Curso 'antibotell¨®n'
En la Comunidad de Madrid, el 60% de los multados por beber en la calle sustituyen la sanci¨®n por una charla sobre drogas
Llegado el s¨¢bado noche, algunos dicen voy a salir, y lo que hacen es entrar (en el bar). Otros dicen que salen y se van de botell¨®n. Cuando se lleva casi una d¨¦cada quedando con los amigos alrededor de una bolsa, sentando el pandero en el c¨¦sped y haciendo sonar los cubitos entre risas, la cosa tiene visos de haberse convertido en una cultura urbana. O, al menos, en una forma de relacionarse a la que muchos no est¨¢n dispuestos a renunciar s¨®lo porque la polic¨ªa pase de vez en cuando y pida el carn¨¦. Eso ha ocurrido en Madrid unas 16.000 veces desde que se aprob¨® la ley antibotell¨®n en 2002. La cosa es sencilla: o pagas la multa leve de 300 euros o asistes a una charla preventiva que organiza la Agencia Antidroga de la Comunidad de Madrid. El 60% elige lo segundo.
Carlos se queja del sonido insoportable de las discotecas avanzada la noche
Bajo el traje impecable de empleado "de finanzas" de Andr¨¦s hay un 'botellonero' fiel
Uno a uno, los j¨®venes van acerc¨¢ndose a la mesa de la psic¨®loga a firmar el parte de asistencia. Imaginarlos desmadrados en un botell¨®n no es f¨¢cil. Algunos van de traje y corbata y necesitan un justificante para entregarlo en la empresa en la que trabajan. Otros llegan reci¨¦n salidos de la universidad abrazando la libreta, la viva imagen de la formalidad. Muchos son estudiantes. Y la conferencia acaba pareci¨¦ndose a una clase universitaria. Marta Franco, la psic¨®loga, favorece el ambiente distendido. No se trata de criminalizar a nadie, sino de aprovechar para contarles que las drogas, incluido el alcohol, siguen una senda helada por donde es f¨¢cil deslizarse y complicado frenar. Y tambi¨¦n preocupa la edad de inicio en el alcohol, a partir de los 13 a?os.
Pero los muchachos se resisten. La mayor¨ªa no se ve en riesgo de nada y sus razones para hacer botell¨®n tampoco son las cl¨¢sicas. No es por falta de dinero. Jorge tiene 26 a?os, acab¨® su carrera de Inform¨¢tica y est¨¢ trabajando. "Llevo m¨¢s de seis a?os saliendo con los amigos en ese plan. En los bares te agobia el humo, el calor. All¨ª podemos estar juntos y hablar entre todos. No lo hacemos por emborracharnos. Esta charla tiene una parte ¨²til, pero creo que se quedar¨¢ en otra an¨¦cdota para contar". A su lado est¨¢ Carlos, que tambi¨¦n estudia para inform¨¢tico, otro habitual de los botellones. ?l se queja del sonido insoportable de las discotecas avanzada la noche. "No se puede hablar y, si tu grupo de amigos es amplio, ni cabes en los bares". Cree que hay zonas donde no se molestar¨ªa a los vecinos, donde "la polic¨ªa podr¨ªa patrullar por si hay alg¨²n l¨ªo y que se podr¨ªan limpiar despu¨¦s". El ruido infernal de las discotecas tambi¨¦n molesta a Roberto, un estudiante de Arquitectura que va de botell¨®n cada fin de semana. Y tambi¨¦n el precio de las copas: "Con lo que vale una, te pagas una botella entera".
Entre todos proponen que se habiliten recintos en las ciudades donde s¨®lo puedan pasar los mayores de edad. "No se puede ser tan radical. El botell¨®n no es s¨®lo beber", cuentan.
El rapado no quiere dar su nombre. "Pon Andr¨¦s", dice. Debajo de su traje y corbata impecables de empleado "de finanzas" hay un botellonero fiel. "Es un acto social. Me gusta. Yo s¨¦ que para los vecinos puede ser horrible y que para algunos su vida ha sido un infierno por nuestra culpa", reconoce. A Andr¨¦s le ha tocado correr para eludir los coches de la polic¨ªa. Cuando los pillan en grupo y se dispersan a toda pastilla, los agentes se concentran en uno. "Debieron de pensar ?al rapado!, y me cay¨® a m¨ª".
Elena, la chica de la carpeta universitaria, dice que ese d¨ªa no estaba bebiendo, a pesar de que celebraba su cumplea?os. "Porque estaba tomando unas medicinas; incluso les ofrec¨ª que me hicieran la prueba del alcohol". As¨ª pues, ella es del cupo "de los pringaos", como define la psic¨®loga a los que levantan la mano cuando pregunta si alguno no estaba bebiendo cuando lleg¨® la polic¨ªa. Elena asiente risue?a y los dem¨¢s la acompa?an con una sonora carcajada. Tiene 20 a?os y estudia Derecho y Administraci¨®n de Empresas. "La poli lleg¨®, nos sonre¨ªa, dec¨ªan que no pasaba nada. Parece que lo que quer¨ªan es que la zona donde est¨¢bamos, antes muy habitual de botellones, no volviera a las andadas".
La ley antibotell¨®n ha tenido el efecto de una bomba en medio de aquellas macrorreuniones: saltaron en mil pedazos y se han desplazado hacia la periferia. Eso ocurre en Madrid, seg¨²n los datos de la Agencia Antidroga. "Antidroga. ?sa es otra palabra que se podr¨ªan ahorrar cuando env¨ªan la carta a casa. Mis padres saben que es por el botell¨®n, pero ?y el cartero? ?y los vecinos?", pregunta Roberto.
El botell¨®n de hoy en Madrid no les hace mucha gracia. "Habr¨¢ mucha polic¨ªa". Y lo mismo les toca pagar una multa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.