Los psic¨®patas de la fe y sus apaciguadores
?Qui¨¦n es culpable de desprestigiar el islam? ?Las personas y muchedumbres que invocan el nombre del Profeta para cometer cr¨ªmenes que repugnan a nuestra condici¨®n humana? ?O el c¨ªnico que responde de la ¨²nica manera que sabe, pero dentro de las leyes de su pa¨ªs?
Debemos abordar esta cuesti¨®n con toda objetividad. ?Qui¨¦nes son los que est¨¢n llevando el nombre de su venerado s¨ªmbolo al terreno de los infieles y los no creyentes, en el que se convierte en tema de discusi¨®n y chivo expiatorio de los cr¨ªmenes de sus seguidores? La ¨²nica forma de marginar y desarmar a los psic¨®patas de la fe es responder a esa pregunta con sinceridad, no los vanos intentos de obligar a un pa¨ªs soberano a aplicar unas leyes que no tienen nada que ver con su constituci¨®n ni sus costumbres.
Hace dos a?os, en la capital de Nigeria, unos fan¨¢ticos musulmanes se lanzaron a las calles para protestar por la celebraci¨®n del concurso de Miss Mundo y proclamar que tal exhibici¨®n de mujeres era una afrenta contra el islam. Al acabar su protesta, docenas de inocentes yac¨ªan muertos en las calles, sus hogares y sus lugares de trabajo.
Nadie tuvo en cuenta las opiniones ni los gustos de los seguidores de otras religiones, los laicos o los ateos. Casas y empresas incendiadas, barrios enteros destruidos. Para asegurarse de que no hubiera ni siquiera comentarios, a una periodista se la declar¨® culpable de blasfemia contra el profeta Mahoma, y, para castigarla, un vicegobernador de un oscuro Estado llamado Zamfara dict¨® una fatua de muerte contra ella. Lo que la periodista hab¨ªa dicho era que, si el profeta Mahoma hubiera estado vivo, seguramente habr¨ªa tomado como esposa a una de las participantes en el concurso de belleza. Condenar a alguien a muerte por alabar la capacidad del profeta para apreciar la belleza era caer en aut¨¦nticos abismos de irracionalidad y oportunismo homicida.
Como era de esperar, yo denunci¨¦ la org¨ªa asesina. Para mi asombro, algunas voces liberales del mundo occidental, liberales siempre con la sangre de otros y en defensa del agresor, prefirieron concentrarse en lo "impropio" de llevar la "decadencia occidental" a la pr¨ªstina inocencia de Nigeria y contaminar sus valores culturales. Aunque no tendr¨ªa que haber hecho falta, consider¨¦ que ten¨ªa el deber de informar sobre la existencia de concursos de belleza -tanto de hombres como de mujeres- en varias culturas tradicionales africanas, en algunos casos incluso con competiciones de danzas de cortejo. Lo que qued¨® pr¨¢cticamente olvidado fue lo m¨¢s importante, el car¨¢cter sagrado de la vida humana por encima de cualquier s¨ªmbolo religioso, por universal que sea. De distracciones as¨ª nace la impunidad, y las leyes de la turba y sus manipuladores acaban contando con la aprobaci¨®n t¨¢cita de los apaciguadores del mundo.
La impunidad engendra m¨¢s impunidad. Tras la denuncia de una nueva ofensa contra el profeta Mahoma en la lejana Dinamarca, en Nigeria sab¨ªamos que la siguiente oleada de carnicer¨ªas era cuesti¨®n de d¨ªas. Ocurri¨® seg¨²n lo previsto.
Los fan¨¢ticos actuaron en un rinc¨®n del norte del pa¨ªs, Maiduguri. Escogieron un domingo, en el que ten¨ªan la seguridad de que las ovejas estaban reunidas en su corral, y se abalanzaron sobre los inocentes para llevar a cabo su truculenta tarea. Aguardamos la reacci¨®n oficial y tampoco en esta ocasi¨®n nos vimos decepcionados: el Gobierno y varios organismos c¨ªvicos aconsejaron "contenci¨®n". En todas las declaraciones oficiales se ech¨® en falta un lenguaje que expresara la repugnancia; en vez de alguna manifestaci¨®n de la voluntad oficial de aplicar rigurosamente las leyes, s¨®lo hubo llamamientos a la "contenci¨®n".
