Nadar por necesidad
Nado todos los d¨ªas. No trabajo de socorrista, ni soy el buscador de objetos perdidos del estanque del Retiro. Jam¨¢s he tenido facultades para competir y tampoco lo hago por placer y, sin embargo, nado cada ma?ana y desde hace tanto tiempo que cada vez que me acuerdo se me cansan los brazos. Creo que he dado suficientes manotazos al agua como para bordear la costa desde Gerona a Fuenterrab¨ªa. Si dijera que nadar me encanta, mentir¨ªa. Una cosa es darte un chapuz¨®n en la playa en el mes de agosto o el reconfortante ba?o en la piscina despu¨¦s de tomar el sol y otra muy distinta, madrugar el resto del a?o para meterte en el agua a diez o doce grados por debajo de la temperatura corporal. Practicar la nataci¨®n en una piscina de invierno exige, adem¨¢s, todo un protocolo que ha de cumplirse a rajatabla. Aparte del ba?ador, las chancletas y la consabida toalla has de llevar un gorrito, las gafas estancas y unos tapones que te protejan bien los o¨ªdos. Te deja nuevo, pero nadar as¨ª es duro, un sacrificio cotidiano que requiere cierta disciplina espartana para asumirlo. No obstante, y por esforzado que parezca, esto que les cuento de mi vida es de lo m¨¢s vulgar.
Cada d¨ªa miles de madrile?os hacen m¨¢s o menos lo mismo con id¨¦ntico rigor y parecida resignaci¨®n. La inmensa mayor¨ªa lo hace tambi¨¦n como yo, por necesidad. En mi caso personal, una lesi¨®n cong¨¦nita de columna si bien la casu¨ªstica en traumatolog¨ªa ofrece una amplia variedad de patolog¨ªas para las que el mejor remedio es la nataci¨®n. Las de espalda constituyen las afecciones m¨¢s frecuentes en los pa¨ªses industrializados, hasta el extremo de que calculan que, entre un 80 y un 90% de la poblaci¨®n las sufre como m¨ªnimo en alg¨²n momento de su vida. Son, al d¨ªa de hoy, la primera causa de absentismo laboral y generan un coste aproximado del 2% del producto interior bruto. O sea, que estamos hablando de un problema generalizado con unas repercusiones superlativas sobre la calidad de vida de los ciudadanos y sobre la econom¨ªa nacional.
A pesar de estas cifras y esa realidad incontestable, aqu¨ª en Madrid no parecen haberle tomado la medida. La respuesta del sistema p¨²blico de Salud en este tipo de dolencias va poco mas all¨¢ del "ah¨ª te pudras". No hay fisioterapeutas en la Seguridad Social para tantas contracturas y dolencias musculares y la receta m¨¢s barata, y ciertamente eficaz, es mandarte precisamente a la piscina. As¨ª, este tipo de instalaciones se ven invadidas de ciudadanos que, por prescripci¨®n m¨¦dica, le dan un uso m¨¢s sanitario que el estrictamente deportivo para el que fueron dise?adas. El resultado es la masificaci¨®n creciente de las piscinas p¨²blicas, cuyas calles est¨¢n, a veces, tan concurridas que es casi imposible nadar sin recibir una buena raci¨®n de patadas y manotazos. Siendo Madrid la ciudad espa?ola que m¨¢s gasta en deporte s¨®lo cuenta con un polideportivo por cada 50.000 habitantes, mientras en Barcelona hay uno por cada 17.000. El d¨¦ficit de la capital es abrumador en este tipo de instalaciones que, adem¨¢s de ser caras en su mayor¨ªa, est¨¢n anticuadas y mal dotadas de infraestructuras y personal. La situaci¨®n es algo mejor en los grandes municipios de la periferia, alguno de los cuales, como el de Alcobendas, est¨¢ a punto de inaugurar el complejo de agua m¨¢s vanguardista de toda Europa. La mal atendida demanda de piscinas p¨²blicas hace florecer el negocio de los llamados spa, donde combinan la nataci¨®n con los circuitos de agua, en general m¨¢s placenteros que sanativos. No es la soluci¨®n, no al menos la que puede costearse el ciudadano medio que est¨¦ aquejado de una dolencia cr¨®nica. Por si fuera poco, el galopante incremento de poblaci¨®n mayor de 65 a?os dispara la demanda de una actividad que mejora la movilidad y el tono vital de quien la practica. Estamos pues ante la necesidad imperiosa de dotar a Madrid de unas instalaciones que respondan a esos requerimientos, diferenciando incluso los usos deportivos de los terap¨¦uticos. Si los m¨¦dicos prescriben la pr¨¢ctica de ejercicios natatorios, la Seguridad Social deber¨ªa contar con instalaciones espec¨ªficas o al menos concertarlas econ¨®micamente con los Ayuntamientos para que ¨¦stos no asuman en solitario las cargas de ese servicio. As¨ª ocurre en pa¨ªses avanzados donde prefieren gastarse el dinero en piscinas y ahorr¨¢rselo en cirug¨ªa y en muletas.
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