Consejo al Consejo
La Comisi¨®n de Derechos Humanos de la ONU, que degener¨® a lo largo de los a?os, se hizo el haraquiri en Ginebra la semana pasada a los 60 a?os de edad, tras una ¨²ltima e insustancial sesi¨®n, cortando en seco lo que deb¨ªan ser seis semanas de sesiones. Tuvo su ¨¦poca de esplendor. De ella nacieron la Declaraci¨®n (que no tratado) Universal de los Derechos Humanos de 1948, dos grandes convenios sobre derechos pol¨ªticos y civiles y econ¨®micos y sociales y varios otros de protecci¨®n de mujeres y ni?os, o contra tortura y la discriminaci¨®n racial. Pero pocos la echar¨¢n de menos, pues en ella acabaron sent¨¢ndose pa¨ªses de tan bajo credencial democr¨¢tico como, en su ¨²ltima composici¨®n, Libia, Zimbabue o Sud¨¢n. O en el pasado China, la Uni¨®n Sovi¨¦tica o Cuba. A La Habana la Comisi¨®n le daba una cierta vidilla diplom¨¢tica, pues a?o tras a?o se planteaba la Resoluci¨®n contra el castrismo. Al menos se han evitado en esta ¨²ltima y breve sesi¨®n los penosos cambalaches en los que uno se absten¨ªa sobre Guant¨¢namo a cambio de otro sobre la cr¨ªtica a Castro, o se ve¨ªa a Estados Unidos, o a otro, alinearse con alguna dictadura en contra de otra.
En su lugar, arrancar¨¢ el nuevo Consejo de Derechos Humanos creado el pasado 15 de marzo por la Asamblea General de la ONU. Era una de las tres cuestiones en que qued¨® la gran transformaci¨®n de la Organizaci¨®n planteada por su secretario general saliente a la cumbre onusiana de diciembre, es decir, lejos de las pretensiones iniciales de Kofi Annan, pero no por ello sin importancia.
Un consejo al nuevo Consejo: sea veraz. La primera prueba del algod¨®n del nuevo Consejo vendr¨¢ con la elecci¨®n de sus miembros: si entran flagrantes violadores de estos derechos, como en la Comisi¨®n, ser¨¢ un fracaso. El m¨¦todo de selecci¨®n aprobado por la Asamblea General es novedoso: frente a listas cerradas de los grupos regionales que se daba en la Comisi¨®n, sus 47 (en vez de 53) miembros ser¨¢n elegidos, el 9 de mayo, individualmente (aunque con cupos regionales), en voto secreto por dos tercios de los 191 Estados de la Asamblea, y tras la presentaci¨®n de unas candidaturas, el 7 de abril, en las que los aspirantes han de demostrar "los m¨¢s altos niveles de promoci¨®n y protecci¨®n de los derechos humanos". Claro que no se han fijado criterios al respecto. Ser¨¢ curioso ver qui¨¦nes se presentan y c¨®mo se les examina. ?Podr¨ªa ser la tortura un criterio b¨¢sico para suspender? ?O el grado de respeto a los convenios internacionales?
La segunda prueba consistir¨¢ en que, en caso de violaciones repetidas de derechos humanos en un pa¨ªs, y a petici¨®n del nuevo Consejo, la Asamblea General, de nuevo por sus dos terceras partes, realmente suspenda de membres¨ªa de la ONU al Estado en cuesti¨®n. Y la tercera medida del ¨¦xito vendr¨¢ de la mano de la universalidad e imparcialidad que ha de tener este Consejo que no ser¨¢, por su composici¨®n, un tribunal del Norte frente al Sur, pues tendr¨¢ que denunciar tambi¨¦n las eventuales violaciones de estos derechos en pa¨ªses occidentales. Viene a la mente el caso de Guant¨¢namo, que se le ha escapado a la Comisi¨®n saliente, con lo que la suerte del informe que hab¨ªan completado unos expertos sobre las torturas en ese campo de internamiento ha quedado en el aire.
EE UU, pese a su voto contrario, ha anunciado que apoyar¨¢ financieramente a este Consejo, y muchos quieren que entre en la primera tanda de miembros. La oposici¨®n americana al ¨®rgano se debe en parte a la prevenci¨®n general de la Administraci¨®n Bush frente a la ONU, y a¨²n m¨¢s frente a la Asamblea General, en la que no tiene poder de veto. Pero tambi¨¦n, en esto con raz¨®n, por el excesivo n¨²mero de miembros y sus dudas sobre la efectividad de la nueva instituci¨®n, que se reunir¨¢ tres veces al a?o. Ahora bien, que nazca una nueva instituci¨®n, subordinada a la Asamblea General, es una demostraci¨®n de que la ONU puede avanzar, incluso contra la voluntad de la hiperpotencia, aunque lo haga a paso de tortuga y le pueda adelantar la liebre de la realidad. aortega@elpais.es
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