Los errores del proceso norirland¨¦s
El "proceso de paz" norirland¨¦s ha sido tomado como referente por pol¨ªticos y periodistas en nuestro pa¨ªs que buscan su aplicaci¨®n al ¨¢mbito vasco. Muchos de ellos asumen como premisa el final feliz del mismo al entender que ha garantizado el fin del terrorismo del IRA y su desarme. Por ello sugieren que el proceso que se inicia con el alto el fuego de ETA exigir¨¢ un pragmatismo como el que han mostrado dirigentes brit¨¢nicos e irlandeses. Deducen en consecuencia que el proceso hasta el final de ETA ser¨¢ largo, duro y dif¨ªcil; si bien insisten en que en absoluto pagar¨¢ nuestra democracia ning¨²n precio pol¨ªtico a cambio. Sin embargo, la interpretaci¨®n que muchos de estos observadores realizan del proceso norirland¨¦s ignora que tanto el Gobierno brit¨¢nico como el irland¨¦s han permitido finalmente que el terrorismo extrajera r¨¦ditos pol¨ªticos. Otros se sirven precisamente de esa realidad para anticipar y justificar que el Gobierno espa?ol lleve a cabo concesiones en aras de una supuesta practicidad necesaria para solucionar el conflicto vasco. Por ello, esa insistencia en el modelo norirland¨¦s hace temer que ¨¦ste se convierta en coartada para legitimar lo que podr¨ªa llegar a ser una contraproducente pol¨ªtica antiterrorista en relaci¨®n con ETA si el paralelismo entre uno y otro proceso se sigue estableciendo sin el rigor debido.
En primer lugar debe cuestionarse la generalizada asunci¨®n del "final feliz" del proceso norirland¨¦s que tan recurrente resulta para la comparaci¨®n. La enorme polarizaci¨®n pol¨ªtica y social existente hoy en Irlanda del Norte, donde el Gobierno auton¨®mico contin¨²a suspendido y en donde la segregaci¨®n geogr¨¢fica entre comunidades no ha dejado de crecer, arroja serias dudas sobre una valoraci¨®n del proceso norirland¨¦s tan err¨®neamente positiva como exagerada. Es muy convincente atribuir estas consecuencias a una equivocada gesti¨®n del proceso posterior al alto el fuego del IRA, sentando un precedente que deber¨ªa evitarse en nuestro pa¨ªs. En contra de quienes ensalzan el pragmatismo de Tony Blair o Bertie Ahern, primeros ministros del Reino Unido e Irlanda, sus propios pronunciamientos p¨²blicos exponen c¨®mo el terrorismo ha conseguido recuperar parcialmente por la v¨ªa pol¨ªtica lo que perdi¨® policialmente. En enero de 2005, Ahern reconoc¨ªa en el Parlamento irland¨¦s que en su intento por integrar al Sinn Fein en el sistema hab¨ªa ignorado las actividades delictivas en las que el IRA ven¨ªa vi¨¦ndose involucrado. Un a?o antes, Blair afirmaba que no deb¨ªa tolerarse una situaci¨®n en la que representantes de la voluntad popular se vieran obligados a compartir el Gobierno de Irlanda del Norte con un partido como el Sinn Fein asociado a un grupo terrorista todav¨ªa activo, esto es, el IRA. Estas concesiones fueron criticadas por los representantes de la comunidad unionista durante a?os, siendo dichas reclamaciones ignoradas una y otra vez por los gobiernos brit¨¢nico e irland¨¦s al entender que el fortalecimiento pol¨ªtico del Sinn Fein aseguraba la continuidad del alto el fuego del IRA. Con ese contradictorio comportamiento, que sigue manteni¨¦ndose, se lanzaba un nocivo mensaje: el Sinn Fein puede condicionar la normalizaci¨®n pol¨ªtica a pesar de incumplir las reglas del juego democr¨¢tico.
