Dictador en ejercicio
Alexandr Lukashenko se ha despojado de su ef¨ªmera careta de tolerancia al mandar a sus antidisturbios a aporrear y detener a cientos de manifestantes que, bajo cero, protestaban en la plaza principal de Minsk por el fraude electoral del 19 de marzo, cuando el dictador bielorruso, un estalinista en el poder desde 1994, se hizo reelegir por otros cinco a?os con el 83% de los votos. El escandaloso fraude, denunciado por los observadores internacionales y bendecido como en otros casos por Mosc¨², ha llevado a la Uni¨®n Europea a preparar sanciones contra una larga n¨®mina de dirigentes de la antigua rep¨²blica sovi¨¦tica directamente implicados en el pucherazo, con Lukashenko al frente. Washington anunciar¨¢ lo propio en breve.
El l¨ªder bielorruso se ha ido sintiendo m¨¢s seguro a medida que periodistas y observadores internacionales han ido abandonando Minsk. Ayer, en juicios esperp¨¦nticos, comenzaron las condenas de c¨¢rcel contra algunos de los m¨¢s de 300 manifestantes detenidos durante el fin de semana. Mientras, el Gobierno acusa a Estados Unidos y a la UE de "histeria" por su apoyo a los opositores -"pagados por potencias extranjeras"- que, en un p¨¢lido remedo de la Ucrania naranja, acamparon hasta el s¨¢bado en la Plaza de Octubre con el ilusorio prop¨®sito de forzar una repetici¨®n de los comicios presidenciales. Uno de los detenidos es el l¨ªder socialdem¨®crata y candidato Alexandr Kozulin, ex rector de la Universidad de Minsk.
Lukashenko encabeza un r¨¦gimen jur¨¢sico absolutamente refractario a la idea democr¨¢tica. Y Bielorrusia no es Ucrania, donde acaban de celebrarse limpiamente las primeras elecciones parlamentarias libres. La prensa est¨¢ controlada por un aparato dictatorial que se recrea en un culto a la personalidad anclado en el estalinismo. La oposici¨®n es d¨¦bil y atomizada. Los servicios secretos, mucho m¨¢s despiadados y represivos que los de Ucrania hasta la victoria de Y¨²shenko. Por todo ello, las manifestaciones pac¨ªficas de Minsk, disueltas finalmente por la fuerza, s¨®lo han llegado en su mejor momento a ser una fracci¨®n de las que en Kiev acabaron con el corrupto reinado de Leonid Kuchma en 2004.
Pero por algo se empieza. Los bielorrusos, que a las puertas de Polonia sue?an con formar parte de un universo democr¨¢tico inscrito en los confines de Europa, merecen que el apoyo prometido estos d¨ªas por las potencias occidentales no se quede en palabras vac¨ªas.
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