Un feminismo que tambi¨¦n existe
En los dos a?os del Gobierno Zapatero, la actividad legislativa en asuntos que conciernen espec¨ªficamente a las mujeres ha sido intensa: Ley Org¨¢nica de Medidas de Protecci¨®n Integral contra la Violencia de G¨¦nero, Ley que modifica el C¨®digo Civil en el derecho a contraer matrimonio, Ley que modifica el C¨®digo Civil en materia de separaci¨®n y divorcio. Y est¨¢n pendientes las leyes de Dependencia, de Igualdad, de Mediaci¨®n familiar, de Identidad de g¨¦nero y la creaci¨®n de un Fondo de Garant¨ªa para los impagos de pensiones de divorcio.
Aplaudimos el inter¨¦s del Gobierno por abordar estos problemas, pero no podemos dejar de mencionar la preocupaci¨®n que nos suscita el desarrollo de una excesiva tutela de las leyes sobre la vida de las mujeres, que puede redundar en una actitud proteccionista que nos vuelva a considerar incapaces de ejercer nuestra autonom¨ªa. Una legislaci¨®n adecuada puede, sin duda, ayudar a mejorar la vida de las personas, pero es la movilizaci¨®n, el compromiso, la educaci¨®n y la toma de conciencia individual y colectiva, de mujeres y de hombres, lo que puede finalmente hacernos conseguir nuestros objetivos.
Las leyes aprobadas que provocan mayor controversia dentro del feminismo son la ley contra la violencia de g¨¦nero y a ley de divorcio. Las discrepancias son tan importantes que cabe hablar de diferentes concepciones del feminismo y distintos modos de defender los derechos de las mujeres. Hay un enfoque feminista que apoya determinados aspectos de la ley contra la violencia de g¨¦nero de los que nos sentimos absolutamente ajenas, entre ellos la idea del impulso masculino de dominio como ¨²nico factor desencadenante de la violencia contra las mujeres. En nuestra opini¨®n, es preciso contemplar otros factores, como la estructura familiar, n¨²cleo de privacidad escasamente permeable que amortigua o genera todo tipo de tensiones; el papel de la educaci¨®n religiosa y su mensaje de matrimonio-sacramento; el concepto del amor por el que todo se sacrifica; las escasas habilidades para la resoluci¨®n de los conflictos; el alcoholismo; las toxicoman¨ªas... Todas estas cuestiones, tan importantes para una verdadera prevenci¨®n del maltrato, quedan difuminadas si se insiste en el "g¨¦nero" como ¨²nica causa. Otro de los problemas de enfoque preocupantes en este feminismo y claramente presente en la ley es la filosof¨ªa del castigo por la que apuesta: el castigo se presenta como la soluci¨®n para resolver los problemas y conflictos. As¨ª, el C¨®digo Penal adquiere una importancia desmesurada y se entienden como m¨¢s eficaces aquellas leyes que contemplan penas m¨¢s duras. Las situaciones de maltrato han de castigarse, pero la experiencia demuestra que m¨¢s castigo no implica menos delito ni mayor protecci¨®n para las v¨ªctimas.
La pol¨¦mica ha vuelto a manifestarse con la ley de divorcio. Las reacciones cr¨ªticas de estas feministas no se hicieron esperar. Una, absolutamente razonable: no se plantea soluci¨®n al impago de pensiones, uno de los grandes problemas que afrontan muchas separadas o divorciadas. En cambio, otras cr¨ªticas parecen derivarse de esa concepci¨®n del feminismo que no compartimos. Se ha dicho que un divorcio sin causa deja a las mujeres al albur de los deseos masculinos, que equivale al repudio o que priva a las mujeres de conseguir ventajas se?alando un culpable. Se ha mostrado desconfianza ante la mediaci¨®n familiar, por considerar que la mediaci¨®n s¨®lo se puede dar entre iguales y las mujeres siempre est¨¢n en inferioridad; pero la mayor oposici¨®n se ha manifestado ante la custodia compartida de los hijos e hijas menores de edad. Contra ella se ha argumentado que privar a las mujeres de la exclusividad en la custodia equivale a privarlas del derecho al uso del domicilio conyugal y a la pensi¨®n de alimentos, con lo que su situaci¨®n econ¨®mica puede llegar a ser dram¨¢tica. Ciertamente, la situaci¨®n de bastantes mujeres tras un divorcio puede ser muy dif¨ªcil, pero no est¨¢ de m¨¢s se?alar que, frecuentemente, es la custodia exclusiva de hijos e hijas la que dificulta que la mujer pueda rehacer su vida o mantener su actividad laboral, adquirir formaci¨®n, encontrar trabajo, sin olvidar lo dif¨ªcil que resulta enfrentarse en solitario a la responsabilidad de su cuidado y educaci¨®n. Adem¨¢s, parece comprobado que hay un mayor compromiso paterno en el pago de las pensiones cuando la custodia es compartida.
Tambi¨¦n se ha argumentado que las madres tienen una relaci¨®n m¨¢s estrecha con sus hijos que los padres, pues son las que habitualmente se ocupan de ellos, y que los padres solamente tratan de evitar pagar la pensi¨®n de alimentos. Partiendo de la mayor relaci¨®n de las madres con los menores, parece aventurado afirmar que han de estar siempre mejor con la madre que con el padre. Tambi¨¦n nos parece abusivo atribuir a los hombres, con car¨¢cter general, intenciones espurias al solicitar la custodia y pensar que a las mujeres s¨®lo las mueve el amor filial. Sabemos que se puede intentar utilizar la ley en provecho propio, pero ha de ser labor de la justicia proteger a las personas m¨¢s indefensas.
Finalmente, contemplamos con preocupaci¨®n las posiciones del Instituto de la Mujer sobre la prostituci¨®n, a la que considera una actividad indigna y degradante. Estas ideas, en l¨ªnea con el feminismo puritano de reforma moral de fines del XIX, brindan una excusa para mantener las p¨¦simas condiciones en las que las prostitutas ejercen su trabajo.
Las opiniones que venimos criticando nos parecen poco matizadas y excesivamente simplificadoras. Tienden a presentar a los hombres y a las mujeres como dos naturalezas blindadas y opuestas: las mujeres, v¨ªctimas, los hombres, dominadores. La imagen de v¨ªctima nos hace un flaco favor a las mujeres: no considera nuestra capacidad para resistir, para hacernos un hueco, para dotarnos de poder y no ayuda a generar autoestima y empuje solidario. Lo mismo se puede decir de la visi¨®n simplificadora de los hombres: no existe, en nuestra opini¨®n, una naturaleza masculina perversa o dominadora, sino rasgos sociales y culturales que fomentan la conciencia de superioridad y que, exacerbados, pueden contribuir a convertir a algunos hombres en tiranos.
Desde nuestro punto de vista, el objetivo del feminismo debe ser acabar con las conductas opresoras y discriminatorias; debe ser conseguir la igualdad entre los seres humanos, no aniquilar a quienes discriminan u oprimen. Nosotras no deseamos un feminismo revanchista y vengativo, deseamos simplemente relaciones en igualdad, respetuosas, saludables, felices, en la medida en que ello sea posible, relaciones de calidad entre mujeres y hombres.
Firman este art¨ªculo Empar Pineda, Mar¨ªa Sanahuja y Manuela Carmena, juezas, Justa Montero y Cristina Garaizabal, feministas, Paloma Ur¨ªa, Reyes Montiel y Uxue Barco, diputadas, y 200 mujeres m¨¢s de toda Espa?a.
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