Las matanzas se extendieron. Una caracter¨ªstica de los imitadores de la violencia es que nunca se conforman con imitar; se sienten obligados a mejorar la acci¨®n inicial. Estaba garantizado que lo que en otros pa¨ªses hab¨ªan sido llamamientos al boicot de productos daneses e incendio de embajadas deb¨ªa convertirse en carnicer¨ªa en Nigeria.
?Qui¨¦nes son, pues, los que de verdad profanan el nombre del profeta Mahoma? ?Los que asesinan a inocentes en su nombre, unos inocentes que jam¨¢s han probado la mantequilla danesa, que ni siquiera saben de la existencia de un pa¨ªs llamado Dinamarca? ?O un dibujante que, por lo que sabemos, nunca ha tenido ninguna relaci¨®n espiritual con Jesucristo, Mahoma, Buda o Orisanla? Es cierto que incluso a alguien as¨ª se le puede acusar de falta de responsabilidad social; como profesional informado, tiene la obligaci¨®n moral de respetar las creencias de otros. Pero lo que hace lo hace en funci¨®n de su propia conciencia, no en nombre de Yav¨¦, Ikenga ni la Virgen Mar¨ªa. De modo que ?por qu¨¦ van a merecer los creyentes de otras religiones la ira de quienes se sienten ofendidos por lo que se ha hecho en contra de la suya?
Afortunadamente, el Gobierno dan¨¦s se neg¨® a asumir culpas y no cedi¨® a la exigencia de que pidiera perd¨®n por la con
-ducta de uno de sus ciudadanos, una persona a la que nadie hab¨ªa acusado de ser funcionario, representante o portavoz oficial, sino un individuo libre que actu¨® por su cuenta, aunque fuera una acci¨®n censurable. La idea de que un Gobierno deba vigilar las decisiones individuales en una sociedad libre es repugnante.
Todos debemos seguir haciendo hincapi¨¦ en el periodismo responsable e inculcar unas pr¨¢cticas de buena vecindad que se extiendan por encima de fronteras nacionales. Pero debemos ser a¨²n m¨¢s decididos a la hora de rechazar cualquier intento de una autoridad sectorial o un cuasi-Estado de imponer su voluntad a quienes no siguen los mandatos de sus creencias, culturas y valores.
Las caricaturas no ten¨ªan que haberse convertido jam¨¢s en un asunto mundial. Las im¨¢genes ofensivas las habr¨ªa visto, como mucho, el peque?o colectivo de lectores del peri¨®dico. Lo que han hecho los depositarios de la religi¨®n es extender el "territorio del insulto" hasta el infinito. Son ellos los que han cometido una afrenta mayor contra la imagen del Profeta, con la inevitable proliferaci¨®n de los dibujos. Y, sobre todo, al suscitar interrogantes sobre los seguidores del Profeta y su forma de interpretar la complejidad del mundo. Tomemos con toda seriedad el comentario que hac¨ªa otro dibujo, en esta ocasi¨®n en un peri¨®dico franc¨¦s. El chiste muestra a un profeta Mahoma taciturno y frustrado, y el pie dice: "Qu¨¦ duro es que a uno le amen unos idiotas". ?Ojal¨¢ algunos de esos adoradores declarados de Mahoma no fueran psic¨®patas de la fe!
Conviene aclarar que no han faltado voces de condena entre dirigentes nigerianos musulmanes. Lo que ha faltado es un rechazo firme e inequ¨ªvoco, un lenguaje que vaya m¨¢s all¨¢ de t¨®picos santurrones, un llamamiento a aislar a los asesinos y denunciar a los manipuladores de la psicolog¨ªa de masas.
Yo estar¨¦ dispuesto a creer en la sinceridad de esas voces -no s¨®lo en mi propio pa¨ªs, sino en todo el mundo- cuando no se limiten a las condenas sino que busquen la manera de que quienes han profanado la inviolabilidad de la vida humana sufran las consecuencias. En otras palabras, ha llegado la hora de que los l¨ªderes musulmanes de todo el mundo emitan una fatua contra quienes matan en nombre de su fe y convierten cualquier cosa en una ocasi¨®n para desatar los impulsos psic¨®patas.
Mientras tanto, prosiguen los asesinatos de inocentes en Darfur. Desde luego, el mundo est¨¢ torcido, pero no del lado que creen algunos.
Wole Soyinka, dramaturgo nigeriano, obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1986. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia. ? Global Viewpoint, 2006.
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