La casa de Rembrandt muestra las huellas del genio
La Rembrandthuis re¨²ne en Amsterdam 50 cuadros, dibujos y grabados con la colaboraci¨®n de la Gem?ldegalerie de Berl¨ªn
Si pudiera definirse, el genio de Rembrandt se explicar¨ªa m¨¢s por su deseo constante de un estilo propio que por la maestr¨ªa indiscutible del trazo. Innovador desde el principio, la crisis an¨ªmica provocada en 1642 por la muerte de su esposa, Saskia, y el aparente vac¨ªo art¨ªstico sufrido tras la conclusi¨®n, el mismo a?o, de La ronda de noche, acabaron de formarle. A partir de entonces, domina su arte y surge el Rembrandt sereno y de pincelada poderosa. Su casa-museo en Amsterdam, Rembrandthuis, ha seguido esta evoluci¨®n en el 400? aniversario de su muerte con un centenar de obras reunidas en una muestra de t¨ªtulo revelador: La b¨²squeda de un genio.
Abierta hasta el 2 de julio y repartida por las salas y habitaciones de la propia casa del pintor, incluye 50 cuadros suyos adem¨¢s de dibujos y grabados. Al ser la ¨²nica retrospectiva del aniversario, ha servido para que el m¨¢s erudito de sus organizadores, Ernst van de Wetering, responsable del Proyecto Rembrandt, despojara al artista del cors¨¦ de ideas preconcebidas sobre la ruta paralela supuestamente seguida por la vida y la obra del artista. Dedicado desde hace cuatro d¨¦cadas a establecer la atribuci¨®n de los cuadros del maestro holand¨¦s, Van de Wetering le tutea sin perder un ¨¢pice de admiraci¨®n. As¨ª, mientras asegura que cuanto m¨¢s cercano le parece m¨¢s grande es su enigma, aparta de un golpe la percepci¨®n moderna de la identidad del artista.
Van de Wetering: "Nada de darwinismos con Rembrandt. Progresaba, m¨¢s que evolucionaba"
Se ha aprovechado el entorno para dar contexto a varios cuadros que ganan en humanidad
"As¨ª visto, parecer¨ªa un hombre dedicado a ser, y no a pensar, a expresarse s¨®lo a trav¨¦s de sus obras. Todo lo contrario de un cient¨ªfico. Lo malo es que ¨¦sta es una idea del siglo XIX, mal aplicable a un pintor del XVII que pens¨® sin parar en su profesi¨®n y busc¨® nuevas t¨¦cnicas para llegar adonde quer¨ªa", asegur¨® ayer este experto, rodeado de unos cuadros para ¨¦l de aut¨¦ntica cabecera. Tanto, que en un momento de su exaltado relato sobre lo que no debe pensarse de Rembrandt, le puso en un lugar ins¨®lito. Fue cuando explicaba los pormenores de un dibujo sobre el descendimiento de Cristo de la cruz. Al llegar a la figura de Jos¨¦ de Arimatea, a la derecha del espectador, se?al¨® que parec¨ªa preguntarle al soldado romano lo siguiente: "Si ya pod¨ªa recoger a Rembrandt para enterrarle". Un error de cuerpos que pas¨® desapercibido para Van der Wetering que, de todos modos, guarda bien las distancias de su sujeto de estudio.
Ayudado por la propia Rembrandthuis y la Gem?ldegalerie de Berl¨ªn, que han colaborado en la exposici¨®n, ha tratado de apartarse de las ideas rom¨¢nticas acerca de la identidad de un artista que se consider¨® grande desde su juventud. "Lejos de Rembrandt trasladar al lienzo sus problemas familiares o vida privada. Hay que arrumbar la idea de que hombre y estilo son una misma cosa. Es otro enfoque moderno, del expresionismo incluso. Con el pintor se puede escoger un estilo porque tuvo varios. Pero no hay que pensar en la evoluci¨®n. Nada de darwinismos con Rembrandt. Progresaba, m¨¢s que evolucionaba de manera inexorable". Por demoledor que todo esto parezca, el tr¨ªo responsable de la muestra no intenta derribar la imagen del genio del Siglo de Oro. Todo lo contrario. Colgando sus obras de las paredes del que fuera su hogar durante 20 a?os, pretende devolver la verdadera personalidad del pintor. Uno que busca sin cesar y de forma consciente un estilo propio desde el realismo puro y hasta violento de tanto idealizarlo del Rapto de Proserpina (1631). Cedido por la Gem?ldegalerie berlinesa, contrasta con el mismo motivo, en un grabado de Rubens, m¨¢s heroico y cl¨¢sico. La b¨²squeda resalta tambi¨¦n en la preciosa Ni?a en la silla del pintor (1641). Reci¨¦n hallada en Polonia y fechada una d¨¦cada despu¨¦s, lo que le interesa aqu¨ª es el movimiento. No el ritmo solemne de sus contempor¨¢neos, sino el movimiento vivo. En la ni?a, la mano izquierda est¨¢ a punto de apoyarse en la silla. Para Van der Wetering, debi¨® empezar a ver un cuadro como nosotros contemplar¨ªamos una escena de una pel¨ªcula. Capta un instante y lo traslada al lienzo. La ronda de noche ser¨ªa el mejor ejemplo: un retrato de grupo lo menos est¨¢tico posible. Lo m¨¢s pr¨®ximo a la vida que pudo lograr. "Las figuras est¨¢n quietas, pero el cuadro se mueve. Su estilo, el que reconocemos como de Rembrandt, nace por fin".
