El racismo de nunca acabar
Raza es una de las palabras m¨¢s oscuras de la lengua castellana, aunque las mismas tinieblas pueden encontrarse en el ingl¨¦s, el franc¨¦s, el catal¨¢n y el italiano. En su acepci¨®n m¨¢s antigua, raza significaba defecto, y siempre ten¨ªa un dejo peyorativo. La buena raza era sin¨®nimo de limpieza de sangre; es decir, una declaraci¨®n de que el linaje correspond¨ªa a un cristiano viejo, no contaminado por parentescos con ¨¢rabes o jud¨ªos. En la idea de raza cabe no s¨®lo la pertenencia a un grupo humano discernible por el color de la piel, por los rasgos gen¨¦ticos y a veces por la cultura. Cabe tambi¨¦n la idea de que junto a lo que somos hay otros o un otro, cuya condici¨®n es humana pero con el que poco tenemos que ver, como sucede con dos c¨ªrculos que no se tocan. Con frecuencia ese otro, por ser desconocido, es tambi¨¦n temible. La historia demuestra que tal temor se resuelve a trav¨¦s del conflicto, de la guerra. Se anula lo que no se nos parece, se extermina lo que se teme.
Este razonamiento simplifica una situaci¨®n muy compleja, pero permite vislumbrar el punto de partida de alguna de las peores tragedias que han denigrado a la especie: las guerras de religi¨®n, el sacrificio de las minor¨ªas, la esclavitud, la Shoah, la crucifixi¨®n, la hoguera, la tortura: los cr¨ªmenes que se cometen en nombre de Dios o de doctrinas e ideolog¨ªas que se imaginan superiores a las otras. Primero Benito Mussolini y despu¨¦s Adolf Hitler convirtieron la raza en pol¨ªtica de Estado. Con frecuencia, la obsesi¨®n por la supremac¨ªa racial se denomina tambi¨¦n "protecci¨®n nacional" o "defensa del ser nacional", y los partidos que llevan adelante esos prejuicios, como en la Alemania de 1933 o en la Sur¨¢frica de 1948 se llaman, de alguna manera, nacionales. Siempre se estudia la supremac¨ªa racial desde el punto de vista del oprimido. Y con raz¨®n, porque es el oprimido el que padece las consecuencias. ?Qu¨¦ sucede, sin embargo, cuando la situaci¨®n se invierte, y quien ha tolerado siglos de opresi¨®n encuentra razones para creerse superior a sus opresores? Las consecuencias pueden ser igualmente nefastas e injustas. Han aparecido algunos s¨ªntomas que no conviene pasar por alto.
Hace pocas semanas, una amiga de mi hija de 19 a?os regres¨® a su ciudad de origen, en Sur¨¢frica. Desde hace dos a?os, Jennifer -cuyos abuelos son holandeses, canadienses e ingleses- est¨¢ enamorada de un joven negro, Moses. Al regresar, supo que la familia de Moses lo hab¨ªa enviado a estudiar a Londres para apartarlo de una relaci¨®n que suponen perniciosa, con alguien de raza blanca. Jennifer sab¨ªa que los padres de Moses eran defensores f¨¦rreos de la llamada "teor¨ªa de la melanina", cuyo ide¨®logo principal, un tal Wade Nobles, sostiene que s¨®lo la raza negra es completamente humana, y que la piel blanca es un desv¨ªo animal de la naturaleza. Nobles sostiene que, como los primeros hombres fueron africanos, con la piel muy pigmentada, su evoluci¨®n fue m¨¢s r¨¢pida. Cita como pruebas la poderosa cultura nubia y las primeras dinast¨ªas egipcias.
Las ideas de Nobles encontraron un campo f¨¦rtil de difusi¨®n en la llamada Naci¨®n del Islam, un movimiento fundamentalista cuya figura m¨¢s conocida es Malcolm X (quien muri¨® abjurando de esos prejuicios), y para la cual la gente de raza blanca es gen¨¦ticamente mentirosa y asesina. Entre 1972 y 1974, los ?ngeles de la Muerte, una secta de la Naci¨®n del Islam, asesin¨® en el sur de California a 71 varones, mujeres y ni?os de raza blanca, en una enloquecida org¨ªa purificadora que intentaba ser el principio de un exterminio mayor.
Nada de eso se conoc¨ªa en Am¨¦rica Latina hasta hace muy poco tiempo. Los leg¨ªtimos movimientos de reivindicaci¨®n de los derechos de las minor¨ªas ¨¦tnicas -como el de Evo Morales en Bolivia- no deben ser confundidos con las locuras de Ollanta Humala, l¨ªder de un partido pol¨ªtico peruano que previsiblemente se llama Partido Nacionalista, y uno de los candidatos con m¨¢s posibilidades de acceder a la presidencia de su pa¨ªs en las elecciones del 9 de abril.
Hasta mediados de febrero, el comandante Humala estaba segundo en las encuestas, a cuatro puntos de Lourdes Flores, y con 10 puntos de ventaja sobre el tercero, el ex presidente Alan Garc¨ªa. Humala ha sido presentado como un ¨¦mulo de Hugo Ch¨¢vez, pero sus antecedentes son m¨¢s sospechosos. En el a?o 2000 encabez¨® un golpe contra el presidente Alberto Fujimori y expuso entonces, con claridad, las bases de lo que podr¨ªa ser su gobierno. El golpe fracas¨® y Fujimori intent¨® alejarlo nombr¨¢ndolo agregado militar en Se¨²l, pero Humala volvi¨® con una estructura pol¨ªtica m¨¢s f¨¦rrea. Desde el principio, sostuvo que el ind¨ªgena peruano, el cholo, pertenece a una raza superior, que s¨®lo fue bien gobernada por los incas. El blanco es un fracasado, ha dicho, y la ¨²nica soluci¨®n para el Per¨² es expulsarlo: la purificaci¨®n por el exterminio.
"Con la democracia no se come ni se educa ni se cura", suele repetir Humala, parodiando al Argentino Ra¨²l Alfons¨ªn, el primer presidente democr¨¢tico elegido en Am¨¦rica Latina despu¨¦s de una dictadura cruel.
Sangre, suelo, lengua (la quechua), mano fuerte y una dosis alta de mesianismo han seducido a millones de peruanos empobrecidos y atemorizados por a?os de batallas internas. Parte de la prensa peruana se ha rendido ante su discurso racista, con la certeza de que llegar al poder domesticar¨¢ sus excesos. No sucedi¨® con Hitler. No suceder¨¢ con Humala. El Per¨² de 2006 no tiene la importancia estrat¨¦gica de la Alemania de 1933, pero las chispas m¨¢s desde?ables son, a veces, las que inician los peores incendios.
La especie humana es una sola y, salvo sus actos, nada hace a una persona mejor que otra. Cada vez que se olvida esa verdad simple, la civilizaci¨®n retrocede un paso, irreparablemente.
Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez es escritor y periodista argentino. ? 2006 Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez. (Distribuido por The New York Times Syndicate).
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