Z may¨²scula
El escrito siguiente me ofrece una buena oportunidad para volver a ocuparme aqu¨ª de la Real Academia y de mi condici¨®n de acad¨¦mico. Forma parte de un volumen colectivo titulado Al pie de la letra. Geograf¨ªa fant¨¢stica del alfabeto espa?ol, en el que cada cual debi¨® fantasear o discurrir, seg¨²n su genio y manera, acerca de la letra asignada al sill¨®n que en su d¨ªa, y por casualidad, le vino a caer en suerte. A m¨ª me cay¨® la zeta may¨²scula que, por iron¨ªa del destino, representa el sonido menos apropiado para mi dicci¨®n de andal¨²s. Y as¨ª, el texto que redact¨¦ para el libro en cuesti¨®n presenta un tono ligero y humor¨ªstico muy en concordancia, de otra parte, con el ambiente de cordial amistad (oasis hoy d¨ªa de civilizado respeto civil y buenas maneras) que domina entre los miembros de la Docta Casa.
Una iron¨ªa de mi vida ha sido que la Real Academia Espa?ola me llevara a su seno para ocupar precisamente su sill¨®n Z
A la fecha de hoy la zeta me ha conquistado o, mejor dicho, que me he adue?ado de ella, y no consentir¨ªa ya que nadie me la disputase
La vida est¨¢ llena de iron¨ªas, y una iron¨ªa de mi vida ha sido que la Real Academia Espa?ola me llevara a su seno para ocupar precisamente su sill¨®n Z. Iron¨ªa amable y zumbona en esta ocasi¨®n. Pues esa letra -me preguntaba yo-, ?qu¨¦ pod¨ªa significar para m¨ª? Fue un caso enteramente fortuito, como si en un sorteo de rifa o loter¨ªa, inesperadamente, me hubiese ca¨ªdo como premio la letra zeta. ?Por qu¨¦ precisamente la letra zeta a m¨ª? Un tanto aprensivo, me preguntaba entonces qu¨¦ significar¨ªa tan azaroso premio; qu¨¦ podr¨ªa haber oculto detr¨¢s de ese punzante garfio, de ese amenazador garabato que me aguardaba, esculpido sobre mi cabeza, en el respaldo de mi simb¨®lico sill¨®n: la Zeda o Zeta, que as¨ª se llama. Intentaba repescar su imagen de entre la niebla de los recuerdos de infancia, y por lo pronto se me aparec¨ªa en ellos la zeta -aparte, claro est¨¢, la cartilla escolar y los palotes de los cuadernos de caligraf¨ªa- en los anuncios del papel de fumar Zig-zag y, con tama?o min¨²sculo, sobre los bidones del en¨¦rgico desinfectante llamado Zotal, entonces marca muy anunciada de un muy usado producto, cuyo olor parec¨ªa no quererse despegar de mi olfato hasta el d¨ªa de hoy, cuando al final de una prolongad¨ªsima vida han debido irse sumiendo, sin embargo, en lamentable olvido tant¨ªsimos objetos menos triviales. En cambio, las zetas del librillo de papel de fumar marca Zig-zag con cuyas hojas mi padre envolv¨ªa su tabaco negro, o la poderosa inicial del apestoso desinfectante, tan ostensible en la lata de donde yo vert¨ªa su denso l¨ªquido en un balde de agua para aseo de mis perros, son la misma emblem¨¢tica letra con que deber¨ªa ahora sentirme acad¨¦micamente identificado... Aquellas asociaciones eran bastante pueriles; y mucho m¨¢s pueril todav¨ªa lo era otra que tambi¨¦n sol¨ªa acudir a mi mente con intriga de jerogl¨ªfico al pensar en esas series ligadas de zetas que los dibujantes de tebeos o c¨®mics hacen salir hacia arriba de la boca de sus personajes cuando quieren dar a entender que el monigote est¨¢ dormido. Es ¨¦ste un recurso expresivo que todav¨ªa encontramos incansablemente en las p¨¢ginas de la prensa popular, y que hasta la fecha contin¨²a caus¨¢ndome a m¨ª una cierta curiosidad. Porque esas tiras de zetas enlazadas en escalerilla ascendente deben de querer representar, imagino yo, la decadencia de un cierto sonido, y este sonido no podr¨ªa ser otro que el de los ronquidos del supuesto durmiente. Y ?por qu¨¦ encargar a una zeta reiter¨¢ndola hasta el cansancio (?a la letra ilustre de mi sill¨®n acad¨¦mico, caramba!) de que represente un ruido tan ¨¢spero y, en verdad, tan desagradable, entre c¨®mico e inconveniente, como es el que suele emitir la garganta de los descuidados dormilones? ?Merece de veras la postrera letra del alfabeto espa?ol, mi pobre zeta, que se le adjudique tan denigrante oficio?
