Cuando la gente cree en todo
Es incre¨ªble la cantidad de cosas en las que la gente cree cuando deja de creer en Dios. Me apresuro a decir que la frase es de segunda o tercera mano. La versi¨®n original la pronunci¨® Chesterton, aquel genio cat¨®lico de la paradoja, y se la o¨ª pronunciar muchas veces a Julio Caro Baroja y Umberto Eco, las dos personas que m¨¢s me influyeron en el oficio de levantar liebres supersticiosas en la pradera de las costumbres. "Quien no cree en Dios, cree en todo", me parece que dijo Chesterton, y tanto los racionalistas Caro y Eco, desde sus ¨¦pocas y metodolog¨ªas, partieron de la paradoja para explicar y establecer el mejor inventario de supersticiones modernas y posmodernas en las dos pen¨ªnsulas.
Es que acaba de publicarse en Italia el ¨²ltimo libro de Eco (A passo di gambero) y all¨ª veo reunido, bajo la advocaci¨®n de Chesterton, el cat¨¢logo completo de las credulidades del nuevo milenio explicado por los derrumbes de la fe en Dios y en las ideolog¨ªas, pero viene a ser el mismo desenga?o. Esto es, seg¨²n Eco, lo que la gente cree cuando ya no cree en Dios. Cree en la Teor¨ªa del Dise?o Inteligente contra el darwinismo; cree en los complots universales tipo Protocolo de los sabios de Si¨®n, C¨®digo da Vinci o las infinitas conspiraciones de la blogosfera; cree en el misterio de los templarios, la alquimia de la new age, el nacionalismo y/o fundamentalismo religioso, las terapias m¨¢gicas del yo. Y lo que es m¨¢s curioso, todav¨ªa cree en el Tercer Secreto de F¨¢tima y el Corpus Hermeticum de Trimegisto.
Pues bien, y que me perdone el maestro Umberto, pero este cat¨¢logo de supersticiones del Milenio es id¨¦ntico al establecido por Julio Caro Baroja en su tiempo, desde un Madrid en plena dictadura y aislado del mundo. Suena a plagio si no supiera que Eco siempre cita sus fuentes y nada le encantar¨ªa m¨¢s, por placer erudito, saber que en esta otra pen¨ªnsula hab¨ªa un sabio cuyo inventario de supersticiones era id¨¦ntico al suyo.
Caro Baroja no conoci¨® el fen¨®meno Dan Brown, cuya versi¨®n cinematogr¨¢fica del C¨®digo da Vinci se estrena planetariamente en mayo si el Opus Dei no lo impide; pero para el resto de las incre¨ªbles credulidades del nuevo milenio, don Julio fue un adelantado. Fulmin¨® a los antidarwinistas espa?oles del "miedo al mono"; desmont¨® con iron¨ªa volteriana el Protocolo de los Sabios de Si¨®n y el Tercer Secreto de F¨¢tima; destrip¨® los mitos de los Templarios y del Corpus de Trimegisto; tritur¨® el mito del car¨¢cter nacional y los fundamentalismos adyacentes, incluido el vasco, y liquid¨® la new age del futuro, de hoy, con sus demoledores an¨¢lisis de las teor¨ªas paranormales de la se?ora Blavatsky y Roso de Luna, el mago de Logrosan, la abuela putativa y el t¨ªo carnal de S¨¢nchez Drag¨®. Es m¨¢s, fue el primer espa?ol que un d¨ªa de oto?o, luego del caf¨¦, copa y puro, y tertuliando de lo que ahora habla Eco, de esas nuevas conspiraciones, magias y mafias, me farfull¨®: "Ojo, Juan¨ªn, al Opus", y desde entonces tengo la mosca cojonera detr¨¢s de la oreja.
Aunque hay que remontarse mucho m¨¢s all¨¢ de Chesterton, Caro y Eco para seguirle la pista a la paradoja de que cuando no se cree en Dios, se cree en todo. Al padre Feijoo, que don Julio titulaba el desenga?ador de las Espa?as. Porque en aquella celda del convento de Oviedo, este tercer sabio cazador de liebres quim¨¦ricas, el patr¨®n del g¨¦nero, escribi¨® un Teatro cr¨ªtico universal que desde sus columnas no dej¨® t¨ªtere con cabeza en cetrer¨ªa de supersticiones. Con una diferencia, Feijoo part¨ªa de la base de que Dios y sus dogmas ocupaban todo el espacio del pensamiento posible y el ate¨ªsmo no ten¨ªa cabida f¨ªsica ni metaf¨ªsica. Por tanto, las supersticiones del vulgo eran el ¨²nico enemigo a desmitificar. Ni ¨¦l ni la Inquisici¨®n admit¨ªan ambig¨¹edades, mezcla de creencias.
El problema del milenio es que estas nuevas supersticiones que encima son tan viej¨ªsimas, desde la quiromancia audiovisual y la new age hasta las qu¨ªmicas y alquimias del yo, son todas supersticiones que, esta vez, admiten la doble militancia. Se cree en Dios y al mismo tiempo se cree en todo y en cualquier cosa, hasta en los mayores disparates. Por tanto, la paradoja fundacional de Chesterton ha sido superada.
Ahora mismo, y esto es novedad que todav¨ªa no entendi¨® el Opus, se puede creer en el Dios del Vaticano y en el C¨®digo da Vinci; en la versi¨®n de la Biblia y en los manuscritos del Mar Muerto; en el Tercer Secreto de F¨¢tima y en el ¨²ltimo complot de Internet; en la Teor¨ªa del Dise?o y en el Big Bang; en la salvaci¨®n por la fe religiosa y en la bioqu¨ªmica del yo; en el cura de guardia y en el psi de cabecera. Esto es muy nuevo y conviene a?adirlo a los inventarios de Feijoo, Chesterton, Caro y Eco.
Cuando la gente no cree en Dios, cree en cualquier cosa, de acuerdo, pero siempre y cuando se respete la superstici¨®n original y admitiendo la doble militancia. Somos muchos los racionalistas radicales que nos estamos preguntando si no ser¨ªa mucho m¨¢s ¨²til que la gente s¨®lo volviera a creer en el viejo Dios de San Agust¨ªn.
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