Dos minutos de partido y de locura

En San Mam¨¦s ayer sobraron 90 minutos tediosos, llenos de encontronazos, imprecisiones, para m¨¢s honor del colegiado Meg¨ªa D¨¢vila, que convirti¨® el d¨ªa del ¨¢rbitro en un recuerdo imborrable de su presencia en la Catedral. Sobraron 90 minutos donde s¨®lo sucedieron decisiones judiciales, caprichosas, err¨¢ticas y err¨®neas, hasta que el cuarto ¨¢rbitro sac¨® el cart¨®n que a?ad¨ªa tres minutos al partido por el tiempo perdido. Ah¨ª comenz¨® el encuentro y se par¨® por unos instantes el coraz¨®n de los 40.000 espectadores que llenaron San Mam¨¦s.

El bal¨®n se va al ¨¢rea del C¨¢diz, hay un centro precioso que Guerrero espera en el pico del ¨¢rea peque?a, hace el gesto de remate con la cabeza, pero una d¨¦cima antes un defensor lo env¨ªa a c¨®rner. Lo saca el propio Guerrero y el efecto otorgado al bal¨®n sobrepasa los brazos del portero Limia; Varela, en el segundo palo lo saca con la mano, medio metro dentro de su porter¨ªa. El arbitro auxiliar, muy sagaz, ve la mano, pero no que el bal¨®n estaba m¨¢s cerca de la red que de la l¨ªnea de gol y el ¨¢rbitro pita penalti y expulsa a Varela. Tremenda injusticia para el gol ol¨ªmpico de Guerrero. El penalti lo lanza Iraola con San Mam¨¦s enmudecido... y marca, enga?ando a Limia. Los jugadores lo celebran en un c¨®rner como el gol de su vida, pero... Meg¨ªa D¨¢vila ordena que se repita y amonesta a Orbaiz por entrar en el ¨¢rea antes de tiempo. Cambio de protagonista: lanza Tiko, fuerte y alto, y gol. Este s¨ª vale. Y 30 segundos despu¨¦s, final del partido y apoteosis en San Mam¨¦s.

Y el C¨¢diz, con esa cara que se le queda al que ha arruinado un partido. Porque el C¨¢diz lo tuvo todo en sus manos y no supo qu¨¦ hacer con ello. A los 15 minutos, Meg¨ªa D¨¢vila mand¨® a la ducha al lateral rojiblanco Amorebieta por dos amonestaciones. La primera, fue inapelable; la segunda... el d¨ªa del ¨¢rbitro. Entradas m¨¢s duras de unos y otros quedaron luego sin castigo. El Athletic muri¨® en ese momento. No es que tuviera muy buena pinta hasta entonces, pero comenz¨® a temblar en exceso. El C¨¢diz, timorato y reserv¨®n, vio claro que ten¨ªa al alcance de su mano un empate a cero que, al parecer, le sab¨ªa a gloria.

No es extra?o que en esas condiciones nadie disparase a puerta en todo el partido entre los tres palos. Hubo algunas buenas intenciones, generalmente alimentadas por fallos en las salidas de ambos porteros, (Aduriz y Fleurqu¨ªn remataron a la salida de sendos c¨®rneres) y hubo un tiro de Gurpegui, bonito y alto. Y no hubo m¨¢s.

El C¨¢diz se arm¨® para la batalla y no cambi¨® el gui¨®n a pesar de disponer de 75 minutos de superioridad num¨¦rica. No hab¨ªa venido a ganar. Y perdi¨®. Por lo visto no contaba con el periodo de prolongaci¨®n.

El Athletic, con la soga al cuello, no le qued¨® m¨¢s que la heroica. Clemente reaccion¨® tarde a la flaqueza de su equipo y sorprendi¨® al respetable retirando del campo a Yeste (el ¨²nico que hab¨ªa sido capaz de hacer futbol), Urzaiz (bien tapado por Fleurquin y De Quintana) y a Aduriz (lo que le vali¨® una pitada). A cambio la entrada de Da?obeitia le di¨® la velocidad y la alegr¨ªa de los futbolistas zascandiles y le devolvi¨® el bal¨®n que hab¨ªa perdido; la de Guerrero, el c¨®rner que arm¨® el l¨ªo y Tiko el gol de la victoria. As¨ª que sac¨® pecho aunque el encefalograma futbolistico del Athletic sigue bajo m¨ªnimos. El C¨¢diz, en San Mam¨¦s, demostr¨® tan poca fe que de su delantero Medina s¨®lo se supo que estaba en el campo cuando lo abandon¨®. Dos cositas de Lobos y las palizas de Estoyanoff fueron lo ¨²nico que anotaron en su agenda. Eso y una derrota inesperada, quiz¨¢ el castigo por su falta de fe en la victoria.