Al servicio del espectador

Al entrar al concierto, le daban a uno una tarjeta a devolver tras el mismo, solicitando su opini¨®n sobre el espect¨¢culo. "?Cu¨¢l ha sido su momento preferido?". El aficionado al jazz no est¨¢ acostumbrado a estas cosas. Lo normal es que uno vaya y, si le gusta lo que escucha, mejor, y si no, es su problema: un m¨²sico de jazz que se precie tiene su mejor -a menudo, el ¨²nico- oyente en s¨ª mismo. No Avishai Cohen. El israelita, que presentaba nuevo disco, Continuo, mima a su p¨²blico, y hace bien. Posiblemente por eso est¨¢ donde est¨¢. Es un fen¨®meno de contrabajista, efectista, cuando hay que serlo, y riguroso, cuando no. Una m¨¢quina de alta precisi¨®n, tan ¨¢gil, fiable y robusto como lo fuera el gran Niels-Henning Orsted Pedersen, y como no lo son la mayor¨ªa de sus colegas de instrumento.

Su m¨²sica es de ning¨²n sitio y de todos, una suerte de pandemonio sonoro con las ra¨ªces ancladas en el Medio Oriente y ramificaciones que conducen hacia Federico Mompou y el arte jondo, entre otros. Su virtud mayor es la de atrapar al oyente a la primera escucha, incluso al que el jazz ni le va ni le viene. Aun cuando toca una balada, el inter¨¦s no decae. Lo visto en el San Juan: un jazz de cara lavada y apariencia enga?osamente simple, inteligible para la mayor¨ªa. Eso hay quien no se lo perdona a Aishai Cohen. Tampoco que se traiga a un teclista que no es de jazz y a un bater¨ªa heavy metal, Mark Guiliana. Otro fen¨®meno.