La generaci¨®n m¨¢s libre
Numerosos j¨®venes rechazan ser como sus padres, para quienes el trabajo fue prioritario. El concepto de "normalidad" y el grupo de amigos ejercen una influencia decisiva
La supuesta irresponsabilidad de los adolescentes es una constante hist¨®rica desde las reflexiones de S¨®crates sobre el comportamiento juvenil en la Grecia antigua. "Los j¨®venes de ahora aman el lujo, tienen p¨¦simos modales y desde?an la autoridad. Muestran poco respeto por sus superiores y ya no se levantan cuando alguien entra en casa", seg¨²n el inventario de reproches atribuido al fil¨®sofo ateniense del siglo IV antes de Cristo. "Prefieren insulsas conversaciones al ejercicio, y est¨¢n siempre dispuestos a contradecir a sus padres y a tiranizar a sus maestros". La mayor¨ªa de los padres espa?oles entre los 40 y los 55 a?os tambi¨¦n cree que fueron m¨¢s trabajadores, m¨¢s maduros y m¨¢s respetuosos que sus hijos adolescentes y j¨®venes, cerca de seis millones, a los que tratan de educar, en esa direcci¨®n, desde el convencimiento, no desde el autoritarismo de los abuelos. Pocos dudan,sin embargo, de que nos encontramos ante la generaci¨®n m¨¢s libre.
Los j¨®venes carecen de los referentes claros que tuvieron sus padres. Est¨¢n m¨¢s desorientados
"Tienen en com¨²n c¨®mo exprimir el d¨ªa a d¨ªa, pero de aquello que te aporta como persona"
Los padres quieren dedicar m¨¢s tiempo a sus hijos, pero tambi¨¦n disfrutar del suyo tras el trabajo
Y tambi¨¦n m¨¢s compleja. El prop¨®sito de los padres fracasa cuando el pragmatismo, el hedonismo y el relativismo moral percibido en un segmento bastante significativo de los chavales, nacidos en una Espa?a m¨¢s pr¨®spera y tolerante, chocan con las elevadas expectativas de sus padres, marcados por una Espa?a pobre y r¨ªgida. El desencuentro es a gritos no pocas veces, porque los progenitores no encuentran el punto de equilibrio entre la condescendencia y los l¨ªmites, entre el di¨¢logo convincente y la imposici¨®n. La "negociaci¨®n" de pautas con el hijo "en la edad del pavo" suele ser una v¨ªa de escape. Millones de padres disfrutan y conf¨ªan en sus hijos, pero millones temen la alarmante proclividad de los suyos, entre los 15 y los 24 a?os, al carpe diem, al disfrute del presente sin apenas preocupaci¨®n por el futuro. Francisco Javier Lapuente, director del Instituto Luis Bu?uel, en M¨®stoles, no observa, sin embargo, "un cambio a peor generalizable. Cambi¨® la manera de relacionarse. Por ejemplo, ahora mismo, el profesor m¨¢s severo del instituto ser¨ªa un blando hace 20 a?os".
Los padres tropiezan, se equivocan y dudan cuando tratan de inculcar a sus hijos los valores que creen deben regir sus vidas en un futuro que adivinan laboral y socialmente complejo: el esfuerzo en los estudios, la diversi¨®n responsable, la disciplina, la solidaridad, el respeto o la promoci¨®n de los afectos. Los progenitores desarbolados arrojan la toalla y delegan en los profesores o en el psic¨®logo. Lo hacen despu¨¦s de haber llegado al convencimiento de que su capacidad de influencia es casi nula. Sienten que fueron esclavos de sus padres y ahora, de sus hijos, que son en buena medida muy parecidos a ellos por impregnaci¨®n u ¨®smosis.