El informe emitido el pasado mes de febrero por la comisi¨®n encargada de supervisar el estado del alto el fuego de los grupos terroristas confirmaba la perjudicial incoherencia de la pol¨ªtica brit¨¢nica. Esta comisi¨®n sustenta su trabajo en unos principios democr¨¢ticos b¨¢sicos; entre ellos, el que destaca como inaceptable que un partido pol¨ªtico, y particularmente sus l¨ªderes, expresen su compromiso con la democracia y la leymientras su actitud demuestra lo contrario. Considera, adem¨¢s, que los partidos pol¨ªticos no deben beneficiarse de su asociaci¨®n con actividades ilegales. Sin embargo, la comisi¨®n reconoc¨ªa que el IRA segu¨ªa activo realizando actividades criminales que, autorizadas por sus l¨ªderes, serv¨ªan a la estrategia pol¨ªtica del Sinn Fein. La valoraci¨®n que el ministro brit¨¢nico para Irlanda del Norte hac¨ªa del informe revela los peligros que entra?a para nuestra democracia replicar un modelo como este que sin duda resulta atractivo para ETA y Batasuna. En opini¨®n de Peter Hain, el informe demostraba "que el IRA se est¨¢ moviendo en la buena direcci¨®n" al no haber "asesinatos" ni "robos de bancos". M¨¢s de diez a?os despu¨¦s del alto el fuego del IRA, el Gobierno brit¨¢nico ha acomodado su sistema democr¨¢tico para que las actividades ilegales de una organizaci¨®n terrorista sean valoradas como aceptables siempre y cuando no rebasen un umbral, el asesinato, que de todos modos los terroristas no consideran oportuno traspasar en un nuevo contexto nacional internacional desfavorable para ello.
Esa da?ina impunidad es la que ha convertido en ineficaz el desarme del IRA anunciado el pasado a?o. Aunque presentado casi un¨¢nimemente como un gran gesto, la forma en la que se llev¨® a cabo impidi¨® que cumpliera el objetivo que motiv¨® esta exigencia en 1995: convencer a las v¨ªctimas del terrorismo del IRA de su voluntad inequ¨ªvoca de poner fin a la violencia. El retraso en el desarme y su metodolog¨ªa impidieron generar la confianza que se buscaba con esa medida. Tres fueron los gestos de desarme que precedieron al ¨²ltimo en septiembre de 2005. Ninguno de ellos se realiz¨® de un modo que permitiera, tal y como se requer¨ªa, que el desarme fuera verdaderamente eficaz. El propio Martin McGuinness, en v¨ªsperas del desarme acometido en octubre de 2003, reconoc¨ªa que los anteriores actos no se hab¨ªan llevado a cabo en condiciones "convincentes", de ah¨ª que admitiera la necesidad de "transparencia" para que los pasos del IRA no causaran "decepci¨®n". Hasta el general canadiense John De Chastelain, encargado de supervisar el decomiso de armas, subray¨® tambi¨¦n que desde 1999 insisti¨® en sus contactos con el IRA en que, a menos que el desarme fuera "visible", se dudar¨ªa de las buenas intenciones del grupo terrorista, concluyendo por tanto que las dudas convertir¨ªan en ineficaz el desarme. A pesar de ello, en octubre de 2003 y en septiembre de 2005 se cometieron los mismos errores. La ¨²nica diferencia entre uno y otro acto fue que en esta ¨²ltima ocasi¨®n un religioso protestante y otro cat¨®lico presenciaron el desarme, sin que se hiciera p¨²blico un inventario de las armas o fotograf¨ªas de ¨¦stas, como se hab¨ªa reclamado previamente. Sin embargo, esta sola distinci¨®n resultaba insuficiente para garantizar la visibilidad y transparencia exigidas, pues se admiti¨® que el IRA eligiera a los testigos en contra de las propuestas unionistas. El recambio cat¨®lico, el padre Alec Reid, plenamente identificado en Irlanda y Euskadi con los intereses nacionalistas, min¨® a¨²n m¨¢s la credibilidad del acto del IRA.
Por tanto, Irlanda del Norte demuestra lo err¨®neo que resulta abandonar las exigencias objetivas que deben demostrar claramente la voluntad inequ¨ªvoca de poner fin a la violencia. Confirma, adem¨¢s, la necesidad de comprobar que el Gobierno cumpla rigurosamente sus firmes promesas en torno a la verificaci¨®n de una desaparici¨®n absoluta de la organizaci¨®n terrorista sin incurrir en concesiones al brazo pol¨ªtico de la banda que permitan la perpetuaci¨®n de ¨¦sta.
Rogelio Alonso es profesor de Ciencia Pol¨ªtica en la Universidad Rey Juan Carlos, y autor de Matar por Irlanda: el IRA y la lucha armada (Alianza).
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