'Ramiret' y la pelota
Es una aventura entrar en el Trinquete de Benissa. No existe acceso desde la calle. Tampoco puedes dejarte caer por el techo. Ni pasar por ning¨²n puente o pasadizo de hormig¨®n blanco al estilo de Santiago Calatrava, ya que los artefactos extraterrestres de este arquitecto todav¨ªa no alcanzaron los pueblos de La Marina Alta.
Al Trinquete de Benissa se entra por un bar que lleva su mismo nombre, es decir, el bar Trinquete. La cosa no puede ser mas elemental y l¨®gica, aunque algo complicada. Presten atenci¨®n. Te metes en el bar, pides una cerveza y una pelota de carne (especialidad de la casa) y entonces preguntas por la puerta del Trinquete como si se tratara de la puerta de los lavabos. La misma se?ora que hace las pelotas altamente recomendables, se?ala la puerta. Y acto seguido t¨² abres la puerta, desciendes un par de pelda?os, giras un poco a la izquierda y despu¨¦s a la derecha (igual que si abrieras una caja fuerte) y, como si entraras haciendo eses por la sacrist¨ªa hasta la catedral, descubres el Trinquete al fondo. Mas que una sorpresa es un verdadero milagro.
"Un jugador no es lo que lleva puesto; es lo que lleva en la cabeza y en los m¨²sculos"
Aqu¨ª, en mitad del Trinquete, vemos a Jos¨¦ Ramiro Cap¨®, de 54 a?os, que en la actualidad es subdirector de la Caja de Ahorros del Mediterr¨¢neo, pero a quien los amigos y aficionados a la pelota valenciana llamaban Ramiret, all¨¢ por los a?os 70 y 80, que fueron sin duda sus mejores a?os.
"S¨ª, eso dicen, que yo era un buen zaguero. Desde luego los que apostaban a favor m¨ªo gritaban con toda su alma: Molt, Ramiret! Molt Ramiret!, y o¨ªr esto me levantaba la moral. Yo siempre iba a por todas. No se me escapaba ni un solo rebote".
Cuando ganaba, las propinas eran interesantes. Si no hubiera sido por las propinas Ramiret no habr¨ªa llegado a ser un jugador de Segunda Categor¨ªa. Ni siquiera habr¨ªa llegado a fin de mes. "Porque el empresario que nos contrataba en estos pueblos, un tal Enriquito de Alzira, nos pagaba unas 5.000 pesetas por partida, que era mas bien poco. Y yo quer¨ªa parecerme a Novell, mi ¨ªdolo, aunque tambi¨¦n me gustaba mucho Genov¨¦s. Novell hac¨ªa arte de la pelota. Ya debe rondar los 74 a?os. Cuando viene por aqu¨ª, recordamos los viejos tiempos".
Tiempos muy distintos a los actuales. La afici¨®n era de verdad afici¨®n. Nadie pensaba, como ahora, en hacerse rico con el deporte. Ahora, le digo a Ramiret, los j¨®venes solo quieren m¨¢s dinero. Se hacen deportistas para hacerse millonarios. Y cuando algunos ya lo son, se disfrazan con ropas hechas de retales de anuncios de las grandes marcas, da igual las marcas que sean, porque lo que cuenta es que esas marcas paguen. No tienes m¨¢s que ver al campe¨®n del mundo de F¨®rmula 1. Es un ave del para¨ªso con todas las plumas de todas las aves del para¨ªso pegadas al mono. En el pecho lleva lubricantes. En la gorra, neum¨¢ticos. En la espalda un refresco. Y hasta entre las piernas le cuelgan alg¨²n que otro motivo publicitario. El campe¨®n del mundo de F¨®rmula 1 es el hombre de la pancarta. La diferencia est¨¢ en que en lugar de llevar ¨¦l mismo la pancarta, es la pancarta la que lo lleva a ¨¦l.
