La maldici¨®n del 'caso negritos'
Los cuatro futbolistas que el Atl¨¦tico simul¨® haber fichado en 1998 por 2.700 millones de pesetas sobreviven como pueden en Espa?a
Abbas Lawal naci¨® en Nigeria, tiene 25 a?os y se entrena en un parque del sur de Madrid, en Alcorc¨®n. A veces corre por los caminitos de arena. Otras, hace pr¨¢cticas con bal¨®n. "Lanzo la pelota", cuenta, "pero como estoy solo, tengo que ir a buscarla". Est¨¢ en el paro, pero dice que ha hablado con gente interesante, que le van a conseguir un equipo, que "tiene buena pinta". No puede regresar a su pa¨ªs, con su familia, sin trabajar. "As¨ª no", sentencia el que fue extremo del Atl¨¦tico, del Legan¨¦s, del Jerez y del Albacete.
Lawal, junto a Limamou Mbengue, Maximiliano de Oliveira y Bernardo Matias Djana, se convirtieron durante los a?os de intervenci¨®n judicial del Atl¨¦tico en parte del caso de los negritos. Un papel aseguraba que los cuatro chicos, entonces adolescentes, le hab¨ªan costado al club 2.700 millones de pesetas, m¨¢s de 15 millones de euros. No era cierto. Los propietarios de la entidad fueron condenados por simulaci¨®n de contrato. "Cuando todo termin¨® se olvidaron de nosotros. No iban a dejar que los negritos, como nos llamaban, nos llev¨¢ramos el pastel", denuncia ahora Bernardo Djana.
Lima, el ¨²nico que a¨²n juega, en Tercera, ha escrito a Zapatero para que le ayude: "Estoy jodido"
Maxi es alba?il, Lawal est¨¢ en el paro y Djana colabora con los ni?os de una ONG africana
El brasile?o Maxi es alba?il. Trabaja en Oropesa del Mar, en la urbanizaci¨®n Marina D'or. Lima juega en el Mar Menor de San Javier, Murcia. Antes estuvo en el Algeciras, pero no le pagaban. Hace dos a?os se encontraron siete grabadoras para hacer copias piratas de pel¨ªculas en un piso al que acud¨ªa con regularidad a ver a un compatriota. Bernardo Djana, el primero en arrojar la toalla y reconocer que no iba a triunfar, tiene negocios en Angola que gestionan sus familiares y colabora con una ONG liderada por un cura argentino que rescata a ni?os de la guerra.
Limamou Mbengue ha escrito una carta al presidente del Gobierno, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, para que le ayude. "Yo y mi familia estamos muy jodidos. El Atl¨¦tico me enga?¨®. Me hicieron un contrato dici¨¦ndome que la libertad de los due?o del club depend¨ªa de m¨ª y despu¨¦s se rieron en mi cara", relata. Lima reconoce que una vez la polic¨ªa le pidi¨® sus documentos. Pero en cuanto vieron sus papeles le soltaron. "Eran las tres de la tarde y estaba de visita en un piso de Vallecas donde unos pa¨ªsanos preparaban las copias de pel¨ªculas que vend¨ªan en Atocha".
Bernardo Djana lleg¨® a Portugal desde Angola con su t¨ªa. Despu¨¦s, con 16 a?os, se qued¨® solo. Sin nada que le atase en Lisboa decidi¨® probar suerte en Espa?a junto a su primo. Le acogieron los Padres Mercedarios y la asociaci¨®n Karib¨². Le obligaron a estudiar en un colegio en San Blas, un barrio de Madrid. En la escuela, uno de sus profesores, que era preparador f¨ªsico en el Atl¨¦tico, le anim¨® a presentarse a unas pruebas del club. "Nunca supe lo del contrato. No firm¨¦ nada ni fui consciente de nada", dice Djana, que es el m¨¢s cr¨ªtico de los cuatro chicos. "A mi no me ficha nadie", explica. "En ese mundo los sentimientos de los dem¨¢s no cuentan, s¨®lo cuenta el dinero", resume el angole?o, que ahora reside en Madrid, est¨¢ casado y tiene una hija.
Maxi tampoco tiene buenos recuerdos. Fichado "por un ojeador en Brasil", dej¨® a su familia y se traslad¨® a una de las residencias del club. Dicen que era bueno. "Primero me mimaron y luego me dejaron un poco abandonado", se queja ahora desde Castell¨®n, donde se dedica "a la construcci¨®n". Tiene, como sus compa?eros, 25 a?os. "Me he sentido muy desamparado todos estos a?os, sin mi familia y sin suerte. Fue muy duro tener tantas esperanzas y despu¨¦s quedarte sin nada", comenta. Cree que su celebridad por el caso negritos ha perjudicado su carrera. "La prensa nos trat¨® mal", asegura. Una frase que suscriben todos los implicados en el asunto. Tras concluir su relaci¨®n laboral con el Atl¨¦tico, hace tres a?os, se march¨® a Suiza. Despu¨¦s jug¨® en el Caravaca, el Nules, el Benic¨¤ssim y el Oropesa. Percibe cerca de 350 euros mensuales por jugar al f¨²tbol. "Ya no puedo vivir del deporte y este a?o me he decidido a trabajar", comenta, descartando un posible regreso a Brasil, donde viven sus padres, con los que dice hablar todos los d¨ªas. Maxi, para superar "los malos momentos", se ha "refugiado en Dios". "Estaba muy solo y soy de una familia muy cristiana", razona. Maxi, que vive con un "compa?ero brasile?o", ha convertido el f¨²tbol "en una diversi¨®n" y ha renunciado a que sea su profesi¨®n. El club madrile?o niega el abandono a los jugadores: "Se les trat¨® como a cualquier chico de la cantera. Otros muchos chavales se han quedado en el camino".
No es el caso de Lawal, que ha jugado a un nivel mucho m¨¢s alto que ninguno de los tros tres. Fichado por el Atl¨¦tico tras verle jugar en una selecci¨®n inferior nigeriano, ha hecho una carrera modesta pero relativamente s¨®lida: debut¨® en el primer equipo rojiblanco y ha jugado en el Legan¨¦s, el Jerez o el Albacete. El a?o pasado se lesion¨® y el club manchego le rescindi¨® el contrato. Vive solo en Valdemoro . Su novia trabaja en Londres. Conduce un coche deportivo. "Conservo dinero, pero cuando eres futbolista te acostumbras a gastar mucho", confiesa con una sonrisa. Porque Lawal es un hombre simp¨¢tico. "Gil fue como un padre", comenta, desmarc¨¢ndose de las cr¨ªticas de sus compa?eros.
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