La adolescencia incordia al adulto cuando se manifiesta vaga, gamberra o violenta, cuando bebe hasta la borrachera y fuma porros antes de entrar en las aulas: el 60% bebe alcohol, y el 30% consume marihuana, seg¨²n un estudio del Ministerio de Sanidad fundamentado en 25.000 entrevistas. El fracaso escolar y personal es consecuencia de esos factores y de otros m¨¢s profundos. Pero la adolescencia espa?ola es muy diversa, pese a los estereotipos, y muy singular al haber llegado precedida por una transici¨®n pol¨ªtica fecunda en transformaciones, y una acumulaci¨®n de cambios cuantitativos que, parafraseando la dial¨¦ctica marxista, alumbr¨® cambios cualitativos en la conducta de los chavales, entre s¨ª y con sus padres.
Tiene m¨¢s posibilidades que ninguna. Se trata de una generaci¨®n alejada de la pol¨ªtica, a un 60,8% no le interesa, y "muy desbrujulada, desorientada, que busca, pero no sabe a qu¨¦ agarrarse", seg¨²n Javier Elzo, catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa de la Universidad de Deusto. ?Qu¨¦ referentes tienen? "?La Iglesia? No. Hay un divorcio entre la religi¨®n y los j¨®venes. ?Los partidos? Tampoco. Siempre est¨¢n a la gre?a. Los telediarios son un anecdotario de desgracias", lamenta el catedr¨¢tico. ?Y los padres? "Los padres est¨¢n casi siempre fuera de casa. Los referentes son ellos mismos. Y es muy dif¨ªcil que un chaval sea modelo para otro". Ante esas situaciones, la tradicional cadena de transmisi¨®n de valores, familia, amigos, medios de comunicaci¨®n y escuela, sufre a veces desajustes.
Los abuelos y padres de la muchachada que acude a los botellones de Sevilla, Granada, Madrid o Barcelona s¨ª tuvieron referentes claros: el tr¨¢nsito de la dictadura a la democracia en Espa?a, la implantaci¨®n del Estado de derecho, el salto de unos patrones dictatoriales a otros liberales, y el trabajo. Su esquema de valores se nutri¨® mucho de las ansias de libertad de los a?os sesenta y setenta, y de su protagonismo en las profundas transformaciones sociales ocurridas en Espa?a. El nivel de educaci¨®n y bienestar aument¨® espectacularmente, la mujer se incorpor¨® masivamente al trabajo y conquist¨® espacios en un mundo de hombres, las rupturas matrimoniales se multiplicaron, y los hijos crecieron en un entorno y unas estructuras diferentes a los de sus padres.
"El contexto hist¨®rico en que se produce esta generaci¨®n tiene sus propias caracter¨ªsticas", se?ala Josune Aguinaga, doctora en Sociolog¨ªa de la Universidad de Educaci¨®n a Distancia (UNED) y ex presidenta de la Uni¨®n de Asociaciones Familiares. "La permisividad de los padres es una respuesta a la educaci¨®n autoritaria que tuvieron ellos, pero se les ha ido un poco la mano. Los chavales prefieren l¨ªmites, aunque sea para trasgredirlos". El vertiginoso reacomodo de las familias espa?olas, la primac¨ªa del ¨¦xito laboral en la escala de prioridades de los adultos o la err¨¢tica democratizaci¨®n del trato con los hijos son factores que no pasan inadvertidos. La reacci¨®n puede ser a la contra cuando el ritmo laboral de los progenitores es asfixiante, y su relaci¨®n personal, crispada.
"Mis padres son unos pringaos que no saben hacer otra cosa que trabajar. Acabar¨¢n uno por cada lado. No quiero ser como ellos", admite Juli¨¢n, de 20 a?os, hijo de un abogado y una profesora universitaria, que salta de un oficio a otro. Los valores socialmente deseables, la probidad, el respeto a los mayores o la ejemplaridad, suelen entrar en colisi¨®n con los valores tenidos como caracter¨ªsticos de la juventud, entre ellos, la diversi¨®n, y una cierta apat¨ªa hacia aquello que el adulto considera importante. Luc¨ªa, de 16 a?os, estudiante de un colegio biling¨¹e de Madrid, reconoce que algunos de los vicios atribuidos a los adolescentes son bastante ciertos.