Jos¨¦ Ramiro est¨¢ de acuerdo. El deportista actual es solo un espectador pasivo que va equipado en las gradas de los estadios con las zapatillas, las botas, los pantalones, las raquetas, las viseras y un sinf¨ªn de cachivaches impuestos por la m¨¢xima autoridad anunciante. "A nosotros nos bastaba con la pelota, porque si lo miras bien solo hace falta una pelota. Y te pon¨ªas un guante o un pedazo de piel con refuerzos de metal, o trozos de cartas, para que amortiguara el golpe. Las alpargatas eran de cualquier clase. Porque un jugador no es lo que el jugador lleva puesto; es lo que el jugador lleva en la cabeza y en los m¨²sculos".
Como su padre y su abuelo, Ramiret tambi¨¦n naci¨® en Benissa. Su padre era un modesto labrador. Pero ¨¦l detestaba el campo y con el campo todos los animales del campo, los de dos y los de cuatro patas. Los que vuelan y los que se arrastran por la tierra. "Yo quer¨ªa tener una carrera para no trabajar en el campo, pero como en mi casa no hab¨ªa dinero para enviarme a Valencia o a Alicante, solo hice Magisterio, que es lo que se pod¨ªa estudiar sin salir de aqu¨ª".
Despu¨¦s no sal¨ªan plazas de maestro. Pero Ramiret no estaba dispuesto a sacrificar la pelota si eso significaba vivir lejos del Trinquete. La pelota era el centro de su vida. "As¨ª que me puse a trabajar en la Farmacia, como auxiliar. Llegu¨¦ a un acuerdo con el farmac¨¦utico. Le ped¨ª que cuando me contrataran para jugar por las tardes me diera permiso. A cambio yo hac¨ªa las guardias que me pidiera. Y de esta forma completaba mi sueldo".
Luego se cas¨® con una muchachita de Valladolid, tambi¨¦n maestra. Flechazo. Cuando lo vio jugar se desmay¨®.
Al hijo de Ramiret no le gusta la pelota. No le gusta el campo. Le gusta la biolog¨ªa. Y eso estudi¨®. Ahora, con 27 a?os, es profesor en San Carles de la R¨¢pita.
Lo cierto es que el Trinquete iba para abajo. La pelota estaba decayendo ¨²ltimamente. Por eso el Ayuntamiento de Benissa compr¨® el Trinquete pensando en salvar una tradici¨®n digna de mejor suerte. Digamos, con todos los respetos y el humor posible, que no todo van a ser pelotazos urban¨ªsticos. Para empezar, la pelota actual es m¨¢s dura que la cabeza de ning¨²n constructor. Pesa 48 gramos. Antiguamente pesaba menos. Iba menos veloz pero el juego duraba m¨¢s. Y luego Ramiret recuerda cuando el Trinquete, en su apogeo, se llenaba hasta los topes y se met¨ªan all¨ª 700 personas, quiz¨¢ m¨¢s. La pelota retumbaba y rebotaba mientras las apuestas se gritaban con alaridos de muerte. Las apuestas pod¨ªan sobrepasar las 70.000 pesetas, y entonces era como si la pelota golpeara la nuca del apostante, y ¨¦l no pod¨ªa distraerse, ni siquiera pod¨ªa parpadear cuando el proyectil silbaba a un cent¨ªmetro de su oreja, pero lo imaginaba todo, incluso que la pelota pod¨ªa matarte.
Y luego, con los a?os, tom¨® asiento en la CAM. Claro que tuvo que prepararse en una academia, pero gan¨® la plaza. Unas veces trabajaba en la caja. Y otras en los distintos departamentos que le asignaran. Llegaron a nombrarle director de la agencia, aunque en 1994, cuando la CAM y la Caja de Ahorros de Alicante se fusionaron, a Ramiret lo descendieron a subdirector, pero eso le daba igual al cabo de 23 a?os de rutina. Lo que le importa es seguir viviendo en su pueblo y a dos calles del Trinquete.
Ahora algunas noches todav¨ªa sue?a con las partidas. Oye gritos y aplausos. Pero cuando est¨¢ a punto de ganar, se despierta. Y eso s¨ª que le fastidia un poco a Ramiret.
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