Heroico rescate en la pared del Fitz Roy
Los hermanos Iker y Eneko Pou salvan la vida a tres franceses ca¨ªdos en el c¨¦lebre pico argentino, ante la indiferencia de otros alpinistas de renombre
El Libro de Piadas del Parque Nacional Los Glaciares, diario p¨²blico de alpinistas en la Patagonia argentina, muestra desde hace d¨ªas esta curiosa nota, firmada por tres gu¨ªas del Pirineo franc¨¦s: "Pensamos solicitar al Vaticano que canonice a los hermanos Pou. Hemos encontrado en El Chalt¨¦n el verdadero significado de la palabra humanidad...".
Las l¨ªneas, escritas a mano con tinta negra, resumen un rescate en una de las monta?as m¨¢s complicadas del planeta. Ocurri¨® el 20 de febrero pasado. Los hermanos vascos Iker y Eneko Pou hab¨ªan lanzado en un mes varios intentos para alcanzar la cima del Fitz Roy por la v¨ªa Franco-argentina. Se hab¨ªan estrellado cuatro veces seguidas contra el viento, el fr¨ªo extremo y la nieve patag¨®nica, y esperaban en la noche de su quinto ataque que el tiempo mejorase para escalar la ansiada aguja gran¨ªtica, un lugar reservado a especialistas y marcado mucho m¨¢s por su infame climatolog¨ªa que por las dificultades t¨¦cnicas. Unas figuras aparecieron entonces, repleg¨¢ndose por las cuerdas a la carrera. Se trataba de tres gu¨ªas de alta monta?a del Pirineo franc¨¦s, tres tipos de excelente reputaci¨®n, forma f¨ªsica y recursos que enseguida reconocieron a los hermanos alaveses, cuya fama y presencia en los medios es m¨¢s extensa en el extranjero que en su casa. Juntos intercambiaron opiniones, evocaron las maravillas del Circo de Gavarniey, luego se separaron: los Pou mirando hacia arriba; los franceses rapelando hacia el pie de la v¨ªa. Poco despu¨¦s, a las dos de la madrugada y bajo una intensa nevada, Iker y Eneko hu¨ªan en la misma direcci¨®n, ahuyentados de nuevo por unas condiciones p¨¦simas.
Los gritos de "socorro", pronunciados en castellano pero con inconfundible acento franc¨¦s, empezaron a llegarles de forma amortiguada primero, y con urgencia evidente a medida que rapelaban por la v¨ªa. Pronto dieron con uno de los franceses, anclado a una pendiente de hielo, sin compa?eros a la vista ni cuerdas para abandonar la pared. Al fondo, ochenta metros por debajo, se adivinaba la blancura del glaciar. La noche ocultaba el resto: el franc¨¦s, presa de una gran excitaci¨®n acert¨® a explicarles que la reuni¨®n (varios clavos colocados en la roca y unidos por cordinos) de la que estaban sujetos hab¨ªa saltado bajo su peso, que sus dos compa?eros hab¨ªan ca¨ªdo y que ¨¦l hab¨ªa podido en un segundo milagroso desatarse para no caer tambi¨¦n. "Est¨¢n muertos", pensaron al mismo tiempo Iker y Eneko, al o¨ªr el relato. Desde ese punto rapelaron los tres para encontrar los cuerpos de los dos gu¨ªas tirados sobre la nieve: uno inerte, el otro aturdido, pero ambos vivos. "Nos parec¨ªa imposible: 80 metros dando tumbos, 30 de ellos volados, y no parec¨ªan tener nada de extrema gravedad, aunque tem¨ªamos que padeciesen lesiones internas", conf¨ªa Eneko. Con notables esfuerzos, lograron trasladar al que m¨¢s tiempo hab¨ªa pasado inconsciente hasta una tienda de campa?a, donde le acostaron bajo la vigilancia del gu¨ªa que hab¨ªa esquivado la ca¨ªda. Despu¨¦s, iniciaron el descenso con la otra v¨ªctima, solicitando ayuda por radio al Grupo de Socorro de El Chalt¨¦n, una unidad de voluntarios que no cobra por sus servicios.
Cargando durante horas con el peso del gu¨ªa franc¨¦s, los hermanos Pou alcanzaron el Paso Superior, lugar que hace las veces de campo base donde varios alpinistas dorm¨ªan. Despertaron a casi todos los all¨ª presentes, explicando lo sucedido, rogando ayuda. "Tem¨ªamos que las heridas internas acabasen con la vida del franc¨¦s que hab¨ªamos dejado en la tienda", explica Iker.
Para su sorpresa, nadie sal¨ªa del saco y hubo quien lleg¨® a recriminarles airadamente su petici¨®n de ayuda. S¨®lo dos ingleses salieron a la fr¨ªa noche para colaborar en el rescate. Entre los que escogieron mirar hacia otra parte al calor del saco hab¨ªa alpinistas de renombre, de los que alimentan las portadas de las revistas especializadas. "Entendemos el alpinismo como una herencia de padre a hijos, y en esa herencia siempre ha ido impl¨ªcito el deber de ayudar al herido en monta?a, por razones obvias y porque un d¨ªa nosotros mismos podemos necesitar esa ayuda. Por eso no pod¨ªamos creer que la mayor¨ªa nos negase el auxilio que ped¨ªamos", conf¨ªa Eneko.
Pocas horas despu¨¦s, el Grupo de Socorro de El Chalt¨¦n remataba el rescate. En menos de veinte horas desde que padecieron el accidente, los tres gu¨ªas volaban en helic¨®ptero camino de un hospital. La ma?ana siguiente amaneci¨® radiante: el mejor d¨ªa para escalar de las ¨²ltimas 30 jornadas. Destrozados por el cansancio, los Pou descansaban.
Una noche m¨¢s tarde, Iker y Eneko se cruzaron con varias cordadas que regresaban tras lograr la cima del Fitz Roy aprovechando, quiz¨¢, el mejor d¨ªa de la temporada. Entre estos rostros sonrientes de satisfacci¨®n pudieron reconocer a varios de los que les negaron su ayuda.
Al d¨ªa siguiente, el sexto intento de cima de los Pou acab¨® como el resto: con mucho fr¨ªo, nieve y sin cumbre. A cambio, tuvieron la felicitaci¨®n del Gobierno de Argentina, y, a su regreso a Vitoria, la llamada emocionada de uno de los gu¨ªas, que sigue empe?ado en negociar un par de canonizaciones con el Vaticano.
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