"Me asustan los bienpensantes y los cl¨¦rigos"
Dijo de ¨¦l alguna vez que estaba imposibilitado para escribir mal; no es una arrogancia ni una actitud, sino un don. Don Jos¨¦ Manuel Caballero Bonald ha hecho de la poes¨ªa, y de la narrativa, una manera de rememorar, de referirse a lo que ocurre con iron¨ªa, y con distanciamiento. Sus memorias, que ya le han dado para dos vol¨²menes (Tiempo de guerras perdidas y La costumbre de vivir) son esenciales para entender el clima que se encontr¨® al viajar de Jerez de la Frontera a Madrid en los a?os cincuenta. En este diccionario propio aborda algunas palabras que son fundamentales en su propia literatura y otras que vienen dadas por la actualidad.
RENCOR.
Yo perdono r¨¢pido, pero soy de olvido lento. No s¨¦ si asoma por ah¨ª alguna clase de rencor; pero no, no lo creo. Mejor que de rencor, yo hablar¨ªa de aversi¨®n, de desd¨¦n, que son desahogos m¨¢s llevaderos. Un rencor sin paliativos s¨®lo he podido sentirlo por alg¨²n miserable de tiempo completo, de esos que van uniformados de personas de orden. De modo que no suelo ser rencoroso, soy m¨¢s bien un cabreado pasajero.
MEMORIA.
De la memoria nadie sabe nada. Nadie sabe c¨®mo funciona, c¨®mo se activan sus mecanismos, por qu¨¦ se almacenan datos que uno preferir¨ªa olvidar y se olvidan cosas de las que uno quisiera acordarse siempre. ?En qu¨¦ momento sale a flote un recuerdo perdido y a santo de qu¨¦ uno se apropia de recuerdos ajenos? Y luego est¨¢ todo eso de los recuerdos falsos, las fijaciones, las man¨ªas, incluidas las persecutorias... Una cuesti¨®n muy enigm¨¢tica, muy incomprensible; la memoria, lo mismo es un alivio que un lastre. Por eso yo no podr¨ªa escribir ni una l¨ªnea si perdiera la memoria.
VEJEZ.
A mi edad, la vejez termina siendo una cuesti¨®n de convivencia. Yo ando ya en la frontera de los 80, y ¨¦sas son palabras mayores. Miras para atr¨¢s y no entiendes por qu¨¦ ha ocurrido todo hace ya tanto tiempo. Pero lo m¨¢s llamativo de las ense?anzas de la edad es que se te incrementan las dudas. Cada vez dudo m¨¢s de m¨¢s cosas, lo que siempre es una ventaja: tienes la impresi¨®n de que eso te rejuvenece.
DERECHA.
La derecha, como la Iglesia, como todas las Iglesias, est¨¢ en posesi¨®n de la verdad, una tabarra de mucho cuidado, un modo muy eficaz de joder al pr¨®jimo. A la derecha de este pa¨ªs siempre se le est¨¢ rompiendo Espa?a. En la derecha hay muchos fan¨¢ticos de la patria, y ya se sabe lo que dijo Neruda: "Patria, palabra triste, como term¨®metro o ascensor". Pues eso.
IZQUIERDA.
La izquierda no siempre es el lado contrario de la derecha. En teor¨ªa, la izquierda coincide con un ideario progresista, que avanza en contra del conservadurismo, ?no es as¨ª? Pues entonces yo creo que el mejor programa de la izquierda ser¨ªa muy simple: aplicar rigurosamente la Declaraci¨®n Universal de los Derechos Humanos. Y eso, hoy por hoy, es lo m¨¢s parecido que hay a una ilusi¨®n ¨®ptica.
NACIONALISMO.
El nacionalismo me suena a concurso pueblerino de escaparates, a algo as¨ª. Bueno, tambi¨¦n hay profundas diferencias entre un nacionalismo democr¨¢tico y ese otro que acaba promoviendo la limpieza de sangre, como el de los serbios. Pienso, en todo caso, que el nacionalismo restringe el espacio de la convivencia, viene a ser como la exaltaci¨®n de lo que separa en contra de lo que une; o sea, una ideolog¨ªa retr¨®grada.
MIEDO.
Los miedos sol¨ªan provenir de la infancia y eran mayormente nocturnos. Pero tambi¨¦n hay miedos contagiosos, esos miedos que pone en circulaci¨®n el poder para mantener controlada a la gente. Yo he tenido miedo a la oscuridad, a la polic¨ªa, al enigma del universo, al futuro, a los fantasmas del franquismo, a perder el norte, a la muerte..., yo qu¨¦ s¨¦. Ahora, con la vejez, los miedos se me han ido reduciendo a lo justo, a dos o tres. Me asustan sobre todo los bienpensantes y los cl¨¦rigos. No s¨¦ si me explico.Diccionario de la vida.
J. M. Caballero Bonald, escritor
El hombre que se visit¨® a s¨ª mismo
HACE A?OS, en un museo de Catalu?a, vio una tabla medieval en la que se representaba una figura que parec¨ªa su espejo.
No se asust¨®, asumi¨® tranquilamente que aqu¨¦l no s¨®lo pudiera haber sido su antepasado, sino que era ¨¦l mismo, en persona, visit¨¢ndose muchos a?os despu¨¦s. De esa iron¨ªa para verse a s¨ª mismo est¨¢ hecha su poes¨ªa, y tambi¨¦n de ello se nutren sus memorias, que son quiz¨¢ las mejores entre las que han escrito sus compa?eros de la generaci¨®n del cincuenta.
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