Argentina: avance imparable del poder civil
Al cumplirse hoy tres d¨¦cadas del tr¨¢gico golpe militar del 24 de marzo de 1976, Argentina sigue teniendo -nadie podr¨ªa negarlo- muy variados y graves problemas. Pero nuestra presencia en Buenos Aires en los actuales actos conmemorativos nos permite ratificarnos en una certeza que puede resumirse as¨ª: lo que aqu¨ª se siente, lo que aqu¨ª se palpa, lo que aqu¨ª se respira en esta Argentina de 2006, junto con todos los indicios y datos sociol¨®gicos disponibles, nos permite afirmar que, al menos, una de sus m¨¢s graves y persistentes taras hist¨®ricas ha quedado definitivamente superada: la de su antiguo y patol¨®gico intervencionismo militar. Pernicioso fen¨®meno -manifestado a trav¨¦s de un agobiante corporativismo y del m¨¢s descarado golpismo- que lastr¨® su vida pol¨ªtica a lo largo de gran parte del siglo XX, durante la llamada "era militar". Oscuro y largo periodo en el que los relevos en el poder asumieron la m¨¢s pat¨¦tica y subdesarrollada de las formas posibles: el derrocamiento presidencial por la fuerza militar. Un presidente civil era derribado por un general, o bien un presidente militar era, a su vez, derrocado por otro general tan golpista como su predecesor. Sin olvidar otras formas intolerables de presi¨®n estamental.
?Qu¨¦ es lo que nos permite hoy, al cumplirse 30 a?os del videlazo, afirmar que aquel intervencionismo militar hist¨®rico ha terminado, probablemente para siempre? Para empezar, las dr¨¢sticas reducciones de efectivos y presupuestos efectuadas en los ¨²ltimos lustros marcan una aguda disminuci¨®n objetiva del poder militar en Argentina. Por otra parte, en estos ¨²ltimos a?os ha culminado la muy larga y tit¨¢nica lucha contra las leyes de Punto Final y de Obediencia Debida, finalmente anuladas con aplastantes votaciones en el Congreso y el Senado. Anulaci¨®n definitivamente ratificada tambi¨¦n por la Justicia. Con ello, aquella infranqueable barrera defensiva que garantiz¨® la impunidad de tantos criminales durante tantos a?os, ha sido finalmente derribada. Importante triunfo de la sociedad civil sobre el que fue poderoso corporativismo militar.
Pero, sobre todo, las reiteradas actuaciones del actual presidente, N¨¦stor Kirchner, en estos ¨²ltimos a?os vienen a demostrarnos que el poder civil ha asumido institucionalmente su primac¨ªa sobre el poder militar en este pa¨ªs. Las acciones m¨¢s decisivas del actual presidente lo acreditan como un aut¨¦ntico jefe, y no porque la Constituci¨®n le proclame comandante supremo de las Fuerzas Armadas -tambi¨¦n lo proclamaba para sus antecesores-, sino, precisamente, porque este presidente, a diferencia de tantos otros, est¨¢ demostrando que en la Argentina de hoy esa proclamaci¨®n constitucional es, por fin, una gran verdad.
Recordemos dos de las repetidas ocasiones en las que el actual presidente ha demostrado hasta qu¨¦ punto el enorme poder corporativo y aut¨®nomo que tuvo aquel Ej¨¦rcito se ha desvanecido en esta Argentina de hoy. La primera de ellas fue la forma en la que Kirchner se deshizo, de manera fulminante, de la anterior c¨²pula militar. Para designar jefe del Ej¨¦rcito al general Roberto Bendini, hombre de su confianza, tuvo que desembarazarse de unos veinte generales, situados por encima de aqu¨¦l en el escalaf¨®n y que tuvieron que pasar a retiro. Con ello, el nuevo presidente demostr¨® su capacidad de mando y su fuerte determinaci¨®n al designar al candidato que consideraba m¨¢s id¨®neo, incluso si tal elecci¨®n era inc¨®moda y requer¨ªa un acto de firmeza civil, contrario a los intereses personales de numerosos militares de muy alta graduaci¨®n.
El segundo episodio qued¨® reflejado en una foto antol¨®gica. En ella se ve¨ªa a un militar que acababa de retirar de una pared un retrato y se alejaba con ¨¦l, ante la atenta mirada del presidente Kirchner y de un grupo de militares y civiles alineados, en solemne actitud propia de un acto oficial. El lugar era el Colegio Militar de Buenos Aires, y la fila de retratos de la pared era la de aquellos generales que fueron directores del centro. El retrato retirado era, precisamente, el del general Jorge Videla, presidente que fue de la primera Junta durante los primeros y terribles a?os de dictadura, tras el golpe de 1976. Y el militar que retiraba el retrato por orden del presidente era nada menos que el propio jefe del Ej¨¦rcito.
?Humillaci¨®n gratuita? De ninguna manera. Simplemente, simbolismo necesario. Iconograf¨ªa imprescindible. Demostraci¨®n irrefutable de que un Ej¨¦rcito hist¨®ricamente golpista e intervencionista, tantas veces aut¨®nomo en grados inauditos frente al poder civil, hab¨ªa sido al fin "colocado en su sitio". Im¨¢genes y gestos que no hubieran sido necesarios en otro tipo de Ej¨¦rcito y de sociedad. Pero s¨ª en este Ej¨¦rcito y en esta sociedad.
De todos los logros, de todos los saltos cualitativos que marcan la diferencia entre aquella Argentina de marzo de 1976 y ¨¦sta de 2006, es ¨¦ste, para nosotros, el m¨¢s notable: el neto avance de la sociedad civil en la direcci¨®n adecuada, y en un grado jam¨¢s conocido hasta hoy. La sociedad argentina est¨¢ adquiriendo, en t¨¦rminos efectivos y cada vez m¨¢s firmes, la clara noci¨®n de lo que significa el poder civil. Y de lo muy necesaria que resulta la supremac¨ªa del poder civil democr¨¢tico sobre el poder corporativo militar. Y esta noci¨®n, esta certeza, valiosa en todas partes -y plenamente asumida en los pa¨ªses m¨¢s avanzados y cultos del planeta-, resulta aqu¨ª en Argentina un logro impagable, tanto m¨¢s necesario por la grav¨ªsima carencia de tal noci¨®n que prevaleci¨® por demasiado tiempo en este entra?able pa¨ªs.
Prudencio Garc¨ªa, investigador y consultor internacional del Instituto Ciencia y Sociedad, es autor de El drama de la autonom¨ªa militar: Argentina bajo las Juntas (Alianza).
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