M¨¢s ac¨¢ de esas puerilidades, la famosa zeta, la grande y misteriosa Z de La marca del Zorro, vendr¨ªa luego, con las pel¨ªculas en serie y las novelitas de quiosco, a estimular mis fantas¨ªas adolescentes. Aquella inicial del Zorro s¨ª que era una zeta misteriosa, heroica, llena de dinamismo subversivo, pero quiz¨¢ tampoco muy compatible con la serenidad, el sosiego acad¨¦mico, que por principio se les supone a los inmortales...
Perplejidades tales acud¨ªan a mi mente cuando, a prop¨®sito de mi honorable zeta acad¨¦mica, evocaba las impresiones que el trazo de ese mismo signo evocaba en m¨ª desde la remot¨ªsima infancia. Hay que decir que no todas esas impresiones arcaicas acud¨ªan ni acuden con el consabido encanto agridulce de las reminiscencias pueriles. Pues de aquel lejano entonces, recuerdo tambi¨¦n alguna escena de mis d¨ªas en la escuela primaria, donde el mag¨ªster acostumbraba acompa?ar los castigos, nunca leves, administrando a sus tiernos educandos el calificativo de zote. Aquel d¨®mine era castellano, y la letra inicial de su improperio predilecto sonaba en nuestros o¨ªdos andaluces como un bofet¨®n adicional... (A veces, la calificaci¨®n de zote se alternaba con la de zopenco o la de zoquete. Y para qu¨¦ decir las burlas, si daba la casualidad de que el infeliz de turno padeciera adem¨¢s la desgracia de ser zurdo o zocato.)
Aqu¨ª viene ya a cuento esa iron¨ªa de mi vida a la que comenzaba haciendo referencia: al ser elegido miembro de la Real Academia Espa?ola me hab¨ªa tocado ocupar en ella el sill¨®n que me designa con esta letra cuyo sonido regular es por completo ajeno, en cuanto andaluz que soy, a mis h¨¢bitos verbales. "?ltima letra del abecedario espa?ol -ense?a el diccionario oficial de la instituci¨®n-, se articula como una s en que la lengua adopta posici¨®n convexa, generalmente predorsal, con salida dental o dentoalveolar del aire, y con seseo o indistinci¨®n fonol¨®gica respecto de la s". As¨ª es, pues, como debe pronunciarse esta letra postrera del alfabeto espa?ol, y yo -pobre de m¨ª- por m¨¢s que lo intentara, no me daba ma?a para conseguirlo. Quiz¨¢ lo lograr¨ªa a veces, pero desde luego se me notaba el esfuerzo. En cuanto titular abanderado o alf¨¦rez de una letra que no me es natural, y que s¨®lo mediante forzada deliberaci¨®n sale, Dios sabr¨¢ c¨®mo, de mis labios, este andaluz deb¨ªa de sentirse en cierta medida inc¨®modo, como una especie de usurpador, en su sill¨®n Z. ?Con qu¨¦ derecho pod¨ªa sentarme yo en el sill¨®n de la Real Academia Espa?ola coronado con la en¨¦rgica, altiva, arrogante, engre¨ªda, imponente zeta? ?Acaso ello me obligar¨ªa de ah¨ª en adelante a simular, con la inquieta vigilancia que es propia de todos los impostores, una pronunciaci¨®n que no me pertenec¨ªa?
Sin embargo, el propio diccionario de la propia Academia ser¨ªa quien se encargara de aliviar mis cuitas, ofreci¨¦ndome una piadosa coartada al reconocerle a la bendita zeta la posibilidad de una articulaci¨®n distinta, y tambi¨¦n leg¨ªtima, "en casi toda Andaluc¨ªa, as¨ª como en Canarias, Hispanoam¨¦rica, etc¨¦tera" (esto es, en la mayor extensi¨®n de los inmensos territorios donde nuestra lengua es usada por la inmensa mayor¨ªa de los hispanohablantes). Al admitir graciosamente la Academia que "considera correcta tanto la pronunciaci¨®n interdental distinguidora como la predental seseante", me quitaba un peso de encima... A su indulgencia me acojo. La imponente letra de mi sill¨®n acad¨¦mico no tiene, pues, por qu¨¦ intimidarme. Yo puedo hacer de mi zeta un sayo, y todos contentos.
