Eloy de la Iglesia, un director popular y comprometido
Eloy de la Iglesiaha muerto tras una operaci¨®n de c¨¢ncer de ri?¨®n que te¨®ricamente hab¨ªa sido un ¨¦xito cl¨ªnico. Fue el director de 23 pel¨ªculas; realiz¨® la primera a sus 22 a?os, Fantas¨ªa 3, orientada a un p¨²blico infantil; la ¨²ltima, Los novios b¨²lgaros, en 2003, tras haber estado 16 a?os apartado del cine.
Se dijo que durante ese tiempo hab¨ªa descendido a los infiernos, pero ¨¦l supo renacer de su hundimiento y recobrar con energ¨ªa el mismo esp¨ªritu que le mantuvo como l¨ªder de taquilla durante sus a?os de esplendor profesional. Pel¨ªculas como La semana del asesino, Los placeres ocultos, El diputado, El sacerdote, Navajeros, Colegas o El Pico fueron un azote para los bienpensantes, al ofrecer su c¨¢mara a los j¨®venes marginados o al entonces espinoso tema de la homosexualidad.
De la Iglesia hablaba de injusticias sociales y pol¨ªticas con un desparpajo que se recib¨ªa mal en el mundillo intelectual y hasta en algunas esferas del Partido Comunista en el que milit¨®. "S¨®lo te falta ser negro para la marginalidad total", le espet¨® con buen humor Juan Antonio Bardem tras uno de sus estrenos.
Las pel¨ªculas de Eloy de la Iglesia verbalizaban llanamente algunas atrocidades de esta sociedad, sus corrupciones pol¨ªticas y la represi¨®n sexual, al tiempo que evidenciaban con naturalidad sus preferencias er¨®ticas, provocando con ello cierto esc¨¢ndalo entre los r¨ªgidos ortodoxos de la izquierda. Su p¨²blico estaba en la audiencia juvenil de los cines de barrio de los a?os setenta, donde sus pel¨ªculas eran acogidas con aut¨¦ntico fervor.
Tuvo que pasar tiempo para que Eloy de la Iglesia fuera reconocido como un aut¨¦ntico autor cinematogr¨¢fico, y comenzaron entonces a lloverle homenajes y retrospectivas, que ¨¦l acog¨ªa con el alivio de saberse comprendido al fin. Quiz¨¢s nunca rod¨® lo que se entiende por una obra maestra pero supo estar al d¨ªa en las preocupaciones de la calle. Sus pel¨ªculas eran desmadejadas y reiterativas (alguien dijo perversamente que s¨®lo retrataban lo obvio) pero hoy son un testimonio vivo de aquellos a?os, un documento social de la Espa?a del franquismo que otras pel¨ªculas no han reflejado con similar crudeza.
Lo curioso es que ¨¦l era un hombre de gran cultura, lector apasionado, conversador inteligente y reflexivo. Estaba ¨²ltimamente empe?ado en llevar al cine algunas obras de Albert Camus, Los justos m¨¢s exactamente, porque entend¨ªa que en ella se encontraban algunas claves para entender algo de lo que nos pasaba en Espa?a.
De hecho, su regreso tras el largo silencio que le tuvo apartado del cine y de la vida social, fue la adaptaci¨®n para televisi¨®n de Cal¨ªgula, la obra maestra de Camus. De la Iglesia no conoc¨ªa bien el medio televisivo y el resultado fue discutible. Pero tampoco hab¨ªa aprendido el lenguaje del cine en escuela alguna. Presum¨ªa de que la primera vez que hab¨ªa entrado en un plat¨® cinematogr¨¢fico hab¨ªa sido para decir directamente "motor".
Le han quedado proyectos sin realizar, pero es que el cine de nuestros d¨ªas no parece estar dispuesto a acoger propuestas tan agresivas como las que ¨¦l ofrec¨ªa. O quiz¨¢s ocurriera que cuando regres¨® con Los novios b¨²lgaros, adaptaci¨®n de la novela de Mendicutti, el p¨²blico hab¨ªa cambiado y el lenguaje de su cine parec¨ªa superado. Sea como fuere, en las buenas y en las malas pel¨ªculas de Eloy de la Iglesia hay un ejemplo de compromiso con la realidad inmediata, gran honestidad y riesgo, lo que es mucho decir frente a buena parte del cine que vemos a diario. Si las pel¨ªculas de De la Iglesia no van a pasar a la historia por sus cualidades est¨¦ticas, s¨ª lo ser¨¢n como reflejo del tiempo que ¨¦l vivi¨®.
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