El Estatuto y el refer¨¦ndum
En las ¨²ltimas semanas, cuando la negociaci¨®n de la propuesta de reforma del Estatuto est¨¢ llegando a su fin, son bastantes los que se preguntan si ha valido la pena todo este proceso ante los resultados obtenidos. ?Para este viaje hac¨ªa falta la reforma estatutaria?
La respuesta positiva debe fundarse principalmente en que la diferencia cualitativa entre el Estatuto de 1979 y el Estatuto de 2006 es sustancial y no deja la menor duda sobre el cambio a mejor en la regulaci¨®n de los principios del autogobierno, de las instituciones, de la adaptaci¨®n del poder judicial a la autonom¨ªa, de las competencias, de las relaciones de la Generalitat con el Estado, con las dem¨¢s comunidades aut¨®nomas y con la Uni¨®n Europea y, por supuesto, la regulaci¨®n de la autonom¨ªa fiscal. En estos momentos ninguna fuerza pol¨ªtica, incluida ERC, lo pone en duda. Tampoco lo hace el Partido Popular que lo dice en negativo y de forma exagerada. El refer¨¦ndum debe dar la oportunidad de explicar y debatir abiertamente los pros y los contras de la reforma estatutaria. Porque una cosa es tener pocas dudas sobre el cambio que significar¨¢ el nuevo Estatuto para la ampliaci¨®n del autogobierno en Catalu?a, y otra es pasar de lado ante las insuficiencias de la reforma. Las leyes constitucionales que deben servir de marco y uni¨®n entre fuerzas pol¨ªticas muy distintas, tanto en ideolog¨ªa como en proyecto nacional, no satisfacen plenamente a casi nadie. El Estatuto no es la excepci¨®n.
El antiguo texto, tras 26 a?os de democracia tiene un gran valor
El 'no' del PP y la pugna entre nacionalistas animar¨¢ la consulta
La aprobaci¨®n de la ley deber¨ªa suponer una etapa larga de izquierdas
Por eso es deseable que haya un refer¨¦ndum abierto a la deliberaci¨®n y no un plebiscito ratificador. Que se puedan manifestar todas las opiniones que explican o matizan el sentido del voto. Es mejor un refer¨¦ndum con debate que un plebiscito de tr¨¢mite. En el recuerdo tenemos aquel tr¨¢mite plebiscitario del 25 de octubre de 1979 que Alfonso C. Com¨ªn calific¨® con un t¨ªtulo suficientemente expl¨ªcito en la revista Taula de Canvi: 'L'Estatut: la llarga nit del Refer¨¨ndum'. Dec¨ªa Com¨ªn sobre el refer¨¦ndum del Estatuto de 1979: "la nit del 25 d'octubre va ser -no es pot ocultar- una nit trista. La pla?a de Sant Jaume tenia l'aire de congregaci¨® funer¨¤ria humitejada per n¨²vols torbadors". Vot¨® s¨ª el 53% del censo y hubo una abstenci¨®n del 40%. No era para dar saltos de alegr¨ªa catalanista. No obstante, aquel refer¨¦ndum, visto desde la normalidad de m¨¢s de 26 a?os de autonom¨ªa y democracia, adquiere un valor hist¨®rico innegable.
En las actuales circunstancias y previsible contexto pol¨ªtico del refer¨¦ndum de 2006, hay dos factores que animar¨¢n el debate. El no del Partido Popular, que contaminar¨¢ a cualquier otro partido que proponga la misma opci¨®n. Y la competencia entre nacionalistas catalanes para atribuirse los m¨¦ritos y echar al otro los dem¨¦ritos. Solamente hace falta o¨ªr a Jordi Pujol (si no fuera por CiU...) o a Carod Rovira (gracias a ERC se ha conseguido...) para comprobarlo reiteradamente. Son como ni?os. A estas alturas de la democracia no se necesitan salvadores de estatutos. Basta con que unos y otros digan lo que piensan de la reforma y de sus resultados y que la ciudadan¨ªa decida. As¨ª, es normal que haya catalanistas, nacionalistas o federalistas, descontentos por unas expectativas que no se han cumplido. ?Se esperaba m¨¢s de la reforma estatutaria? A priori, s¨ª. Pero se ha conseguido algo impensable si en el Gobierno de Madrid estuviera, no ya el Partido Popular, sino el mismo PSOE presidido por otro. El s¨ª con mayor o menor adjetivaci¨®n cr¨ªtica es una opci¨®n buena y necesaria para el futuro de Catalu?a.
Lo cierto es que con un gobierno de izquierdas y catalanista se puede dar otro paso hist¨®rico para el autogobierno de Catalu?a. As¨ª ya sucedi¨® con Maci¨¤ y Companys en 1931, y tambi¨¦n ocurri¨® en la transici¨®n democr¨¢tica bajo el impulso del PSUC y de la Assemblea de Catalunya. Las elecciones del 15 de junio de 1977 confirmaron una hegemon¨ªa de las izquierdas federales y catalanistas que la astucia de Su¨¢rez, la presidencia de Tarradellas y el apoyo de Heribert Barrera a Pujol, despu¨¦s de las primeras elecciones auton¨®micas de 1980, desactivaron. Mirando hacia el futuro se tiene la oportunidad de recuperar y confirmar aquella hegemon¨ªa que no se debi¨® perder. El cambio de posici¨®n de ERC lo ha hecho posible y hay que valorarlo por la trascendencia que tiene. La divisi¨®n entre nacionalistas y no nacionalistas ha de quedar para el pasado pujolista. La naci¨®n real es de todos y nadie puede apropiarse de la misma, porque es plural social, cultural y pol¨ªticamente.
La aprobaci¨®n del Estatuto mediante refer¨¦ndum deber¨ªa ser el punto de partida de una nueva y larga etapa de desarrollo del autogobierno desde la izquierda plural, nacional y federal. Todav¨ªa pervive la sombra de una resistencia al cambio, como si permaneciera la transversalidad nacionalista catalana y, tambi¨¦n, la conocida sociovergencia. Habr¨¢ que despejar estas dudas si realmente se quiere gobernar de otra manera Catalu?a, despues del largo periodo encabezado por Jordi Pujol.
Miquel Caminal es profesor de Ciencia Pol¨ªtica de la Universidad de Barcelona.
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