En una exposici¨®n como ¨¦sta, ubicada en la casa del artista, ha podido aprovecharse el entorno para darle contexto a varios cuadros que ganan en humanidad. As¨ª, Mujer en la cama (1644) tambi¨¦n llamado Sara esperando a Tob¨ªas, la presenta apartando la cortina roja del lecho. En el dormitorio de la Rembrandthuis est¨¢ la misma cama, metida dentro de una especie de armario empotrado con puerta para mantener el calor. Otro retrato cautivador es el de su ¨²ltima compa?era, Hendrickje Stoffels. Entr¨® para llevar la casa a la muerte de su esposa, Saskia, y se qued¨®. Tuvo una hija con ¨¦l y le ayud¨® a superar su ruina final. Titulado Mujer en la puerta, es de 1655. La joven llevaba entonces con el pintor seis a?os y se ocupaba de su ¨²nico hijo superviviente, Titus. Le mira con dulzura y cierta picard¨ªa y tiene el aspecto resuelto que demostrar¨ªa al montar un negocio de arte cuando las deudas acaban por desahuciarles.
Para este cap¨ªtulo de su vida tiene tambi¨¦n la muestra una explicaci¨®n reveladora. Es verdad que Rembrandt no reparaba en gastos porque ten¨ªa buenos clientes. Tambi¨¦n lo es que la casa le cost¨® unos 13.000 florines de la ¨¦poca. Estaba adem¨¢s llena de antig¨¹edades que utilizaba para adornar algunos cuadros y para sus alumnos. Pero que no pudiera pagar la hipoteca fue algo m¨¢s que un problema de liquidez. La guerra anglo-holandesa hab¨ªa estallado y en 1657 todo el mundo necesitaba dinero. Los acreedores no esperaron a que completara sus pagos y acabaron por embargarle. Tal vez por ello resulte uno de los mayores logros el haber tra¨ªdo de vuelta al coraz¨®n viejo de Amsterdam el retrato de Hendrickje; el de la ni?a en la silla y aun otros dos. Se trata de un autorretrato cedido por el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid. Fechado en 1640, recibe al visitante a la entrada. Y todav¨ªa otra muchacha, esta vez En la ventana (1645) y en posesi¨®n hoy de la galer¨ªa Dulwich de Londres.
La exhibici¨®n ha incluido tambi¨¦n obras de sus alumnos, como el Caballero del casco dorado (1650). Es una pieza magn¨ªfica cedida una vez m¨¢s por la Gem?ldegalerie, y atribuida a Rembrandt hasta los a?os ochenta. Ahora se presenta como salida de su entorno, aunque conserva un magnetismo especial. La otra es una Sagrada familia con ¨¢ngeles (1645) donde la luz se mueve por la tabla y va cayendo sobre los personajes.
Organizada esta muestra como una meditaci¨®n, faltan por llegar a¨²n al aniversario dos propuestas casi sin cuadros. La primera est¨¢ prevista para junio y la firma el cineasta brit¨¢nico Peter Greenaway. Girar¨¢ en torno a La ronda de noche y es una instalaci¨®n teatral con imagen y sonido de la que el Rijksmuseum de Amsterdam no quiere desvelar a¨²n demasiados detalles. La otra es rom¨¢ntica en el sentido m¨¢s tradicional. Convertida en un musical, la vida de Rembrandt s¨ª responder¨¢ a las expectativas del artista inmerso en una obra que es la prolongaci¨®n de s¨ª mismo. Llegar¨¢ en julio a Amsterdam.
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