Esta licencia parecer¨ªa invitar -o, si no, yo me la tomar¨¦- a divertirme repasando la lista de palabras que en nuestro diccionario se alfabetizan bajo la inicial zeta, con la intenci¨®n -algo maligna, lo reconozco- de comprobar si, como sospecho, esta secci¨®n del mamotreto alberga en efecto proporcionalmente m¨¢s vocablos crudos o agrios o despectivos de lo corriente. Busco para empezar el t¨¦rmino zah¨²rda; y ?por qu¨¦ es el primero que busco? Pues porque esa palabra guarda en m¨ª desde la infancia una doble resonancia, a la vez familiar y literaria; en la lengua cotidiana la us¨¢bamos para significar el estado desordenado, desali?ado y extremadamente sucio de alg¨²n recinto; y por otra parte, Quevedo, con su autoridad cl¨¢sica, me hablaba desde mi antolog¨ªa de bachillerato de las zah¨²rdas de Plut¨®n. A punto fijo, ?qu¨¦ es, en fin, una zah¨²rda? Ahora, el diccionario me informa de que zah¨²rda equivale a pocilga, o sea "vivienda del cerdo". ?No est¨¢ mal!
Otra palabra. Reparo luego en la voz zapeo. ?sta es palabra nueva, un t¨¦rmino de introducci¨®n reciente. Recuerdo la sesi¨®n acad¨¦mica plenaria en que por unanimidad la aprobamos con intenci¨®n de castellanizar as¨ª el ingl¨¦s zapping que se estaba haciendo ya demasiado frecuente en nuestro lenguaje usual. Al aprobarla, le atribuimos el significado de "cambio, normalmente reiterado, de canal de televisi¨®n, con el mando a distancia, en busca de un programa m¨¢s atractivo". A este flamante sustantivo correspondi¨® el verbo zapear, que a su vez podr¨ªa servir tambi¨¦n para el muy tradicional zape, "voz familiar que se emplea -seg¨²n la define el diccionario- para ahuyentar a los gatos", de igual manera que el zapeo televisivo sirve para ahuyentar de la pantalla los programas indeseados. Debo advertir que nuestro viejo y popular zape, el grito usado para hostilizar a Zapir¨®n, fue tradicionalmente aplicado por gente zafia para zaherir a los zarazas, grit¨¢ndoles ?zape, puto!, un uso indecente del que el diccionario no se hace cargo.
Pero, aparte zarandajas tales, mi repaso de la lista de palabras cuya inicial es una zeta parecer¨ªa querer confirmar aquella previa impresi¨®n m¨ªa de que esta letra ampara una cantidad de t¨¦rminos degradantes, agresivos, ofensivos o simplemente negativos, mayor que ninguna otra de nuestro alfabeto. Pi¨¦nsese, por ejemplo, en el mal nombre de la esquinera zorra desorejada, o en el del hediondo zorrino; en apelativos como zonzo, zamacuco, z¨¢ngano, zangolotino, zanguango, zarrapastroso, zascandil, zopenco, zurrapa, zurupeto; en acciones o situaciones como zampar, zurrar, zipizape, zacapela, zapatiesta, zalagarda. Dir¨ªase que el duro sonido de la zeta quiere a?adir crueldad (o crudeza, vigor y energ¨ªa, si as¨ª se prefiere) al denuesto, al improperio, al insulto.
Con eso y todo, vengo a descubrir que a final de cuentas me he encari?ado con la letra zeta; que a la fecha de hoy la zeta me ha conquistado o, mejor dicho, que me he adue?ado de ella, y no consentir¨ªa ya que nadie me la disputase: ?es la letra de mi sill¨®n acad¨¦mico! Se ve que, en efecto, el roce engendra cari?o. Quiz¨¢ no era otro en definitiva el secreto que la suerte azarosa me depar¨® el d¨ªa de mi elecci¨®n o -perm¨ªtaseme- entronizaci¨®n acad¨¦mica.
Este texto forma parte de De vuelta en casa, cuarta parte del libro Recuerdos y olvidos (1906-2006), de Alianza Editorial, que se reeditar¨¢ a finales de este mes. La nueva edici¨®n incluye, adem¨¢s de nuevos textos, un nuevo pr¨®logo y abundante material gr¨¢fico in¨¦dito.
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