Pactos
El autor rechaza que los asuntos 'de Estado' los tengan que pactar los partidos mayoritarios y critica el acuerdo de socialistas y populares en el Estatut valenciano en lo referente a la lengua y la barrera electoral
La derecha espa?ola, cuando no gobierna, propone pactos a la izquierda. A la izquierda convencional que tenemos, ya se entiende. A la otra no le propone nada. Para el PP las minor¨ªas no existen o no deber¨ªan existir. Las propuestas suelen consistir en algo parecido a una invitaci¨®n a aceptar y adoptar la pol¨ªtica del PP en los llamados temas de Estado. Nunca he visto claros los motivos por los cuales en las cuestiones m¨¢s importantes, que son al parecer las de Estado, se tenga que renunciar a la ideolog¨ªa de cada cual. Si la aritm¨¦tica del resultado electoral no obliga a pactos para poder gobernar (como ocurre ahora en Alemania) no se explica que la derecha y la izquierda tengan que aplicar los mismos criterios precisamente en los asuntos importantes, como parece demandar la mayor¨ªa de comentaristas, exigiendo un pacto entre los dos grandes partidos. Cosa que desmiente cada d¨ªa una realidad determinada por pol¨ªticas tan distantes que lo hacen altamente improbable.
"Todo el mundo sabe (incluso el PP) que el PP miente, pero nadie puede ignorar su influencia"
"En pol¨ªtica territorial y antiterrorista, las ofertas del PP dif¨ªcilmente pueden enga?ar a nadie"
El Gobierno de Zapatero por ahora resiste, con alguna dificultad, la mano tendida del PP para salvar Espa?a de su pr¨®xima desintegraci¨®n por causa del Estatuto catal¨¢n y para derrotar definitivamente el terrorismo. Dos vaporosas afirmaciones contenidas en propuestas absolutamente imposibles. Lo saben de sobra quienes las manifiestan, pero sirven para influir, y hasta para domesticar, un gran sector de opini¨®n p¨²blica y del propio PSOE (incluida una parte de ese Gobierno que resiste) cuyo sentir sobre la unidad de Espa?a y sobre el estatuto catal¨¢n coincide m¨¢s de lo que parece con el PP. Pero, a estas alturas, ni el Gobierno puede retirar el proyecto catal¨¢n, ni la derrota de ETA significa otra cosa que palabrer¨ªa. Est¨¢ bastante claro que si ETA deja las armas y renuncia a la violencia, estar¨¢ ya derrotada. Es dif¨ªcil pensar otra forma de derrota despu¨¦s de cuarenta a?os. En cualquier caso, la presi¨®n del PP ya se ha hecho notar en las rebajas al estatuto y seguramente est¨¢ influyendo en una parte del PSOE no conforme con los planteamientos antiterroristas del Gobierno. La estrategia de la falsedad estudiada y consciente, de la descalificaci¨®n sistem¨¢tica y sin fundamento, de la manipulaci¨®n de las v¨ªctimas, suele dar buenos resultados a la corta. Todo el mundo sabe (incluso el PP) que el PP miente, pero nadie puede ignorar su influencia. Me permito la ingenuidad de insistir sobre cosas sabidas.
Las soflamas de Rajoy, las estramb¨®ticas manifestaciones de Acebes o Zaplana, deliberadamente gratuitas e insultantes, ni siquiera pretenden parecer verdades. Les da igual. Acompa?adas de ofrecimientos de entendimiento y apoyo si se acepta su pol¨ªtica, pueden resultar ¨²tiles a la derecha como una forma de presi¨®n, aunque se las llegue a creer poca gente. Cuando siguen afirmando que ETA estaba detr¨¢s del atentado del 11-M, despu¨¦s de que los autores fueran claramente localizados, estuvieran muertos, detenidos o probada su participaci¨®n, en una tarea judicial evidentemente eficaz y pr¨¢cticamente completa, s¨®lo pretenden que la conclusi¨®n de la ciudadan¨ªa sea: ?nunca se sabr¨¢? Con lo que parecer¨¢ que ten¨ªan raz¨®n. Es la ¨²nica conclusi¨®n que busca el PP cuando dice: "Queremos saber la verdad". Una verdad que conoce de sobra. Por otra parte, si el primer punto del pacto antiterrorista suscrito por PP y PSOE dice que la pol¨ªtica contra el terrorismo la fija el Gobierno y obliga a la oposici¨®n, no hace falta mucho an¨¢lisis para saber qui¨¦n ha roto el pacto. Pero el PP continuar¨¢ insistiendo en que el PSOE lo est¨¢ incumpliendo. En todo caso, tampoco se pueden apreciar los beneficios de un pacto entre dos partidos que, contrariamente a la acci¨®n policial, no supone un problema para ETA.
En pol¨ªtica territorial y en pol¨ªtica antiterrorista, los ofrecimientos del PP dif¨ªcilmente pueden enga?ar a nadie salvo a quienes est¨¢n predispuestos ideol¨®gicamente y, en algunos aspectos, a los socialistas valencianos, que se dejan seducir convenientemente por las propuestas de la derecha valenciana. Dada la ambig¨¹edad de sus criterios culturales y ling¨¹¨ªsticos respecto al Pa¨ªs Valenciano, a los socialistas les viene bien aceptar las propuestas del PP, tan parecidas a las suyas en el fondo, como se comprueba f¨¢cilmente en acuerdos tan importantes como el Estatuto del 82 y su actual reforma. El resultado de ambos pactos consagra la escisi¨®n ling¨¹¨ªstica o, si se quiere, un galimat¨ªas ling¨¹¨ªstico que conviene a ambas concepciones. Nos convierte en una comunidad aut¨®noma que impide tener representaci¨®n parlamentaria a un gran sector de ciudadanos. Y le adjudica a cada una de las provincias valencianas un agravio comparativo respecto a las dem¨¢s provincias espa?olas en el caso de opciones pol¨ªticas que sobrepasen el 5 % provincial pero no lleguen a ese porcentaje en el conjunto del Pa¨ªs. Una parte mucho mayor que el 5 % del electorado de cada provincia puede quedarse sin representaci¨®n en las Cortes. Ya ha ocurrido en Castell¨®n en anteriores elecciones. A los grandes partidos, que suelen menospreciar las opciones con menos medios o bien no tan obsesionadas por los votos, no parece importarles semejante discriminaci¨®n. Lamentablemente, puede que sean grandes precisamente por ese tipo de menosprecios, tan contrarios a la democracia.
Doro Balaguer es escritor
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