"En parte lo tenemos todo dado y hecho, por nuestros padres o por nuestros profesores. No tuvimos las dificultades que tuvieron nuestros padres o nuestros abuelos", dice. "Es por eso por lo que no hemos desarrollado eso de hacer las cosas por uno mismo. Por otra, dir¨ªa que somos un poco despreocupados con lo que le pasa a la gente". Luc¨ªa lamenta que los j¨®venes espa?oles apenas se involucren en causas justas. "No s¨¦. Es como que a la adolescencia en Espa?a las cosas les dan de lado". La mayor¨ªa de los tardoadolescentes, entre los 18 y 21 a?os, tambi¨¦n es de esta opini¨®n, a juzgar por los estudios demosc¨®picos. Nicol¨¢s, de 21 a?os, universitario, pertenece a ese grupo: "La verdad es que no nos interesa mucho la actualidad nacional o la guerra de Irak. Vamos a lo nuestro".
Entonces, ? a qu¨¦ van los chavales espa?oles? ?Tienen alg¨²n denominador com¨²n? ?Alguna caracter¨ªstica compartida por la mayor¨ªa? La Fundaci¨®n de Ayuda contra la Drogadicci¨®n (FAD) y el Instituto de la Juventud del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, en colaboraci¨®n con la Obra Social de Caja Madrid, efectuaron ocho estudios sobre su relaci¨®n con los medios de comunicaci¨®n, los amigos, la m¨²sica, los estilos de vida, la publicidad, el sexo y la pol¨ªtica. Los integraron y llegaron a la conclusi¨®n de que hay denominadores comunes, rasgos b¨¢sicos. "Es una cultura juvenil que est¨¢ muy influida por la representaci¨®n social, o sea, por lo que la sociedad cree que son los j¨®venes. M¨¢s all¨¢ de la realidad de c¨®mo son, la gente monta un mundo sobre ellos", se?ala Eusebio Meg¨ªas, director t¨¦cnico de la fundaci¨®n.
Los investigadores encontraron una l¨ªnea que recorre los ocho estudios: el concepto de "normalidad". La normalidad es lo que preconiza el discurso generacional mayoritario, que no admite ni matices, ni fisuras. Ese discurso puede tachar de "raro" a quien le gusta el flamenco, o milite en Amnist¨ªa Internacional, pese a que los j¨®venes entrevistados uno a uno en sus domicilios se manifestaran con matices y fueran diferentes entre s¨ª. Pero en las entrevistas del grupo, preguntados todos a la vez, predomina el discurso de mayor¨ªa, tan potente que acalla los discursos individuales y radicaliza las posiciones. El discurso de la mayor¨ªa, el que p¨²blicamente conforma la representaci¨®n de la cultura juvenil, no es muy idealista: sostiene que el compromiso social es cosa de mayores y que, adem¨¢s, suele estorbar para lo que el adolescente y el joven suponen que es su verdadero compromiso: divertirse y prepararse para un mercado laboral complicado.
"?Meterme en pol¨ªtica? ?Para qu¨¦? Si son todos iguales: unos chorizos que no sirven para nada. ?Meterme en una ONG? ?Para qu¨¦? Si es un foll¨®n, una bucrocracia que sirve para poco", resume Meg¨ªas, empleando las palabras de los adolescentes. "?Informarme? Pero si los medios de comunicaci¨®n son correas de transmisi¨®n de los partidos. Prefiero estar mal informado a que me manipulen". El 26,4% del total de los adolescentes y j¨®venes espa?oles participa en alguna asociaci¨®n, un ¨ªndice considerado bastante bajo, y la mitad de ese 26,4% lo hace en deportivas o recreativas, seg¨²n las encuestas de la FAD. Apenas el 1% del total se involucra en movimientos ecologistas; en ONG, el 1,5%.
Otro rasgo en com¨²n es la importancia del grupo. El adolescente no tiene sentido sin el grupo, que puede ser uno durante la semana escolar y laboral, y otro muy distinto los fines de semana. Este ¨²ltimo es el determinante porque organiza el ocio. Quien quiera integrarse habr¨¢ de asumir el discurso de la mayor¨ªa, o actuar casi vergonzantemente. El grupo aprueba o desaprueba conductas y normas, acepta o no acepta a nuevos miembros, y puede estigmatizar a una chica si se desv¨ªa del punto de equilibrio entre ser una estrecha o un pend¨®n. "Y la supuesta tolerancia que se presume a los adolescentes es m¨¢s indiferencia. Hay un cierto relativismo moral: que cada uno haga lo que quiera siempre que a m¨ª no me moleste", seg¨²n agrega Meg¨ªas.
