La otra cara del Mundial
Las autoridades alemanas esperan que m¨¢s de tres millones de extranjeros viajen a Alemania para presenciar los encuentros de la Copa del Mundo, que se disputar¨¢ en ese pa¨ªs en junio y julio pr¨®ximos. Junto a estos visitantes est¨¢ previsto que lleguen miles de prostitutas procedentes de otros pa¨ªses, a trav¨¦s de redes ilegales. De hecho, junto a los preparativos deportivos se han observado otros que han causado alarma entre quienes luchan contra la prostituci¨®n y la trata de mujeres. Junto al estadio de f¨²tbol de Berl¨ªn se ha construido un gran prost¨ªbulo de 3.000 metros cuadrados capaz de ofrecer servicios sexuales a m¨¢s de 650 clientes por turno. Aunque este magno burdel abri¨® sus puertas hace cinco meses, al amparo de la ley que en 2002 legaliz¨® la prostituci¨®n en Alemania, es todo un mal ejemplo de la gran expansi¨®n que est¨¢ experimentando en toda Europa el negocio de la prostituci¨®n.
El Parlamento europeo ha acordado instar a Alemania a que tome "las medidas oportunas para evitar la trata de mujeres y la prostituci¨®n forzada" durante la celebraci¨®n del Mundial, a la vez que reclama un marco legislativo com¨²n en la Uni¨®n Europea. En estos momentos conviven en el seno de la UE pa¨ªses que proh¨ªben la prostituci¨®n y castigan la compra de servicios sexuales, como Suecia, y otros que, como Holanda o la propia Alemania, la han regulado para ofrecer a las meretrices un marco legal de protecci¨®n.
El problema es que la prostituci¨®n es un fen¨®meno absolutamente transnacional, como transnacionales son las redes que la explotan. Por mucho que las autoridades alemanas quisieran frenar la llegada de prostitutas con motivo del Mundial, dif¨ªcilmente podr¨¢n impedir que entren mujeres forzadas por las organizaciones criminales. Est¨¢ claro que el fen¨®meno de la prostituci¨®n est¨¢ creciendo de forma alarmante. Las redes mafiosas recurren con frecuencia al secuestro y al rapto para reclutar a las mujeres, y aunque no lo hicieran, la prostituci¨®n se nutre de la pobreza y ah¨ª van a tener siempre una enorme cantera que explotar.
Hay otra constataci¨®n que obliga a replantear el problema: la mayor libertad sexual no ha tra¨ªdo consigo una menor demanda de servicios sexuales de pago. Al contrario, la mentalidad consumista hace que hoy se considere normal comprar servicios sexuales no por una necesidad, sino por el mero derecho a comprar lo que est¨¢ en venta. Cuanta m¨¢s oferta, m¨¢s demanda, y cuanta m¨¢s demanda, m¨¢s negocio y m¨¢s oferta. Una espiral infernal que en alg¨²n momento habr¨¢ que cortar.
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