Entrelazados
Entre el r¨ªo Jord¨¢n y el mar viven casi diez millones de personas que tienen en com¨²n m¨¢s cosas de lo que aparentan y ellos mismos piensan. Lo han expresado en las urnas en las respectivas elecciones palestinas e israel¨ªes con dos meses de diferencia. Todos rechazan la corrupci¨®n de muchos de sus dirigentes pol¨ªticos. Quieren mejorar las condiciones de vida de los m¨¢s desfavorecidos, que son de una miseria oce¨¢nica en el lado palestino, pero dejan mucho que desear y llegan a la pobreza efectiva para una amplia franja de la poblaci¨®n en el lado israel¨ª. Seguro que son mayor¨ªa los que quieren la paz. Y tambi¨¦n deben serlo los que quisieran vivir como si el vecino -palestino o israel¨ª respectivamente- no existiera, e ignorando incluso que todos tienen sus sentimientos, temores y esperanzas, y tambi¨¦n sufren de sobresaltos, unos a cargo del ej¨¦rcito ocupante o de los colonos, y otros del terrorismo suicida.
La mayor¨ªa absoluta obtenida por Ham¨¢s el 25 de enero y los resultados de Kadima, del laborismo e incluso del partido de los pensionistas anteayer en Israel tienen muchas claves de lectura, pero hay una que afecta a las preocupaciones m¨¢s cotidianas de la entera poblaci¨®n que habita esta estrecha franja costera. La preocupaci¨®n por las condiciones de vida, por el sufrir cotidiano, que ha dado votos por igual a Ham¨¢s que a los laboristas o a los pensionistas, no es empero lo ¨²nico que une a palestinos e israel¨ªes. "Entrelazados" es la expresi¨®n que utilizaba ayer la corresponsal del diario israel¨ª Haaretz en los territorios ocupados, la periodista Amira Hass, en su columna de an¨¢lisis electoral. Nada sucede a un lado que no tenga que ver finalmente con lo que sucede en el otro.
La pobreza palestina tiene que ver con la ocupaci¨®n, claro est¨¢, pero tambi¨¦n la pobreza de los israel¨ªes, que viven en un pa¨ªs m¨¢s preocupado por mimar a los colonos que por atender a jubilados y a menesterosos. El Gobierno de Ham¨¢s -refrendado por su Parlamento el d¨ªa de las elecciones israel¨ªes- se niega a reconocer el Estado de Israel, cuya liquidaci¨®n consta en su programa; pero Ehud Olmert, el actual primer ministro confirmado ahora en las urnas, rechaza todo contacto con Ham¨¢s y propugna el establecimiento unilateral de fronteras, tal como ya se hizo en Gaza el pasado agosto. No se hablan entre s¨ª, pero todo cuanto hacen repercute al otro lado de las vallas y l¨ªneas de separaci¨®n. Est¨¢n "entrelazados" como dos cuerpos en un combate.
Se trata de un combate declarado hace 70 a?os y sin desenlace a la vista. Conduce al t¨®pico "condenados a entenderse", pero no es verdad: de momento siguen encadenados unos a otros en una condena a combatirse m¨¢s all¨¢ de la extenuaci¨®n. Israel tiene la superioridad militar y cuenta con el apoyo incondicional de Estados Unidos, sobre todo desde que el presidente Bush reconoci¨® en 2004 que no hac¨ªa falta cumplir estrictamente las resoluciones de Naciones Unidas. Palestina cuenta con las proyecciones demogr¨¢ficas, que convertir¨¢n dentro de 15 a?os a la poblaci¨®n ¨¢rabe en mayoritaria en la franja entre el Jord¨¢n y el mar, y con una causa f¨¢cilmente comprensible para la comunidad internacional, que s¨®lo toma distancias por el hast¨ªo ante el terrorismo, el aumento del antisemitismo y la corrupci¨®n de los dirigentes palestinos. "Es innegable que los palestinos han sido las principales v¨ªctimas de las guerras ¨¢rabe-israel¨ªes, y que sus reclamaciones son indudablemente justas", ha escrito el ex ministro e historiador Shlomo Ben-Ami en Cicatrices de guerra, heridas de paz (Ediciones B). Pero Palestina no conseguir¨¢ el Estado al que tiene derecho sin el acuerdo de Israel, como a Israel no le bastar¨¢n sus acciones unilaterales y su valla de seguridad para conseguir unas fronteras seguras y reconocidas internacionalmente, con una poblaci¨®n mayoritariamente jud¨ªa dentro de ellas, sino que necesita el acuerdo de los palestinos.
Los resultados de ayer no son m¨¢s de lo mismo, como dar¨ªan a entender el cansancio y la santa indignaci¨®n. La mayor¨ªa que se perfila, dirigida por Olmert, quiere abandonar Cisjordania. Ya no habr¨¢ un gobierno de los colonos, como lo fue el de Sharon antes de irse de Gaza. El partido hist¨®rico de la derecha nacionalista, el Likud, ha quedado relegado al quinto lugar y ha aparecido un partido racista incre¨ªble a su derecha. Es un terremoto. Y significa el entierro definitivo de una quimera, el Gran Israel, que se esfuma junto a los grandes caudillos militares entre las nieblas del pasado.
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