?Qu¨¦ mueve entonces a la mayor¨ªa de los j¨®venes espa?oles? El eje sobre el que pivota esa comunidad, lo importante en su vida, est¨¢ dejando de ser el proyecto de trabajo, que es una amenaza para la que hay que prepararse. Lo importante es el ocio, que mueve mucho: los horarios, las expectativas y la ropa de los chavales. La evoluci¨®n de la sociedad espa?ola fue r¨¢pida y bastante dr¨¢stica. La generaci¨®n de la democracia se reg¨ªa impl¨ªcitamente por un contrato social, donde se supon¨ªa que el hombre, m¨¢s que la mujer, deb¨ªa hacerse un espacio en la vida. Este espacio ven¨ªa definido por el ¨¦xito o no en el trabajo. En cualquier caso, el trabajo ten¨ªa que obtenerse con esfuerzo, igual si se estudiaba una carrera, como si arrancaba de aprendiz. Antes, el ocio se subordinaba al trabajo. Cambiaron las condiciones estructurales y de producci¨®n, y conseguir un buen trabajo, aun contando con una carrera universitaria y maestr¨ªa, es incierto. Por tanto, el ocio se impone. Y los adolescentes son as¨ª porque el conjunto de la sociedad entroniz¨® los valores que tienen que ver con el disfrute.
Los factores detr¨¢s de todos los cambios en curso son muchos. Espa?a evoluciona desde un modelo tradicional de familia de matriz mediterr¨¢nea a otro de perfil n¨®rdico en el que prima el individualismo, y la promoci¨®n del padre y de la madre como hombre y mujer, y como profesionales. "Y todo afecta a la educaci¨®n de los hijos. Nos encontramos con padres que llevan un ritmo tan infernal que cuando llegan a casa es psicol¨®gicamente imposible que puedan hacer esa labor de educar. El cuerpo les pide descansar", agrega Javier Elzo. El asunto no es menor porque otros agentes sociales, la televisi¨®n, los videojuegos, el m¨®vil, Internet o la m¨²sica llenan el espacio que en parte hubieran podido ocupar los padres con una dedicaci¨®n que frecuentemente causa desgana y fastidio porque parece infructuosa.
La medida de conexi¨®n a la red de los j¨®venes (nueve de cada diez usan m¨®vil) es de nueve horas semanales. Los desajustes en la relaci¨®n paterno-filial generan confusi¨®n, insatisfacciones y graves encontronazos; el asunto es serio porque toca a buena parte de los hogares. La poblaci¨®n entre los 15 y los 24 a?os es de 5.624.056 personas en Espa?a, seg¨²n el Padr¨®n de enero del a?o 2003.
Los padres de este colectivo a¨²n exhiben contradicciones no resueltas. Quieren dedicar m¨¢s tiempo a sus hijos, pero tambi¨¦n disponer ellos de m¨¢s tiempo libre; quieren promover la comunicaci¨®n con sus v¨¢stagos, pero apenas atienden sus argumentos, les preparan un intenso programa de actividades extraescolares, o eluden aspectos relevantes en su formaci¨®n, como el sexo; quieren que no sean caprichosos y s¨ª austeros, pero al mismo tiempo que tengan todo lo que ellos no tuvieron. No es f¨¢cil resolver la ecuaci¨®n. El psic¨®logo Jaime Funes, adjunto para la Infancia y la Adolescencia del Defensor del Pueblo de Catalunya, cree que lo fundamental es escuchar para descubrir los argumentos vitales detr¨¢s de los comportamientos.
