Toca decidir
Hace algunos meses alguien defini¨® la pol¨ªtica catalana como el dragon-khan. Lo lamentable de la situaci¨®n pol¨ªtica catalana es que hoy seguimos instalados en un escenario donde las situaciones de crisis y de peque?os esc¨¢ndalos se concatenan. Lo m¨¢s parad¨®jico de todo ello es que en gran medida estos procesos provienen del Gobierno tripartito y no de la oposici¨®n. Es decir, la contribuci¨®n de la oposici¨®n al desgaste del actual Ejecutivo es m¨¢s bien escasa. Este Gobierno se desgasta solo y lo que es m¨¢s grave: no s¨®lo se desgasta a s¨ª mismo, sino que tambi¨¦n arrastra en cada una de esas crisis muchas expectativas y esperanzas de amplios sectores de la poblaci¨®n.
Creo que fue el consejero Joan Saura quien en unas declaraciones radiof¨®nicas a inicios de la semana anterior evidenci¨® con otras palabras esa misma idea. Dec¨ªa Saura que la capacidad autodestructiva que emanaba del actual tripartito era sorprendente y parec¨ªa ilimitada. Las actuaciones estelares del propio Ejecutivo eran devoradas por las peque?as y grandes crisis que desde enero de 2004 se vienen sucediendo en los aleda?os del Gobierno. Probablemente no hay diagn¨®stico m¨¢s certero y a la vez m¨¢s contundente para definir la realidad pol¨ªtica catalana.
Con ese panorama no es extra?o que hoy sea dif¨ªcil encontrar el m¨¢s m¨ªnimo indicio de lo que en Catalu?a ocurri¨® en el oto?o de 2003. Hubo en ese periodo una ilusi¨®n generalizada seg¨²n la cual no s¨®lo otro gobierno era posible, sino que sobre todo otra pol¨ªtica era posible y que gracias a ello otra Catalu?a pod¨ªa emerger. Fue en muchos sentidos una eclosi¨®n pol¨ªtica primaveral en puertas del invierno climatol¨®gico lo que se vivi¨® aquel 14 de diciembre en el Sal¨® del Tinell. Hoy, sin embargo, vivimos una realidad pol¨ªtica invernal en una primavera que ya nos anuncia que el verano est¨¢ pr¨®ximo.
Uno tiende a pensar que esto ya no tiene soluci¨®n; que lo mejor que podr¨ªa suceder es aceptar la realidad, reconocer los errores, constatar la incapacidad de generar buen rollo y de imponer orden en el interior del Gobierno y pasar p¨¢gina de esta experiencia. Tras la aprobaci¨®n del Estatuto en refer¨¦ndum, y siendo evidente que ser¨¢ un logro no exclusivo del Gobierno, pero en el que el concurso del tripartito ha sido crucial, se pueden dar las circunstancias menos malas para dar paso a un nuevo periodo pol¨ªtico sin que esa decisi¨®n que debe tomar el presidente catal¨¢n, Pasqual Maragall sea necesariamente traum¨¢tica para los intereses de la actual mayor¨ªa.
Lo m¨¢s grave no es evidentemente que este Ejecutivo desaparezca, sino que las consecuencias de los excesos y errores que algunos miembros del mismo han alimentado impidan que otro Gobierno catalanista y de izquierdas pueda emerger tras las pr¨®ximas elecciones. Una vez cerrado el Estatuto y despu¨¦s de constatar que no hay soluci¨®n a las malas artes de algunos -si se quiere lo denominaremos inexperiencia gubernamental-, lo m¨¢s sensato es empezar a calcular cu¨¢l es el escenario m¨¢s propicio para minimizar los costes electorales ante estas circunstancias.
Si no se produce un cambio de rumbo significativo, hay muchos elementos para suponer que el fin del tripartito catal¨¢n no ser¨¢ muy distinto al fin del tripartito balear. Ciertamente, las circunstancias son distintas pero las consecuencias pueden ser similares. No hay ning¨²n indicio de que aquello que no se ha podido evitar hasta la fecha, tras 27 meses de mandato del actual Gobierno, se pueda evitar en los 20 meses restantes. Es cierto que la experiencia imprime car¨¢cter y que el trayecto recorrido por el actual Ejecutivo podr¨ªa garantizar un futuro -en lo que nos queda de legislatura- menos sorpresivo y menos convulso. Pero todo esto no deja de ser s¨®lo una posibilidad que emp¨ªricamente a¨²n se debe contrastar. Lamentablemente para este Gobierno hay un momento, que no sabr¨ªa decir cu¨¢l es, en el que el cr¨¦dito que todo nuevo Ejecutivo dispone le ha sido cancelado. Ya no hay m¨¢s margen.
La ¨²nica cosa que justificar¨ªa que el actual Gobierno quisiera agotar a legislatura despu¨¦s de la aprobaci¨®n en refer¨¦ndum del nuevo Estatuto ser¨ªa disponer de todas las garant¨ªas de que se va producir un cambio de rumbo significativo en el Ejecutivo catal¨¢n, un cambio que s¨®lo el presidente Maragall y las direcciones de los tres partidos que le apoyan pueden concertar. Alguien deber¨ªa evaluar en las pr¨®ximas semanas si esa concertaci¨®n es posible y si hay las condiciones para intentar a partir del pr¨®ximo verano, y durante los pr¨®ximos 16 meses, imprimir un car¨¢cter y un estilo ins¨®lito hasta ahora. S¨®lo si se dan estas condiciones tendr¨ªa sentido agotar la legislatura.
Es evidente que a pesar de todo el ruido que acompa?a a este Gobierno hay actuaciones muy relevantes que se est¨¢n realizando desde distintos departamentos. El saber hacer de algunos consejeros y departamentos es evidente. Saura lo ha demostrado con el Estatuto y con el impulso de la memoria hist¨®rica; Nadal, con la ley de barrios y los proyectos para ordenar el crecimiento urban¨ªstico; Cid, con el pacto nacional de educaci¨®n y las medidas de mejora de la calidad educativa; Castells, con la capacidad para ordenar las finanzas del Gobierno y el pacto por la competitividad; Vall¨¨s, con el rigor y la discreci¨®n en una de las ¨¢reas m¨¢s desagradecidas de cualquier gobierno; Tura, con la capacidad de centrar el inter¨¦s en asuntos socialmente relevantes. El problema de este Ejecutivo no es que no tenga la capacidad de impulsar proyectos relevantes, sino que no tiene capacidad para evitar la existencia de algunas actuaciones est¨²pidas que todo lo empa?an.
Jordi S¨¢nchez es polit¨®logo.
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