cuando te haces editor te invaden los libros, as¨ª que hace unos a?os me deshice de muchos, los di a la biblioteca de mi barrio...
P. ?Qu¨¦ libros ha elegido?
R. Le digo algunos. El tambor de hojalata, de G¨¹nter Grass. Un libro de alto calibre. Lo publiqu¨¦ yo en Espa?a. G¨¹nter es amigo m¨ªo. Un hombre nada pedante, me siento muy c¨®modo con ¨¦l. El extranjero, de Albert Camus. Camus era argelino, como yo. Toda mi vida he sido un extranjero, eso me identifica con el libro. ?Pero no me puedo identificar con la frialdad con la que el personaje trata a su madre! Tambi¨¦n fui su editor. Rayuela. Conoc¨ª a Julio Cort¨¢zar en Francfort, estuve con ¨¦l y con Ugn¨¦ Kurvelis, su mujer de entonces, en el sur de Francia. Era un tipo de una humildad y una generosidad impresionantes. Una persona recta.
P. Dos escritores que no est¨¢n en la lista, Benet y Hortelano. ?C¨®mo eran?
R. Eran muy amigos, por eso no est¨¢n. Benet era seductor, inteligente, con un sentido del humor enorme. Hortelano era tan pr¨®ximo; cuando yo estaba unos d¨ªas fuera me pasaba una cr¨®nica puntual de todo lo que hubiera sucedido. Entra?able.
P. Echa mucho de menos a sus amigos.
R. Mucho. A mi edad te acostumbras a que no est¨¦n porque te das cuenta de que est¨¢s solo, absolutamente solo, y eso es lo que me pasa a m¨ª. La ¨²nica persona de aquel conjunto que era cercano cuando fui editor y que sigue con nosotros es Josep Maria Castellet, y con ¨¦l nunca tuve una gran intimidad.
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