"Nuestra sociedad todav¨ªa no sabe qu¨¦ hacer con sus adolescentes", se?ala. "?Qu¨¦ encargo social les ponemos m¨¢s all¨¢ de prepararlos para un futuro cada vez m¨¢s lejano?". Las generaciones anteriores consideraban la adolescencia un periodo provisional, de transici¨®n hacia la edad adulta. Ahora es una etapa vital diferenciada. "Adem¨¢s, esta sociedad es muy gerontocr¨¢tica y tiene una especial molestia respecto a la existencia de la juventud. Les va bien como consumidores, pero sin desmadrarse, ni molestar", apunta Funes. "Pero los adolescentes necesitan ser, y no s¨®lo estrellas fugaces. Necesitan estabilidad. Y tienen en com¨²n c¨®mo exprimir el d¨ªa a d¨ªa, pero de aquello que te aporta como persona".
No todos est¨¢n convencidos de esa tesis porque atribuyen a los adolescentes escaso inter¨¦s por el virtuosismo personal. Dos j¨®venes, Carmen P¨¦rez-Lanzac, de 28 a?os, autora de ?Qu¨¦ estar¨¢n haciendo?, y Eduardo Verd¨², de 31, autor de Adultescentes, los dos muy cercanos generacionalmente a los chavales bajo escrutinio sociol¨®gico, han tratado de adentrarse en su mundo. Durante un a?o, Carmen comparti¨® sus fines de semana con adolescentes. Sin querer etiquetar, observ¨® que "por lo general son muy espabilados. Se puede hablar de todo con ellos. Est¨¢n muy al d¨ªa, pero con frecuentes referencias a la televisi¨®n. Ven mucha telebasura".
Carmen P¨¦rez-Lanzac destacar¨ªa tambi¨¦n que son muy pragm¨¢ticos. "El tema de la carrera universitaria, que a mi edad todo el mundo ten¨ªa que hacer una, lo han desmitificado porque ven que no se gana mucho. Mucha gente gana mil euros habi¨¦ndose matado a estudiar. Igual no m¨¢s que un electricista". Muchas m¨¢s cosas le llamaron la atenci¨®n, pero una de ellas fue el consumo de porros. "En mi tiempo tambi¨¦n se fumaba, pero no tanto. Los cargan mucho. Yo les dec¨ªa: 'Pero, chicos, ?c¨®mo pod¨¦is ir luego a casa o estudiar en esas condiciones?".
Eduardo Verd¨² piensa que los chavales de ahora han crecido muy deprisa, disponen de much¨ªsima informaci¨®n, y se encuentran en un espacio vital que, quiz¨¢, no les corresponde. "Tienen prisa por crecer y, de alguna manera, se sienten frustrados porque no disponen de las libertades que ellos demandan". Tienen las restricciones propias de la edad, y viven en casa, controlados por sus padres, pero han perdido un poco la infancia. "A los 13 o 14 a?os ya est¨¢n viendo pel¨ªculas porno, teniendo relaciones sexuales, bebiendo alcohol y tomando porros. Est¨¢n mucho m¨¢s espabilados", dice Eduardo Verd¨². "A los 13 a?os, cuando mi generaci¨®n todav¨ªa ped¨ªa a los Reyes Magos un bal¨®n de reglamento, ellos ya piden m¨®viles, ropa de marca y el iPod (un reproductor que permite almacenar hasta 15.000 canciones y 150 horas de v¨ªdeo)". Evidentemente, los padres no est¨¢n preparados para esta eclosi¨®n.
?Son felices sus hijos? El Informe Juventud en Espa?a 2004 dice que la mayor¨ªa no manifiesta grandes preocupaciones y que su grado de optimismo y felicidad ante la vida es alto. No es poca cosa. Un padre puede sobrellevar casi todo menos la infelicidad de sus hijos, aunque no sean como hubiera querido que fueran.
![La m¨²sica es casi esencial para el joven. Los entusiastas asistentes a uno de los conciertos del Festival de M¨²sica de Benic¨¤ssim levantan las manos.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/PPTMJ6TOJTPZLILDBI6ML3MGNI.jpg?auth=8f7795239805c17ac83d67016308060333de27ad3958af531a32dcfd452b5771&width=414)
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